La luthería es la actividad que consiste en construir, reparar o restaurar instrumentos musicales. Generalmente son de cuerda y madera, pero hay algunas excepciones como lo son los instrumentos de viento hechos con cerámica. Es un trabajo muy antiguo y del que cada vez se habla menos por la fabricación en masa de este tipo de instrumentos.
A diferencia de otros países, en Chile no existe una carrera de luthier, pero sí cursos y talleres para poder aprender a desarrollar esta artesanía.
Daniela Paz y Roberto Hernández se conocieron siendo cantores callejeros cuando jóvenes. Hoy, ambos son luthieres y han construido un proyecto de vida juntos: tienen tres hijos y un precioso taller dentro de su casa en Maipú, donde viven hace 10 años y desarrollan cada una de sus obras.
Hace poco ganaron el Premio Sello de Excelencia a la Artesanía 2021, y si bien no es primera vez que lo ganan, creen que es una buena oportunidad para seguir desarrollándose como artistas.
La Voz de Maipú fue hasta su casa para conocer su taller y saber más de su historia. Entre mucha amabilidad, risas, anécdotas y un café, Roberto y Daniela nos abrieron la puerta de su pasión: la luthería.
La luthería es un arte poco común en Chile, ¿Cuándo y cómo fue que ustedes se empezaron a interesar en esto?
Roberto: Como desde el 2003, 2004, por ahí. Yo desde chico sentí la inquietud de lo que era la construcción de instrumentos de cuerda, pero nunca había tenido la oportunidad de entrar a conocer un taller.
Daniela: Claro, es que es una artesanía bien específica. Roberto tiene familiares que son carpinteros, pero no es la misma manufactura la carpintería que la luthería.
R: Yo cuando chico iba al taller de mis tíos y me empecé a familiarizar con las herramientas que son casi las mismas. Antiguamente el carpintero que hacía el velador, el ropero y la mesa era el mismo que construía las guitarras. Al final cuando chico nunca pude experimentar mucho porque los talleres eran muy herméticos, como que los maestros eran reacios a enseñar, cuidaban mucho su oficio y sus técnicas de trabajo.
D: Roberto se dedica más a los instrumentos de cuerda, yo estoy metida en los instrumentos de cerámica prehispánicos, que es como otro campo de la construcción de instrumentos. Y también desde la teoría porque yo hice un magíster de la musicología latinoamericana.
Y además de construir los instrumentos, ¿los saben tocar bien?
D: La verdad no tanto, manejamos lo básico como para mostrarlos.
R: No va de la mano la construcción con la interpretación… La construcción es un trabajo bien brusco con las manos. De hecho yo tengo las manos hechas pedazos.
¿Cómo fue el proceso de aprendizaje de este arte?
D: Un día cantando en la micro nos habló un luthier, fue solo una conversación pero siempre nos quedó eso dando vuelta. Yo en ese tiempo estudiaba en el Peda (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) y ahí se hizo un taller que dictaba un luthier venezolano.
Yo me acordé al tiro de Roberto y el curso era solo para estudiantes de la universidad y él estudiaba en otro lado, así que hablamos con el profesor y me inscribí yo para que Roberto pudiese tomar ese cupo.
R: Sí, yo al otro día a las 8 de la mañana ya estaba ahí listo esperando a que abrieran (cuenta entre risas). Y estuve en esos talleres como seis años, de hecho hasta empecé a hacer ayudantías con el maestro. Como yo ya tenía conocimiento de las herramientas y la madera no se me hizo tan difícil.
D: Ahí abrimos el taller acá y en paralelo Roberto siguió tomando otros cursos de luthería.
¿Consideran que es un arte difícil de realizar en este país?
D: Sí, es que las herramientas son muy específicas. Cuando Roberto recién partió nos costó mucho encontrar, por ejemplo, los serruchos japoneses.
R: Además son muy caras, si quieres tener un buen juego de 10 herramientas es como medio millón de pesos. Al final uno se priva de hartas cosas en la luthería. Este mismo 18 que pasó, eran las 02:00AM y seguíamos trabajando. Y muchos de nuestros amigos luthieres estaban en la misma.
¿Es grande el círculo de luthieres acá?
R: Nosotros tenemos varios amigos luthieres porque organizamos hartos eventos. Hemos hecho ferias, festivales, proyectos… Y lo bueno es que cada uno se especializa en cosas distintas entonces no tenemos conflictos de clientela, que a veces pasa y es complicado porque al final uno se financia principalmente a través de las ventas.
Roberto tuvo que abandonar un momento la entrevista porque justo llegó uno de sus clientes que había encargado restaurar dos guitarras.
¿Qué es lo que más les gusta de ser luthieres?
D: A mí me gusta mucho estudiar los instrumentos, entender todo su contexto histórico cultural y social. Los instrumento no son solo objetos a través de los cuales uno hace música, sino que igual contienen una serie de significados de género, de raza, de clase, cosas que de repente uno no se imagina, pero lo instrumento sí tienen todas esas cosas. A Roberto le gusta construirlos y trabajarlos.
D: Creo que lo más complejo es que las personas no tienen tanto conocimiento de lo que significa este trabajo, entonces competimos con una industria en serie. A veces alguien pregunta el precio de una restauración y se le hace muy caro, pero es porque no entienden que las materias primas son diferentes y la forma de construir cada instrumento también.
Además en Chile cuesta mucho poder ganar fondos, en este país de la meritocracia, si tú no demuestras que tu trabajo es bueno, difícilmente te van a pescar. A los a los pobres nos cuesta mucho, nos cuesta el doble, el triple, porque de verdad que te tienes que sacar la miércale para poder estar dentro de esos reconocimientos. Entonces sí, nos sirve para validarnos frente a la institucionalidad en el fondo, pero es duro ver que casi todos los fondos los ganan grandes instituciones que no tienen problemas económicos, cuando esos fondos deberían ser para personas que no tienen cómo sustentarse para seguir desarrollándose.
De sus tres hijos, ¿hay alguno que se vea interesado en esta artesanía?
D: La menor es la que está más interesada. A ella le encanta estar en el taller, de hecho Roberto le tiene un mesón chico con sus herramientas y todo.
D: Nuestro amor es nuestro sustento, como decía Víctor Jara, así que hemos acomodado toda la casa porque teníamos que destinarle el espacio necesario a un taller de luthería, pero ya estamos pensando en cambiarnos por acá cerca para tener más espacio y estar más cómodos.
¿La pandemia les afectó mucho durante su trabajo?
D: La verdad no, porque vivimos metidos dentro del taller entonces no fue tan distinto. De hecho a veces tratamos de obligarnos un poco a salir del taller y hacer otras cosas porque podríamos estar día y noche aquí, nos gusta mucho. A veces nuestra familia y amigos tienen que venir hasta acá para poder vernos.
El cliente salió feliz con sus dos guitarras, se despidió, y Roberto volvió a la entrevista.
R: Además como ahora existen las Redes Sociales nos movemos y organizamos harto por ahí. Cuando partimos era mucho más difícil darse a conocer pero internet ha sido una muy buena herramienta para eso. Hicimos algunas cosas online y ahora trataremos de nuevo de hacer actividades presenciales.
¿Qué proyectos tienen pensados para el futuro?
D: Bueno ahora estamos sacando un libro de investigación sociomusicológica sobre el canto lo poeta y la paella una perspectiva feminista. Vamos a hacer un pequeño lanzamiento gratuito acá, todas las actividades que organizamos nosotros son gratuitas.
También queremos hacer las ferias que no pudimos hacer por el Estallido Social y la pandemia.
Para conocer más el taller de Daniela y Roberto y ver lo que hacen, puedes revisar el Reels en la cuenta de Instagram de La Voz de Maipú haciendo click aquí.