La COP25 fue una cumbre maldita de principio a fin. Luego que el negacionista presidente de Brasil: Jair Bolsonaro la desechara, el siempre hábil Presidente de Chile, vio una oportunidad de instalarse como un líder mundial. Rápidamente ofreció a Chile como sede.
Sin embargo todo se torció. El estallido social y político, que terminó con un país entero clamando cambios en el sistema, impidió que la cumbre por el medioambiente y cambio climática, se realizara en territorio nacional. Con un estallido social lejos de resolverse, Piñera tuvo que pedir ayuda: España tendió la mano.
En Madrid se celebró la cumbre y fue Carolina Schmidt, Ministra de Medioambiente de Chile, la encargada de presidir el encuentro de 196 países en Madrid. Sin embargo, con el correr de los días, la Ministra dejó claro, que lo suyo no era la negociación, ni la diplomacia… ni el medioambiente.
Es viernes 13 de diciembre y el lugar donde se realiza la cumbre comienza a ser desmantelado. El evento debía llegar a su fin, sin embargo un detalle crucial lo impide: no hay acuerdo firmado.
La COP25 presidida por Chile terminó estableciendo la prórroga más larga en la historia de las cumbres del clima. Un artículo de El Periódico de Catalunya señala que «algunos observadores y delegados de países europeos se preguntaban por qué Chile quiso presidir la COP25 si ha demostrado tanta torpeza y tan poco empeño en sacar su contenido adelante».
Fue tanta la torpeza de Schmidt que la noticia del posible fracaso se hizo mundialmente conocida. Las ONGs más importantes del planeta en términos de defensa del medioambiente levantaron la voz, sosteniendo que el borrador presentado por Chile, era un retroceso, y que ni siquiera era capaz de defender lo hecho en la cumbre anterior, en la ciudad de París.
La cumbre debía cerrarse y quién la lideraba, reconocía entre lágrimas que era incapaz. Y es que Schmidt demostró varias veces lo torpe que se puede llegar a ser. Hacía el final de la cumbre, varias delegaciones se negaron a hablar con la Ministra de Piñera. En medio de la desesperación, la chilena delegó responsabilidades en Teresa Ribera, Ministra de Medioambiente de España.
Y es que presidir una COP no es algo simple, pues lo que se apruebe debe ser votado favorablemente por la totalidad de países (196 votos). En ese sentido todos los votos valen lo mismo. Por ello fue imperdonable que Schmidt se reuniera a solas con los grandes, impidiendo el acceso a los pequeños. El Periódico de Catalunya lo sintetiza así: «Hasta la Unión Europea, su supuesta aliada en el impulso de una mayor ambición climática, se sintió engañada cuando el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, acabó entrando sin saberlo en una sala donde se enfrentó a solas ante los grandes países contaminantes. ¿A qué jugaba exactamente?»
El ridículo y el fracaso de la COP25 llevan la firma de Schmidt y el signo de la administración Piñera. Para la historia quedará cuando la Ministra Chilena sugiere a la asamblea el enviar las conclusiones por correo electrónico, pues está atrasada para tomar el vuelo de vuelta al país, recibiendo un sonoro y coral «noooo» de los asistentes.
La prensa internacional -a esta hora- sostiene que la cumbre fue un completo fracaso, toda vez que el documento final terminó con recomendaciones, y palabras de buena crianza. Pero pocos acuerdos concretos para dar la guerra al cambio climático. La política y la ciencia terminaron -una vez más- enemistadas: al centro del fracaso, Carolina Schmidt y un gobierno chileno que no dio nunca con el tono, y que parece no haber entendido de qué iba el asunto.