«El infinito en un junco», un viaje erudito y cautivante por la historia del libro

Al leer -o escribir- esta columna nos transformamos en herederos de, por lo menos, treinta siglos de evolución de la escritura y un poco menos desde la creación de los libros. Leer y escribir nos parece normal.  Leemos, escribimos, creamos, comunicamos; sin embargo, sabemos poco del origen y la historia de la escritura, de los textos, de las bibliotecas.

El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo (Ediciones Siruela, 2019), escrito por Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), filóloga, docente y novelista española, es un invitación a viajar por la historia de la escritura y por los soportes de esta: piedras o tablillas de barro, papiros,  cuero y papel hasta llegar al libro electrónico.

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Erudición y agilidad narrativa

“Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia.[…] ¿Quiénes eran esos hombre? ¿Qué buscaban? ¿De dónde venían? Eran ‘cazadores’ de una presa muy especial. Buscan libros para la gran Biblioteca de Alejandría.”

Así empieza este ensayo de 450 páginas. Parece el inicio de una novela de aventuras. Con una mezcla de  erudición y agilidad narrativa, la autora deja el pesado estilo académico y opta por relatos más intimistas. “Siento la tentación de entrar en la piel de los buscadores de libros en los caminos de una Europa antigua, violenta y convulsa.”

Comienza con la descripción de la famosa y desaparecida Biblioteca de Alejandría, “la ciudad de los placeres y de los libros”, y la narración de las gestas de Alejandro Magno, quien “recorrió las rutas de África y de Asia sin separarse de su ejemplar de La Ilíada […]. La lectura, como una brújula, le abría los caminos de lo desconocido.”

El libro, extensión de la memoria

La historia de los libros es la historia de la humanidad. La crónica de estos objetos permite a la autora presentar la vida pública y privada de Grecia y Roma. En este desplazamiento por distintos siglos y lugares antiguos, nos presenta ciudades, instituciones, costumbres y personajes. “El libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”, al decir de Borges

La memoria de esa época es rescatada a través de referencias a estilos de vida y anécdotas.  Por ejemplo, Aristófanes de Bizancio, a fines del siglo V a. de C., con su prodigiosa memoria, descubrió y puso en evidencia a los primeros plagiadores de la historia. Calímaco de Cirene,  en el siglo III  a. de C., catalogó todos los rollos de la Biblioteca de Alejandría y creó lo géneros literarios que usamos hasta hoy. En Roma, la educación, la circulación de escritos y los ataques a la mujeres que sabía leer son reseñados en detalle.

Resguardo, migración y censura

El junco de papiro que crece en el Nilo, continuador de las tablillas de arcilla y de la piedra, fue el soporte para fijar signos que otros podían leer, transportar y guardar. Fue el triunfo contra la destrucción. “A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder. Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el progreso.”

La migración, frecuentemente forzada, fue un elemento que ayudó a la expansión de los papiros.  Como hoy, los desplazamientos eran constantes. Ante esta realidad, “la literatura ayudaba a los emigrados a mantener un lenguaje común, un sistema de referencias compartidas, una identidad. (…). Extraviados en la inmensidad, encontraban una patria en los libros.”

Las palabras fijadas en papiro, en cuero o en papel, desde sus inicios fueron signos de contradicción. Para unos, una fuente de conocimiento y de placer estético; para otros, los fanáticos de siempre, un peligro. En Roma, Ovidio, Tácito y otros poetas y filósofos sufrieron la censura, la autocensura y el destierro. Sus obras importunaban a los poderosos y cuestionaban sus costumbres. En China, en el 213 a. de C., “el emperador Shi Huandi ordenó que se quemasen todos los libros de su reino. […] Quería que la historia comenzase con él.” Desgraciadamente, esta es una actitud reconocible en distintas  épocas, especialmente en los países donde hemos sufrido dictaduras.

En un junco cabe la humanidad

El infinito en un junco es una reflexión acerca de lo que los libros y la literatura son capaces de decir de nosotros mismos “Nos ayudan a sobrevivir en las grandes catástrofes históricas y en las pequeñas tragedias de nuestra vida. […]La literatura ha sido la salvación de los condenados, ha inspirado y guiado a los amantes, vencido la desesperación, y tal vez en este caso pueda salvar al mundo.”

De esta forma, el infinito, metafóricamente, cabe en la superficie de un humilde junco

Por esto, el libro comentado, desde su presentación, ha obtenido importantes premios, 31 ediciones y ha sido traducida a 30 idiomas. Vale pena leerlo.

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Claudio Jorquera Aceituno

Soy maipucino de toda la vida. Profesor de Estado y Magíster en Educación. Docente en varios colegios y universidades. Mi último domicilio laboral fue la Universidad Alberto Hurtado. Agente pastoral durante gran parte de mi vida en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen y en la Vicaría de la Zona Oeste. Fotógrafo de afición y columnista de oficio. Actualmente colaboro en un par de medios nacionales, además de este.

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