Opinión: Frialdad en la ebullición

Como chilenos, a partir de nuestro despertar, nos vemos en constantes contradicciones y rumiaciones respecto al desarrollo de las protestas. Más aún, nos presentamos con difíciles elecciones que tomar respecto a nuestro país. El caos y la violencia que nos rodea en las manifestaciones, la gran mayoría de las veces propiciada por Carabineros y el Ejército de Chile, lleva a un desanimo y cansancio donde la pregunta “¿cómo va a terminar esto?” se hace constantemente presente. Peor aún, el manejo institucional de la crisis solo la agrava. Los costos del corto plazo son evidentes, y pueden ser mucho más grandes. Las consecuencias económicas que puede tener la crisis social pueden herir a la clase media y trabajadora de manera directa, dificultando la ya difícil solución al conflicto. Así, la crisis social nos presenta la gran exigencia de mantener la cabeza fría en un contexto hirviente. Debemos sopesar las consecuencias, a largo plazo, de bajar los brazos.

  • Destitución de Piñera:

La destitución de Piñera puede indicar incertidumbre para los grandes capitales, con diferentes consecuencias negativas en el plano económico-social. Sin embargo, las violaciones a los derechos humanos que el Gobierno de Piñera ha permitido y fomentado, garantizan, moralmente, su destitución. Pragmáticamente, si Piñera resulta impune, la institucionalidad de nuestro país tendrá una significancia nuevamente ilegitima. Con instituciones débiles, el desarrollo económico y social se hace imposible a largo plazo.

  • Elección de parlamentarios y presidente:

Llamar a elecciones parlamentarias y presidenciales presenta un triple desafío para los electores. En primer lugar, que voten. La única salida pacífica al conflicto es la institucional, y si los electores no votan, el parlamento se mantendrá ilegítimo frente a nuestros ojos. En segundo lugar, la elección de verdaderos representantes para el pueblo chileno descansa en que el marco institucional actual lo permita. En tercer lugar, la elección de nuevos representantes no asegura buenos representantes, sobre todo en nuestro contexto. Sin embargo, no enfrentarse a este triple desafío implica mantener una estructura política en que, justificadamente, ya nadie cree. Nuevamente, mantener el Statu quo es justamente lo contrario a una solución.

  • Asamblea constituyente:

Avanzar hacia una nueva constitución, sin la participación de parlamentarios, aumenta los niveles de incertidumbre en el país, lo que, como ya se mencionó, puede tener diferentes consecuencias negativas en el plano económico-social. Si el mecanismo para esta nueva Carta Magna enfrenta los abusos de los ricos, las consecuencias económicas y sociales, muchas veces fabricadas por estos mismos ricos, pueden generar grandes costos efectos en el corto plazo. Empero, como ya se ha argumentado, mantener una constitución que avala la rigidez política junto a débiles derechos constitucionales es, nuevamente, mantener el Statu quo, entrampándonos en el conflicto.

Así entonces, tal como la violencia de Estado nos acongoja diariamente, también lo pueden hacer las consecuencias a corto plazo. Pero el costo de rendirse, a largo plazo, es tremendamente mayor.

Por Lucas O’Ryan

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