Han sido días oscuros, tristes y aciagos. Porque una pandemia es algo complicado, y que siempre tiene muertos. El sistema sanitario se ha visto colapsado y, junto con los problemas de salud el sistema económico que nos convenció que éramos los «jaguares de América Latina», estalló en mil pedazos.
Hoy hay miedo, incertidumbre y hambre. Porque el Gobierno decidió apostar sus fichas en mantener un sistema económico, y que la gente se rasque con sus propias uñas.
El COVID-19 destruyó para siempre la farsa que éramos y con las semanas, descubrimos que siempre fuimos pobres con tarjetas de crédito. Y que la clase media, era una especie de invención. Un grupo de gente parados sobre un castillo de naipes.
Pero no todo es tan malo. Porque ante el drama, aparece fuerte el ser humano. Porque ante el hambre, emerge la gente que ayuda a la otra.
En la galería fotográfica de Vlady Cortés, se ven vecinas cocinando en ollas comunes, para paliar el hambre de la gente. Aparecen ciclistas repartiendo a domicilio las raciones.
Porque en estos tiempos parece ser que «solo el pueblo ayuda al pueblo».