A sus 48 años el escritor maipucino Alejandro Zambra sumó un nuevo galardón a su próspera carrera. El «Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas» que es entregado por el Ministerio de las Culturas de Chile desde el 2012.
El premio busca congratular a autores iberoamericanos con trayectorias destacadas y cuyas obras se consideren aportes notables al diálogo cultural y artístico de Iberoamérica. Antes de Zambra, el premio lo ganó el escritor Mempo Giardinelli de Argentina. En otras versiones los también argentinos Ricardo Piglia, Hebe Uhart, María Moreno y César Aira habían sido galardonados.
Otros galardonados han sido Juan Villoro y Margo Glantz de México y Rubem Fonseca de Brasil. Además de Horacio Castellanos de El Salvador. Zambra es el primer chileno en obtenerlo.
“La obra de Alejandro Zambra está anclada en la clase media chilena y, gracias a su fuerza narrativa, también se irradia a la de todo el continente. Es la gente normal, la gente común, cuyas historias iluminan el paisaje. La literatura de Zambra es fundamental para entender el Chile de los últimos cuarenta años”, dijo Carolina Arredondo, recientemente designada como ministra de las Culturas.
Formas de resucitar un texto
La entrega del Premio Manuel Rojas a Zambra se recibió con alegría en el país. Sobretodo en los miles que leen sus libros como una forma de reconocerse en las historias de clase media que el autor ha relatado con maestría.
El premio nos permite, desde esta redacción, colar en el texto una crónica que no había sido publicada. En agosto Zambra visitó Maipú para compartir con alumnos de colegios públicos de la comuna, además de juntarse con autores locales. Ese día, el autor de la crónica, comenzó a escribirla con entusiasmo. Pero por distintas circunstancias, esa crónica no se publicó. Hasta hoy.
Si tocase escribir una noticia podríamos decir que Alejandro Zambra, el escritor maipucino más famoso en la historia de la comuna, llegó ayer a un conversatorio con alumnas y alumnos de escuelas públicas de Maipú en el teatro municipal de la comuna.
Si la intención fuera realzar aún más la figura -enorme- de Zambra, el redactor podría añadir a la noticia que Zambra viajó desde Ciudad de México, donde vive con su mujer e hijo y que su visita es financiada por BTG Pactual, el banco de inversiones más grande de Chile y la editorial Anagrama.
Sin embargo el periodismo, asumo que también la literatura, siempre permite ir un paso más allá. Entonces, en plan de ensalzar a Zambra, la noticia diría que en un programa para vincular al autor con la comunidad se le dijo a Zambra que escogiera una comuna para hacer la actividad. La editorial y BTG correrían con los gastos. Y el autor, sin dudas aparentes, escogió Maipú.
La noticia terminaría con un par de citas del alcalde Vodanovic y usando las comillas, tocaría seleccionar las mejores frases que regaló el escritor en la hora y minutos que departió con los estudiantes. Hecho eso, el periodista podría publicar el texto y correr a refugiarse en un libro, caminar con sus hijos por el pueblo o jugar incluso algún video juego.
Pero es Zambra. Y es Maipú. Y el género informativo del periodismo, me van a disculpar, siento que se queda pequeño para lo que ayer se vivió. Que no fue más que el reencuentro de un tipo enorme con su gente en un acto que transmitió NTV y que tuvo a Blanca Lewin como anfitriona. Un acto donde se dijeron cosas que para algunos, son importantes. Aunque al fin y al cabo, fue un acto de colegio.
Así que convengamos que este texto ya cumplió -en lo medular- con lo que se espera de una noticia. Tiene un titular y contesta las preguntas básicas del periodismo. El qué, el cuándo, el dónde. Carece de citas entre comillas. Es cierto. Pero esas las dejamos para otro día. O las ocupamos abajo. En lo que intentará ser una crónica.
Crónica: Zambra se las ingenió «para volver a casa»
La transmisión nos muestra un acto escolar «fifí» a punto de comenzar. El escenario es el teatro municipal de Maipú y la iluminación está bonita. Una mujer pregunta a un grupo enorme de alumnos y alumnas de escuelas públicas lo clásico. ¿Cómo están? y el «maaaaal» le gana con creces al «bieen». Por ahí se escucha «aburridas».
La mujer insiste, ahora pregunta si leyeron el libro de Zambra y -obviamente- los «nooooo» le ganan a los «siiiii». La animadora entiende que tiene que ganarse a «los cabros» y les dice «esa fue la respuesta real, ahora vamos a ensayar la protocolar. Cuando estemos con él, yo les voy a preguntar ¿leyeron el libro?». Y la respuesta de los estudiantes es -de manual- «nooooo».
La pedagogía falla. «No va a funcionar», dice la locutora y reconoce que la están retando. Su intento de timo se escucha afuera de la sala. Zambra sabe que no todos leyeron el libro.
Sin embargo nadie podría reprocharle nada a la animadora. No es profesora, y sus ocupaciones van más allá de lograr que un grupo de alumnos le digan que sí a viva voz. El micrófono queda encendido y se le oye decirle a alguien que llame a la Tania Collante porque en el almuerzo que habrá luego del evento se sentará un nuevo comensal.
Y de nuevo la espera. Una música de fondo que recuerda a un call center. Estudiantes que han esperado largo rato. Pero queda poco. En menos de cinco minutos entrarán Zambra, alcalde y concejales. Las autoridades se sientan en primera fila y los nombran uno por uno en medio de tibios aplausos. También nombran a los colegios asistentes.
Zambra se sienta con Blanca Lewin y oye atento la forma en que lo presentan. Luego, al hueso. A lo que vino. Comenta que vivió desde los 5 a los 20 años en la Villa Las Terrazas . «Toda mi infancia está marcada por ese paisaje, que fue cambiando», reconoce el autor.
Una vez que nos georeferencia sobre su infancia y adolescencia Zambra cuenta una historia que muchas y muchos maipucinos podríamos también contar. El límite era la villa, pero siempre transgredimos esa frontera que los padres, o las figuras paternas nos delimitaban.
En su conversación con alumnos y alumnas en la comuna, Zambra regaló consejos valiosos para todo aquel o aquella que quiera buscar en las letras una manera de subsistir. «Escribir es insistir, persistir en algo. Escribir, es escribir mal», dijo. Para luego reflexionar en cómo descubrió los libros.
Y es que el acto tuvo algo de ritual. Cualquier maipucino relativamente antiguo sabe dos cosas sobre el Teatro Municipal de Maipú. La primera, es que no es un teatro (es plano y sin butacas); la segunda, es que está emplazado donde antes funcionó el supermercado «El Toqui», que era una especie de Jumbo adelantado a sus tiempos.
«Hay algo en esta situación que es hermoso e incómodo a la vez». dijo el escritor, para -acto seguido- recordar El Toqui. Los recuerdos de Zambra lo llevaron a lo mejor de ese supermercado de pueblo: la pastelería.
Sentado en el lugar que ocupó su supermercado de infancia Zambra rememoró que «en un punto (del supermercado) apareció un libro Sopena. Ahí a los 9 años conseguí que me compraran un libro, que era un libro de Shejov».
Zambra regaló en el terruño confidencias de su vida. «Mi relación con la literatura no tiene que ver con la literatura», soltó de manera solemne. Su relación tiene con ver con su abuelita Pina.
«Yo no crecí en una casa con libros, pero tenía una abuela materna muy literaria. Una señora encantadora, un personaje completamente divertido que había perdido a toda su familia en el terremoto de Chillán en el año 1939. Nos relataba a mi y mi hermana y a los otros primos el momento en que un muro había caído sobre su madre en 1939. Había muerto su madre, su padre, todos sus hermanos. Había sobrevivido uno que era el que la había salvado a ella. (…) a la vez que nos contaba esos relatos terribles, nos contaba historias divertidísimas», dijo el escritor.
La «Abuelita Pina» a juicio del nieto escritor «era una ferviente defensora de escribir».
La señorita Carmen
«¿Qué será de la señorita Carmen?» se preguntó Zambra. Contó que era su profesora jefe en la básica. Zambra al igual que varios niños de Maipú estudió el Don Orione de Cerrillos. La historia de Zambra contada hoy duele. Vista con lo que hoy se sabe, asombra. En esos años, donde habían profesores que fumaban en la sala de clases, habían cosas que hoy nos espantarían. Por esos años eran normales.
La señorita Carmen fue querida por el autor, pero ella no lo quiso. Lo resumió así: «Algo se traía conmigo».
Zambra contó que ella les dice que iban a elegir los siete mejores poemas para leerlos delante de la mamá en una celebración del día de las madres. El maipucino rememoró su emoción, el nervio. Escribió con la esperanza de poder leer su texto a su mamá en el acto. Pero todo salió mal.
Entregó el poema y esperó los resultados. A la mañana siguiente la señorita Carmen dijo los seis poemas y reconoció que el mejor es el de Zambra. Para luego decir «el no lo va a leer delante de las mamás, porque no tiene personalidad. Lo vamos a escribir en la pizarra para que todas las mamás lo lean, pero él no lo va a leer».
Al final la derrota de Alejandro Zambra fue doble. Su poema no fue leído y su mamá ofreció traer en el auto a la profesora, que también vivía en Maipú. El -por esos años- alumno tuvo que ceder su asiento de copiloto y escuchar que la señorita Carmen le decía a su mamá «Es que Zambra es muy inteligente, pero es idiota».
Cosas de la vida, uno de los integrantes del equipo de La Voz de Maipú es vecino de la «señorita Carmen». Por razones obvias, prefiere no contarle la anécdota.
Juan Luis Morales Rojas. Un profesor que marcó a Alejandro Zambra
Tras su experiencia con la señorita Carmen, apareció Juan Luis Morales Rojas. Un profesor del Orione que en su presentación los hizo repetir su nombre como si de un canto tribal se tratase. Tras tener por varios minutos a un curso entero repitiendo «Juan Luis Morales Rojas», los instó a cesar. «Nunca más se les va a olvidar mi nombre», les dijo. Y no se equivocó.
Zambra lo recordó con cariño y reconoció que en el prólogo del libro «Mis Documentos» habla de ese profesor que lo marcó en su etapa inicial.
«Ese profesor nos hizo brillar a todos (…) hasta nos hizo olvidar a la señorita Carmen».
De Don Orione Zambra se fue al Instituto Nacional. Un 10 de agosto, día que no había clases, se fue a Don Orione a ver a sus profesores. «Me ve Juan Luis Morales Rojas y me dice Zambra, Zambra pasa, pasa. Él es Zambra le dice a sus estudiantes actuales. Él es Zambra, haber pónganse de pie, estábamos hablando de ti. Y los niños empiezan a recitar un poema que había escrito yo y que él había acabado de enseñarles. Esa fue la primera vez que fui escritor», confidenció.
El escritor reflexionó que los profesores sí te cambian la vida. Además de reconocer la dificultad de la labor de los maestros.
La literatura es más colectiva de lo que parece
Alejandro Zambra reconoció que la literatura parece muy personal, muy solitaria. Aunque reconoció que siempre está asociada al colectivo, al compartir textos.
«Cuando escribes necesitas mucho la opinión de los amigos», explicó. Y fue más allá al compartir que siempre hay un grado de inseguridad.
En el encuentro, que puedes ver en el video (parte en el minuto 24), Alejandro Zambra habló sobre poesía, ideas y procesos creativos.
Encuentro con escritores locales
Tras un almuerzo con Tomás Vodanovic, en la Biblioteca Municipal se juntó con escritores locales. Uno de los asistentes me cuenta que el encuentro fue significativo, sobretodo por que Alejandro Zambra es un referente de la literatura de memoria. Una perspectiva de los niños que vivieron la dictadura y de la transición a la democracia y las promesas cumplidas e incumplidas. Todo a través de un diálogo con los lugares donde Alejandro Zambra vivió.
Ese día y tras una agenda intensa Alejandro Zambra estaba cansado, pero los escritores valoraron la actitud del escritor. «Se percibió a un Zambra muy contento de estar compartiendo con nosotros». La agenda de Zambra continuaba esa tarde con el lanzamiento de Literatura infantil en el Instituto Nacional, así que la junta fue breve.
La actitud de Alejandro Zambra caló profundo. «No fue el escritor exitoso que viene a dar una cátedra. Fue un colega que escuchó y entregó consejos sobre sequías creativas».
En ese encuentro también reconoció que la paternidad lo ha hecho volver a Maipú en los recuerdos. En los relatos que transmite a su retoño. Los viajes del autor a la comuna son recurrentes, porque están en las historias que transmite a su hijo.
También habló sobre los trayectos en transporte público y cómo estos permiten tener el tiempo para leer.
De Maipú, aparentemente, Alejandro Zambra se fue satisfecho. La editorial Anagrama y BTG Factual le dieron a escoger un lugar para hacer un conversatorio y Zambra -digamos para hacer más épico el relato- no tuvo dudas. «Quiero ir a Maipú» supongamos que contestó y de esta manera Alejandro Zambra encontró -por fin- las formas de volver a casa en el plano físico.