Opinión: Cathy Barriga, la política y el espectáculo

Antes de emitir cualquier opinión, análisis o crítica hacía Cathy Barriga, o su gestión municipal, creo que es menester hacer algunas aclaraciones preliminares. Es que esta administración comunal instaló en el ideario colectivo que todos aquellos que alzaban la voz en su contra, lo hacían porque eran “viudos o viudas del ex Alcalde Vittori”; o porque antes tenías beneficios oscuros, que la luz de la gestión de Barriga, cortó de raíz; o porque eran operadores políticos, o funcionarios fantasmas.

Dos creaciones del equipo de Barriga, que el tiempo ha ido mostrando que tuvieron mucho de fábula y poco de realidad. Porque los operadores eran pocos, y porque los fantasmas han acreditado en tribunales que todo eso provino de una mente afiebrada, quien le dio -en su momento- a la alcaldesa una idea que era buena para venderla en la prensa, pero pésima para defenderla en tribunales.

Entonces antes de partir, comenzaré por decir que la gestión de Vittori tuvo buenos números, pero pésimos asesores. Diré también que el equipo de Vittori estuvo compuesto por una tropa de inoperantes y que la lectura política que tuvieron fue de un nivel totalmente amateur. También diré que Vittori no debería nunca más aparecer por Maipú, pues el daño que hizo fue mucho.

Incluso iré más lejos y confesaré que me alegré cuando el ex alcalde perdió la elección. Porque su soberbia fue inmensa, y porque el ruido de negocios que se generaban tras cada licitación del Municipio, hace suponer que habrían habido manejos extraños de dineros; pero eso es algo que la justicia determinará.

Y en medio de todo ese caos. En medio de la división de votos entre Vittori, Campusano, dos incompetentes políticos, que fueron incapaces de ponerse de acuerdo, es que Barriga conquistó el municipio. Con los mismos votos que históricamente dejaron a la derecha fuera del municipio de Maipú. Así un 6 de diciembre de 2016, vestida de blanca y emocionada hasta las lágrimas, asumía Cathy Barriga.

Quienes me conocen saben que defiendo ideas de izquierda, pero comprendí -también- el estado de pudrición que traían los gobiernos locales impulsados por la Nueva Mayoría; así que, ante el triunfo de Barriga, opté por entregar el beneficio de la duda. Y, al principio, hay que decirlo, había esperanza. Más allá del pasado televisivo de la alcaldesa o de su escasa experiencia política, había un equipo detrás que cuando conversabas con ellos en un espacio de confianza, manifestaban análisis políticos que hacían creer que la gestión -al menos- tenía clara sus pendientes y esbozaba soluciones.

Los que sabían ya no están: Eugenio Aguiló brilla en el gobierno central y Carlos Fairlie no aguantó los malos tratos.

Pero todos los que leían política han ido quedando fuera. Y lentamente Barriga se llena de un equipo de trabajo (no diré asesores, para no desatar su cólera), que de política saben poco, de la comuna no conocen mucho y lo peor, demuestran una ignorancia que sobrecoge.

El drama de Barriga: ¿Es o no es política?

Más allá de catalogar la gestión o centrarse en la personalidad de la alcaldesa, el drama de Cathy Barriga lo descubrí alguna vez conversando con ella. “Es que yo no soy política”, me dijo. Y la frase es simple, pero grave. La máxima autoridad política de la comuna se siente apolítica. Un ejemplo simple: es como si Alexis Sánchez odiara el futbol.

La gestión de Barriga ha sido triste y vacía. Cuando uno viaja a sus vísceras ve desde licitaciones mal hechas, hasta cuentas públicas que casi alcanzan los 50 millones de pesos. Es una gestión estridente, que acumula likes, views y estadísticas en redes sociales. Pero que también acumula hastío, descontento e impopularidad entre el electorado.

Y es que debemos ser francos. Nada de lo hecho por Barriga a nivel de gestión comunal ha sido extraordinario. Cathy Barriga tenía la oportunidad histórica de hacer una gestión que hiciera de Maipú una comuna que verdaderamente renace; de hecho, se encontró con un concejo municipal sumamente benevolente, a pesar de que no suma mayorías.

Pero Cathy Barriga prefiere quedarse en lo estridente: en el malón del adulto mayor o las clases de zumba por doquier. Su desprecio al mundo de la cultura es tal, que en un año y medio ha tenido dos encargados del área, y ambos han pasado sin pena ni gloria; de hecho, hace meses que el cargo está vacante.

El cargo de administrador municipal, también ha tenido una rotación preocupante. Y las peleas dentro del equipo que aún le queda, son a sablazos, mientras ella duerme el sueño de los justos.

¿Vamos más lejos? La gestión de Barriga, no ha tenido nunca un jefe de gabinete. Un tipo o tipa curtidos en política, que sepa separarle la paja del trigo. Porque la razón de no ser experimentada políticamente, no debería ser un escollo para Cathy Barriga. Tiene atributos, sobre todo personales, para hacer una gestión a la altura, pero se la come la chimuchina, la coyuntura y demuestra absoluta incapacidad para tolerar simples críticas políticas cuando dirige el concejo municipal.

Lo peor: nadie de los que la circundan es capaz de decirle que lo hizo mal, o que su respuesta es incorrecta. Sus más cercanos prefieren cuidar sus salarios y sus posiciones, ante una gestión que se cae a pedazos.

Y acá quiero ser claro. O Barriga se hace la que no sabe, o de verdad no sabe lo que pasa en su administración. Porque cuando Raquel Argandoña le dice que algún asesor se fue de lengua, probablemente no le esté mintiendo. Porque los que han alzado la voz en público han sido despedidos. Porque Andrés Japaz la tiene envuelta en un baile de máscaras que le trastoca la realidad y la hace fumar un opio que la aleja de lo que de verdad está pasando.

En el colectivo se habla mal de Cathy Barriga. Los funcionarios municipales de carrera, cuando están en confianza comienzan a contar la seguidilla de errores que cometen los nuevos trabajadores traídos por la gestión.

Porque nadie le ha dicho a Barriga, que la acusación ante Contraloría por uso y abuso de imagen, ingresada por Ariel Ramos, no sólo tiene sustento, sino que políticamente está bien hecha. Nadie se atreve a decirle que cuando le contesta al concejal vía Instagram, que se tendrá que acostumbrar a verla, la respuesta le genera likes, pero que varios en la UDI arrugan la nariz. Porque saben de política, y entienden que la respuesta de la edil, no solo es básica, sino que denota desconocimiento. Porque más allá de su figura, sus likes, lo que único que tiene al final del día, es su cargo de alcaldesa. Un mandato popular que la debería hacer reflexionar, instruirse y despedir, de una vez, a aquellos especialistas en inventarle cantos de sirena.

La gente no puede estar cuatro años debajo de un escenario recibiendo peluchitos. El maipucino tiene problemas reales que resolver y la gestión de Barriga en esos casos -salvo contadas excepciones- avanza lento. Que alguien le diga a Cathy que la gestión no se salva gastando más de 17 millones en cámaras fotográficas. Que alguien le diga, en la confianza, que el municipio no es una productora y que cada vez que paga bailarines, magos, cámaras de fotos, está haciendo más grande su imagen pero más pequeña la comuna.

Alguien tiene que decirle a Barriga, que no es buena estrategia tener perfiles que la defiendan en redes sociales. Porque más allá de crear una falsa sensación de apoyo, le hacen un pésimo favor. Aún queda tiempo de enmendar el rumbo. Personalmente, me gustaría verla hablando de nuevas bibliotecas, más cultura y salas de clases calefaccionadas para los niños más pequeños en la educación municipal. Más allá de sus arrebatos, sus iras y sus salidas de libreto, me gustaría que Barriga le cambiara la cara al centro de la comuna.

Y yo no escribo desde una tribuna. Mis hijas fueron a la educación municipal en Maipú y la calidad escaseaba, y más allá de unos lápices y cuadernos, nunca sentimos que a la gestión (la de Barriga y tampoco de Vittori), le importara mucho lo que ahí sucedía.

En el fondo es algo bien simple. Hacer lo que hay que hacer y no esconderse en falsas discusiones, porque algo quiero dejar en claro: mi crítica a Cathy Barriga es en su rol de alcaldesa. Si creo que hace mal las cosas, es porque está inserta en una dinámica donde le ocultan lo que en realidad pasa. Acá poco tiene que ver si es mujer u hombre. No vaya a ser que la respuesta a esta columna se dé bajo la última bandera que la he visto tomar: “me atacan por ser mujer”, “me atacan por venir de la televisión”.

Ni lo uno, ni lo otro, Cathy. Te atacan porque tu gestión ha sido deficiente y porque tu equipo de trabajo es un chiste. Y de los malos.

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Nicolás Aravena

Fundé La Voz a los 21 años. Dicen que escribo bien, me apasiona la política, fotografía y entender el mundo que habitamos. Dejé de fumar hace poco, hago chistes malos y bailo pésimo

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