Opinión: ¿Perdimos o nos dejamos ganar?

La Concertación ha dejado de ser gobierno después de dos décadas. Es un hecho. Sin embargo, todavía no sabemos si la derecha ganó las elecciones o fue la propia coalición de centroizquierda la que las perdió, hipótesis que es asumida incluso por algunos líderes aliancistas al hacer un análisis de la instalación de su gobierno.

La tan socorrida frase de algunos jugadores de fútbol, “perdimos porque no se dieron las cosas”, parece tener cada vez menos espacio en la política. Los votos no se heredan; se ganan en la medida en que se responde a las expectativas que somos capaces de crear. Siguiendo con la analogía futbolística, ¿nos dejamos ganar?

La respuesta está recién construyéndose, con una demora que no se condice con la rapidez con que se conforma el nuevo escenario político, acicateado además por la premura que impone la catástrofe del 27 de febrero. Este es un requisito ineludible para los diagnósticos, propuestas y proyectos de más largo plazo.

Hay que decir que nuestro esfuerzo en este sentido ha sido escaso: más bien discursivo que empírico; más ideológico que político; más pensando en los líderes políticos que en los electores; más en lo táctico que en lo estratégico. La actual es una discusión que sube de tono sobre el futuro de la Concertación, sin analizar mucho lo sucedido y, menos aun, lo que ha pasado con nuestros electores.

Parte importante de las pasadas elecciones la definió la clase media. En estos 20 años la reducción de la pobreza ha significado el surgimiento de una amplia y poderosa clase media. El nivel de ingreso ha aumentado y su educación promedio se ha incrementado en otro tanto. Estimativamente, un 43,9% de la población se ubica en este segmento, con un ingreso familiar que varía entre $ 916 mil y $ 510 mil. Es un segmento con una identidad diferente a la clase media tradicional, con una relación menos directa y evidente con el Estado, más confiada en sus capacidades y demandante de espacios y oportunidades.

Cristóbal Aninat y Gregory Elacqua, investigadores de Expansiva-UDP, han realizado un interesante análisis empírico de las pasadas elecciones. En síntesis, concluyen que en la Concertación no logramos conectar con la nueva clase media, que se define por su mayor nivel educacional (por la educación particular subvencionada y universitaria) y la incorporación de la mujer al mundo del trabajo.

Es una clase media que define preferencias electorales en cada elección y que espera una oferta atractiva y útil a sus necesidades. No está casada políticamente con ningún sector. Por ejemplo, en Maipú, la Concertación obtuvo un 67,1% de las preferencias en las últimas elecciones de alcalde y en la segunda vuelta presidencial un 51%, lo que se repite en otras comunas.

Viendo ello, la apuesta de más Estado enarbolada en la última elección ha sido incompleta. Más bien, la clase media demanda un Estado más eficaz y eficiente para hacer realidad las promesas de la sociedad de oportunidades y para garantizar una ciudad más justa.

Este segmento mayoritario no sólo aspira a concretar el sueño de la casa propia, ya logrado en muchos casos, sino que, además, que la vivienda goce del mismo entorno, accesos y calidad de vida de quienes viven en las comunas de mayores ingresos. Lo mismo sucede respecto de las aspiraciones y sueños que no supimos interpretar.

Entramos en un nuevo escenario político que está aún en plena construcción. Debemos trabajar para que la renovación de la política y la Concertación 2.0 sintonicen con esta nueva realidad.

Escrito por Alberto Undurraga Alcalde de Maipú

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