Opinión: La toma del Santiago Bueras, la Codeduc, el Municipio y los apoderados

Creo que de la totalidad de temas que escojo escribir, la toma del Liceo Santiago Bueras, es uno de los pocos, sobre los cuales siento plena autoridad para hacerlo. Conozco ese colegio como la palma de mi mano, pues ahí estudié desde kínder hasta salir en cuarto medio.  Hoy de mis tres hijos en edad escolar, la totalidad asiste a dicha escuela. Es decir, la conozco desde los dos ámbitos: ex alumno y apoderado.

La noche del lunes 12 de junio, me enteré que, al igual que en años anteriores, parte de su alumnado había decidido tomarse el colegio. Con esos datos, acudí ayer a la escuela y tras conversar con los alumnos, decidieron darme pleno acceso al proceso interno que vivirían. Sin tapujos, ni mentiras: confieso que lo tomé como un acto de confianza.

Más allá de revelar las conversaciones que el alumnado está sosteniendo o las estrategias que ellos decidan seguir, creo que esta toma, que es la primera que se hace en la comuna, desde que la Alcaldesa Cathy Barriga asumió el gobierno comunal, puede servir de ejemplo, para tomar el pulso, ver como se viene la mano y analizar todos los factores que están en juego.

Que comience el análisis. Desmenucemos

¿Qué reclaman los alumnos que se tomaron el colegio?

Son en su mayoría alumnos de enseñanza media, y tienen un pliego petitorio donde adhieren a demandas nacionales en el ámbito educativo, como son el fin al CAE, o la gratuidad universal de la educación superior. Sin embargo, lo llamativo y penoso es el pliego de peticiones internas del Santiago Bueras.

Y digo penoso, pues cuesta creer que una comuna donde el presupuesto municipal se empina por sobre los 100 mil millones de pesos al año, y donde se han ufanado en decirnos que la empresa municipal de agua potable (SMAPA) traspasa cada año, 4000 millones de pesos a la educación municipal, es decir a la CODEDUC, los alumnos estén pidiendo un cambio de techumbre en la cancha de su colegio. Y el reclamo no es un capricho. El techo es de pizarreño antiguo (lo recuerdo así de niño) y tiene partes que se han caído al suelo. Imaginen por un momento que una plancha de pizarreño cae sobre la cabeza de un alumno. Las consecuencias podrían ser fatales.

¿Qué más piden? Agua caliente en los baños, salas que no se lluevan en invierno, incluso esa petición se extiende a la sala de profesores, y construcciones que no se caigan a pedazos.

Un colegio cuyo slogan es “formando ciudadanos”, tiene –hay que decirlo- ciudadanos de lujo. Jóvenes que están ad portas de salir, y que quieren dejar un colegio mejor, para los alumnos que vienen detrás.

La realidad del Santiago Bueras, que se repite en menor o mayor medida en varias escuelas municipales, es motivo de vergüenza y –nobleza obliga- un problema que ningún alcalde de Maipú en los últimos 25 años, ha encarado de manera correcta.

La CODEDUC

A primera hora de la mañana, los alumnos del Bueras hablaron. En un plenario donde dirigentes y alumnos tuvieron uso de la palabra y pudieron debatir, proyectar y soñar el colegio que imaginan. Asimismo, fijaron plazos para someter la toma a la votación de los estudiantes. Se acordó –por ejemplo- que sólo alumnos de enseñanza media podrán pernoctar en el colegio y que en horario de clases, séptimos y octavos tendrán acceso a la toma, pues se comprende que, con ellos, se puede hacer un trabajo de formación y debate, que les permita proyectar el movimiento en el tiempo. ¿Usted lo logra ver? Líderes estudiantiles de hoy, preocupados de formar a los del mañana. Con generosidad y altura de miras. ¿Lo vio? Imagine por un segundo la política chilena así. Los líderes del pasado, proyectando en los del futuro un legado. ¡Qué distinto sería este país!

Sin embargo, en horas de la tarde al colegio llegó Carabineros. Venían con una orden de desalojo firmada por José Miguel Espinoza Villalón, Secretario General de la CODEDUC, Ingeniero Comercial y vecino de Puente Alto.

A diferencia de otros gerentes, que antaño llegaron a escuchar –al menos- lo que sus alumnos tenían que decir, Espinoza Villalón se hizo conocido a través de una firma en un papel enviado a la intendencia, donde pedían el desalojo de los alumnos.

Como apoderado del colegio, me vi sorprendido con la premura y rapidez con la que actuó el Gerente de la CODEDUC. A la hora de desalojar, demostró ser un profesional sumamente diligente. Sería increíble, que demostrara sus dotes de hacedor en, por ejemplo, solucionar los problemas del colegio. Hace meses reclamé porque niños de 4 años pasan frío en el Santiago Bueras. Reconozco que me hubiera encantado, ver al gerente actuar con la misma rapidez con la que desalojó.

El Municipio de Maipú

Sin dudas que el Gerente de la CODEDUC no actuó por cuenta propia, y que el desalojo de los jóvenes, pasó por un análisis de los equipos municipales. En ese sentido, preocupa que –por ejemplo- que en Maipú se repitan los procesos represivos brutales, que Felipe Alessandri, Alcalde de Santiago, ha exhibido en dicha comuna.

Más allá de ello, parece ser sumamente brutal que desalojen sin siquiera, entablar diálogo. Soy un convencido que, no sería mala idea que la alcaldesa recorriera a primera hora el colegio y que en una sala escuchara a los alumnos. La historia ha enseñado que la diplomacia siempre consigue mejores acuerdos que la guerra.

Estoy seguro que Cathy Barriga en la sala del prekínder a las 7:50 AM, encontraría que el frío es brutal para niños cuyas edades parten en los 4 años. Si viera los baños, y las duchas, no podría creer la falta de privacidad, y si viera el techo de la cancha, repartiría reprimendas y aceleraría soluciones, pues comprendería que reviste peligro.

Se partió con mal pie. Pero dejando abajo los prejuicios, se pueden iniciar caminos de diálogo. Los arreglos que la escuela necesita, no dejarán al municipio con sus arcas vacías, y optimizando recursos en CODEDUC (que exhibe niveles escandalosos en la contratación de auxiliares y paradocentes), Barriga podría hacer historia y derribar mitos.

Los Apoderados

Quizás lo más triste de un proceso de toma, es ver la reacción de los apoderados. Muchos de los alumnos que se toman los colegios, lo hacen a pesar de que sus padres se oponen. No hay de qué extrañarse: el sistema político y económico está diseñado de forma tal, que los oprimidos terminan defendiendo a sus opresores.

Y voy más al fondo. Hoy las escuelas han perdido el sentido, y se han transformado en estacionamientos donde los padres dejan –hartas horas al día- a sus hijos. Igual que un auto, los papás estacionan a sus pequeños y no tan pequeños en el colegio, y ni siquiera se muestran críticos a una jornada escolar completa, que resultó un fracaso, y que fue una mentira. ¿Se acuerda cuando nos vendieron el cuento que los niños en las tardes tendrían talleres extraprogramáticos?

La consigna parece ser una: mientras más horas mi hijo en el colegio, más tiempo tenemos de trabajar y sacar adelante la familia.

La excusa que el sistema nos vende, es que un colegio tomado pierde calidad en sus procesos educativos. La realidad, sin embargo, parece ser un poco más compleja. El proceso educativo se ha ido degradando de forma sistemática, desde hace muchos años, y el estado no ha sido salvador, sino que todo lo contrario: cómplice. En el caso del Santiago Bueras, la situación es más alarmante. Emplazado en una zona de Maipú donde proliferan las capas medias, su rendimiento está por debajo de lo que se debería esperar. Las razones son múltiples, y dan para otras columnas.

Volviendo al tema que nos atañe, muchos papás del Santiago Bueras, ni siquiera quieren escuchar el pliego de peticiones. Peor aún, muestran niveles tan grandes de indiferencia frente al proceso educativo de sus hijos, que no saben que sus salas son heladas. ¿Por qué no lo saben? Porque no van a las reuniones de apoderados.

Y no los estoy culpando. Sólo me gustaría que escucharan del sacrificio que significa tomarse un colegio. Que compartieran las historias de frío y hambre que se producen. Y que, por unos minutos, pensaran que lo que están pidiendo esos alumnos, no son lujos, ni granjerías: están exigiendo a gritos un puñado de dignidad.

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Nicolás Aravena

Fundé La Voz a los 21 años. Dicen que escribo bien, me apasiona la política, fotografía y entender el mundo que habitamos. Dejé de fumar hace poco, hago chistes malos y bailo pésimo

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