Ayer la soberanía de nuestra nación y los derechos de nuestra sociedad quedaron colgando de un péndulo. Nuevamente, nuestra dignidad quedará a expensas de nuestros “honorables” del parlamento y su capacidad de delimitar. Es lamentable la sensación de mal augurio que esto promete, sobre todo considerando las tantas acciones de corrupción que han inmiscuido a la clase política con los grupos económicos.
El Ministro Heraldo Muñoz ha firmado el TPP y sostiene que con éste se obtendrán ventajas comerciales importantes. Al igual que la Presidenta, quien ha expresado a un medio de prensa que lo defenderá “en todas partes” y que “estamos muy felices de ser parte de esto”. Pero cabe preguntarse, ¿quiénes están tan felices? Claramente, se trata del grupo correspondiente a la élite política porque ¿estará la ciudadanía al tanto de este tratado? Es poco probable que contemos con la información necesaria al respecto, porque hemos visto que ni el parlamento parece conocer en qué consiste este tratado, como así lo manifestó Gabriel Boric en plena sesión, expresando su descontento al respecto.
El TPP son las siglas del Tratado Estratégico Transpacífico de Cooperación Económica, en inglés Trans-Pacific Parnetship Agreement, y consiste en un acuerdo junto a otros 11 países. Este estratégico tratado se negoció de forma estrictamente reservada durante 5 años (constando de más de 6000 páginas). Por supuesto, con la nula participación ciudadana. Es de entenderse, en consecuencia, que este tratado comercial no traerá ventajas comparativas, considerando que Chile ya es una de las economías más abiertas al mundo (solo en 6 productos, los cuales no registran para las prioridades de exportación). No es ninguna novedad, entonces, que los beneficios serán exclusivos para aquellas Mega-corporaciones financieras que se involucren en sectores tales como la salud, farmacéuticos, patrimonio de semillas, financieros, uso de Internet y derechos humanos de los pueblos indígenas.
Entendamos, pues, que este acuerdo otorgará libertades a estos grupos empresariales al acceso a mercados y defensa comercial, competencia y obstáculos técnicos al comercio, medidas sanitarias y fitosanitarias, comercio electrónico, telecomunicaciones, servicios financieros, compras publicas y asuntos legales, propiedad intelectual, medio ambiente y reglas de origen, laboral y cooperación, entre otros. Además de entregar la potestad de castigar a los estados que afecten las “expectativas razonables” (no definidas en el TPP) de los inversionistas extranjeros.
Es así como podemos confirmar los dichos por el Premio Nobel de economía, Joseph Stiglitza, “The Vancouver Sun”, quien sostuvo que el TPP “se desmarca de las regulaciones sobre el medioambiente, la seguridad, la economía, la salud y quienes pierden son los consumidores, como en el caso de los medicamentos genéricos, que serán más difíciles de obtener”.
Veamos algunos ejemplos de lo que el TPP implica. Si se aumentara el salario mínimo, por ejemplo, las trasnacionales podrían demandar al Estado por las pérdidas que se producirían al incrementar el salario de los trabajadores. Por otro lado, las mineras también podrían llevar a cabo sus demandas si se llegara a instaurar un verdadero royalty, aun cuando las razones esgrimidas tengan que ver con la inversión en educación u otros. Así mismo, Monsanto podría demandar al Estado, si Chile decidiera desarrollar agricultura orgánica como una opción única, ya que la transnacional se vería perjudicada.
Si al tomar en cuenta estas posibilidades usted está ahora preguntándose ¿quiénes seremos los encargados de compensar y pagar las demandas? Exactamente está en lo correcto: nosotros. ¿Y cómo? Por medio del Estado. También, podría verse afectada la navegación de los usuarios de Internet, ya que al aumentar la protección intelectual de la industria del software, se restringirán los niveles de privacidad, por lo que tendremos que tener mucho cuidado con los vídeos de YouTube que podamos compartir, entre otras cosas.
Como se mencionó al inicio de esta columna, ¡qué más clara acción de pérdida de soberanía significa este acuerdo! Mientras algunos países decidieron mantenerse al margen y observar (como el caso de Colombia y Uruguay), otros deciden entregar su soberanía, concediendo muchas regalías a las trasnacionales extranjeras y profundizando aún más un modelo que viene desarrollándose desde la Constitución dictatorial de 1980.
El llamado es, entonces, que la ciudadanía se la juegue por un rol crucial y comprometido en la discusión para dejar de ser un involucrado pasivo producto del conformismo y la abstención de las manifestaciones. Debemos informarnos, estar atentos y exigir a los diputados y senadores que por alguna vez se defienda la soberanía del Pueblo Chileno.
Escrito por Carlos Rodríguez del Centro Cultural Paulo Freire Maipú.