Hace poco acá en Cerrillos junto a amigos de organizaciones territoriales hicimos una Olla Común. La primera en la que participo.
Esto me ha llevado a reflexionar bastante, ya que hay un contexto que es diferente. Ahora las ollas comunes son con Delivery.
Es arriesgado hacer un menú cuando se convive con el corona bicho, es difícil hacer un menú cuando el estado reprime las acciones de la gente. Entiendo que hay que cuidarse y tratar de mantenerse en casa.
Pero cuando uno se pone a observar a los invisibles y se da cuenta que hay mucha gente en el desamparo, sin un techo, sin un plato de comida, es difícil quedarse en casa sin tener esa necesidad de querer ayudar.
Es difícil no salir cuando te das cuenta que en las calles al lado de las caleteras hay rucos con familias completas con niños que no tienen que comer. Ellos son los invisibles que ni el gobierno ni los municipios quieren ver.
Y por otro lado los medios de comunicación, solo generan miedo y es obvio que hay que tener miedo, si el estado invierte más en elementos represivos que en mejorar la infraestructura médica o de tener un plan de seguridad social que nos ayude a no tener el miedo a quedarte sin casa, quedarte sin trabajo, tener que elegir entre si comes tu o le das de comer a tu hijo.
Disculpenme, pero no me puedo quedar en casa, porque siento que también soy parte de los invisibles, y con todos los resguardos que correspondan soy parte de aquellos que creemos que es necesario mantenerse generando comunidad viva, porque si bien la enfermedad también está acá afuera, también sabemos que la vida no esta adentro.
Y sé que para muchos puede ser irresponsable lo que digo, y está bien. Yo no voy a juzgarlos por querer cuidarse.
Pero afuera como decía antes hay gente en la más absoluta desprotección y nadie de las autoridades a las que les corresponde se quiere hacer cargo y esas personas se están muriendo y la culpa de esas muertes claramente es del gobierno y no de quienes les queremos ayudar.
Porque el hambre no se termina con un guanaco, un enfermo no se cura con una tanqueta y el miedo no se quita con lacrimógenas.
Y ni hablar del festival de las cajas y de las selfies de quienes se postulan a cargos exponiendo a las personas a quienes les entregan la “Ayuda” en una especie de show mediático rasca de quien es el que ayuda más para ganar más votos.
Siento, que el estado está transformando su obligación de proteger y de entregar las condiciones mínimas para que la población pueda vivir en una especie de teletón en la que la gente, el pueblo, tiene que asumir el rol que le compete a los encargados de administrar los recursos y distribuirlos de manera consciente a quienes más lo necesitan.
Y se levanta una nueva campaña “Solo el Pueblo ayuda al pueblo” porque claramente el “Rico ayuda al rico” y más bien el gobierno asegura al rico y deja a la deriva y al sálvate solo a la clase obrera.
Si hubieran invertido en salud, si hubieran invertido en educación, si tuviéramos un sistema de pensiones que no nos robe legalmente, no tendríamos que ver a los abuelos en la calle buscando alimento, tendríamos a una población educada y preparada para enfrentar esta pandemia y tendríamos al personal médico concentrado y trabajando para ayudar a sanar a la gente y no para salvar vidas o tener el dilema de decidir quién debe morir.
Todo sería distinto si la distribución de la riqueza fuera pareja y no beneficiara solo a unos pocos porque claramente para la olla común que quiere hacer el gobierno está mal repartido el chancho y está mal pelado el ajo.
O sea, se repartieron la torta y nos dejaron mirando.