En nuestra comuna y en todo Chile muchas personas viven al día con sus trabajos.
Sin poder salir de la casa, no se puede hacer dinero para comer. Así de simple y así de cruda es la ecuación.
Desde el momento en que se decretó la cuarentena para la Región Metropolitana, también se decretó la bancarrota, la pobreza y el hambre para muchos vecinos.
Por eso es tan importante que el Estado de Chile entregue todo lo que esté a su alcance para apoyar a la chilenas y chilenos en este duro momento. Es decir, que se meta la mano al bolsillo y gaste todo lo que deba.
«El 82 nos endeudamos para salvar a los bancos. ¿Por qué ahora no nos endeudamos para salvar a la gente?«, dijo hace pocos días Benito Baranda, una de las personas que más entiende de pobreza en Chile.
Las cajas de mercadería han sido la forma más conocida de entregar esta ayuda. Pero ojo, pestaña y ceja, que lamentablemente aquí nadie da puntada sin hilo.
En las poblaciones, el beneficio del estado se convirtió en ayuda del gobierno, y la ayuda del gobierno terminó siendo un regalo del alcalde de turno. O peor aún, un premio.
No hace mucho, Contraloría le prohibió al alcalde Jorge Sharp de Valparaíso usar el hombre «Alcaldía Ciudadana» para hacer campaña, ya que determinó que es una marca de uso público. Por lo tanto, no puede ser usada por su partido político en la siguiente elección. El mismo criterio se usó cuando se le prohibió a la alcaldesa Cathy Barriga usar su imagen en los volantes donde se informaba de beneficios para los vecinos.
¿Por qué hace esto la Contraloría?
Porque los alcaldes son simples «gestores» de recursos de todos los chilenos. Es decir, no entregan ayuda a título personal, sino como entidades públicas que usan dinero recaudado a través impuestos como el IVA o los permisos de circulación.
Dinero que finalmente es devuelto a sus dueños originales en la forma de un beneficio del Estado de Chile.
De ahí el conflicto ético de entregar cajas de mercadería con tanto personalismo y ruido mediático. Lo que debería ser una entrega eficiente y discreta por parte del estado se convierte en un espectáculo, cuyos principales protagonistas son las mismas autoridades.
Visto así, la línea que separa a un futuro candidato en pre-campaña y el funcionario público que entrega un beneficio estatal se hace delgada, y la gente puede fácilmente confundir estos beneficios del estado con la bondad del alcalde, diputado o ministro de turno.
Un negocio redondo para algunos políticos que ha llegado llega a niveles tan vulgares como el uso de logos durante sanitizaciones, o lo que hemos visto sin ir más lejos en Maipú cuando facilitan tómbolas de bingo con el nombre del diputado o diputada
O el reciente caso del Intendente Felipe Guevara en Santiago, quien apareció en un video presentándose a una vecina con la frase «oiga, le traje una caja», para luego pedirle que cantara, ya que casualmente su nombre era Violeta Parra (ver video al final).
Es parte de la tradición chilena de ayudar a través de shows televisivos y campañas mediáticas, cuyo máximo referente es Mario Kreutzberger. Una tradición que llama la atención en un país con una clase política que practica mayoritariamente el cristianismo, el cual enseña que tu mano derecha no debe saber lo que entrega tu mano izquierda» (Mateo 6:3).
Y aunque estas ayudas televisivas han estado generalmente asociadas a las empresas privadas, parece que sus prácticas se traspasaron al gobierno del Estado. Un estado al que pedimos que haga todo lo humanamente necesario para ayudarnos a sobrevivir esta pandemia.
Entonces la pregunta no si el estado debe entregar la ayuda, sino de qué manera y a cambio de qué. ¿Será un beneficio, será un regalo o será un premio?
Si es un beneficio que se entregue como tal. Si es un regalo, que se aclare quién lo dona y si es un premio, que se diga qué hay que hacer para ganárselo.
Son preguntas que seguiremos haciendo desde esta tribuna, porque sabemos que ese dinero no le pertenece a ningún alcalde ni partido político.
Es el dinero de todos los chilenos, y ahora más que nunca es necesario que vuelva a sus verdaderos dueños con la dignidad que se merecen.