Los seres humanos somos animales sociales dice Aristóteles en el libro de la política. Es decir, las personas necesitamos comunicarnos a través de cualquier tipo de lenguaje con otros para crear comunidad.
Pero ¿cómo se crea el lenguaje? ¿cuál es el sustento para crear palabras? y ¿acaso existen las palabras que no tienen sustento? En esta columna responderemos estas preguntas a base de la filosofía de Ludwig Wittgenstein.
¿Cómo se crea el lenguaje? El lenguaje se crea gracias a las imágenes que estamos adquiriendo a través de los sentidos. Estas imágenes se convierten en pensamientos. Y estos se convierten en palabras para crear imágenes en la mente de la otra persona, ya que “el lenguaje disfraza el pensamiento” (Wittgenstein, 2016, p.145).
Esta cita nos trata de decir que el lenguaje es el instrumento que tiene el pensamiento para transmitir esta misma imagen tomada por los sentidos para poder comunicarle al otro.
Por ejemplo, cuando una persona habla con un amigo sobre que vio un “lanzazo” en el parque de 3 Poniente. Esta persona tiene esa imagen o pensamiento en su mente y empieza a transformar esa imagen en palabras para comunicarle a su amigo de lo que vio.
¿Cuál es el sustento para crear el lenguaje? El sustento para crear el lenguaje es empírico, es decir, las palabras son imágenes que se pueden experimentar a través de los sentidos, como lo que vemos todos los días en televisión o escuchamos de las autoridades.
No obstante, ¿qué pasa con las imágenes que no tienen sustento empírico? Por ejemplo, los fantasmas, el amor o dios . Es por esta razón que el filósofo llega a la conclusión de decir lo siguiente: “De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca” (Wittgenstein, 2016, p.278).
Es decir, hay imágenes que no tienen sustento empírico, no obstante, existen estas palabras en nuestro lenguaje. No podemos decir que no existen, porque no conocemos todo el universo para negar que no exista ese pensamiento. Es por esta razón mejor callar la boca antes de dar una afirmación de algo que quizás pueda existir.
Es por está razón que es sumamente necesario practicar este proverbio judío: “hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca.” Porque ¿qué pasaría si la palabra o el relato que me dicen que no tiene sustento “empírico” sea real?
Como dice Wittgenstein, es mejor callar la boca, porque no sabemos si puede existir lo que nos dicen.
Para seguir leyendo: Wittgenstein, L. (2016) Tractatus lógico-philosophicus. España: Tecnos.