Si las cosas fueran perfectas, el alcalde de Maipú sería un vecino que vive en esta comuna, la conoce bien y siente un amor profundo por este pedazo de tierra, su gente y nuestros valores. Ese alcalde debería ser “el mejor de los nuestros”. Por su parte, los diez concejales que le acompañan y le fiscalizan en el Concejo Municipal de Maipú, deberían ser hombres y mujeres, con profundo apego a nuestra comuna; que estén dispuestos a poner todos sus talentos, al servicio del desarrollo de Maipú.
No sólo eso. El Concejo Municipal de Maipú, debería ser un espacio en el cual se discuten con pasión y ahínco los grandes temas de Maipú. Ahí se debería instaurar una mirada hacía el futuro. ¿Para donde vamos? ¿Qué queremos? ¿Cómo lo hacemos? Deberían ser preguntas que encontraran sus respuestas en el interior del concejo. También en su seno, se deberían aprobar los destinos de los cuantiosos recursos que disponemos como municipio. Todo lo anterior es un escenario ideal. Bello y magnífico.
Sin embargo se dice que “del dicho al hecho hay bastante trecho”. Basta asistir a una sesión del concejo municipal de Maipú, para darse cuenta que está más cerca de ser transmitido en vivo y en directo por SQP, que por el canal del senado. La discusión es escasa. El discrepar parece estar castigado y da la sensación que se asiste a un espacio en que todo “está cocinado”. Muchos concejales se han especializado en hacer discursos para la galería, sin embargo a la hora de fiscalizar, o incluso votar proyectos trascendentes, optan por abstenerse o pararse para ir al baño.
La palabra futuro parece estar prohibida y hasta se han roto códigos de camarín. Ya no se discuten ideas ni proyectos. Se habla de golpes, amantes; hay acusaciones cruzadas, llamados a “cuidar a la señora” y hasta se habla de paternidades de bebés que nada malo le han hecho a este mundo. Al contrario.
Las palabras corrupción, ladrones y arreglos, han sido dichas en más de una ocasión por varios concejales. Algunos creerán que lo están haciendo excelente, pero la realidad indica que varios son los concejales que están perdiendo el norte. Decir que los últimos concejos han rayado en los “rasca” es poco. Y así, un espacio para discutir el futuro, se ha convertido en un reality show, con más enredos que mundos opuestos, pero con una debilidad: no tenemos derecho a eliminar –al menos a uno- cada semana.