En los casi 8 meses que me ha tocado dirigir este diario, me he encontrado con un reclamo que se repite entre los dirigentes: la alcaldesa de Maipú no nos recibe.
Es un reclamo parecido al que escuchamos hace unos días desde el Barrio Las Rosas, quienes a pesar de haber juntado cientos de firmas para una audiencia pública, nunca recibieron respuesta (ver aquí lo que pasó).
Contrario a otras administraciones, la estrategia de Barriga ha sido tratar directamente con «la gente», saltándose a presidentes de juntas de vecinos y uniones comunales.
Pero a pesar de su desconfianza, la alcaldesa no actúa irracionalmente. Como toda persona, la mueven motivaciones personales, una historia de vida, afectos, objetivos políticos y también miedos.
Un ejemplo de esto es el conflicto que ocurrió entre la alcaldesa y la Unión Comunal Nº2. Después de un descuido imperdonable, los históricos dirigentes de Renovación Nacional fueron demandados y desalojados de su tradicional sede (ver historia completa aquí).
O cuando despidió a más de 470 trabajadores municipales, a quienes acusó de operadores políticos. Cuestión que nunca se pudo comprobar y que terminó costando millones de pesos en indemnizaciones (ver nota).
Hasta nuestro diario se ganó una demanda, tras ser acusados de un plan para destruir su imagen, o quizás peor, ser operadores políticos de algún partido opositor. Una demanda que por cierto ganamos ante la falta de argumentos serios (ver nota aquí).
Mi teoría es que Barriga aún asocia a los dirigentes comunales con la administración del ex alcalde Christian Vittori (ver aquí los casos emblemáticos), cuyo nombre está prohibido mencionar en su entorno.
Sin embargo, al hacer eso dejó fuera a una gran cantidad de presidentes de juntas de vecinos y dirigentes de barrio que no tienen nada que ver con el ex alcalde, privilegiando solo a quienes se muestran «favorables» a la administración e ignorando a quienes la critican.
Por eso, tras años de observar esta manera de gobernar, llama tanto la atención la molestia de la alcaldesa al sentirse ignorada por el Ministro Jaime Mañalich.
Porque digamos las cosas como son, la alcaldesa Cathy Barriga no es santa de devoción el Gobierno del presidente Sebastián Piñera ni de los partidos políticos tradicionales.
Así lo demostró el mensaje de Whatsapp que se filtró, donde el diputado Lavín Junior le pide al presidente Piñera que su gobierno se disculpe públicamente por haber llamado mentirosa a su señora (ver aquí).
Esta distancia entre Cathy Barriga y el gobierno puede explicarse por distintos motivos. Quizás sea porque la alcaldesa no pertenece a la elite política o por su pasado televisivo. Quizás sea porque ella misma repite que «no es una política», cuando en realidad sí lo es (o cuando le conviene).
En mi opinión, esta bronca es más profunda, y se debe a que Cathy Barriga se ha vuelto una persona poderosa y difícil de controlar. Una mezcla que no cae bien en la elite criolla chilena.
Sea como sea, la alcaldesa está viviendo en carne propia la indiferencia de un gobierno que prefiere entenderse directamente con la gente, saltándose cuando puede a las autoridades de menor rango.
Por que cada informe de salud, cada anuncio de contagio es un punto más en el rating televisivo que nadie está dispuesto a ceder. En ese sentido, Jaime Mañalich y Cathy Barriga son dos caras de una misma moneda: personajes que no caben juntos en la misma foto.
Dos estrella que cuando una brilla inevitablemente opaca a la otra.
A tanto ha llegado la enemistad entre alcaldía y gobierno (Mañalich), que los consultorios que dependen del gobierno se niegan a entregar información sobre contagiados por COVID-19.
¿Será por mala onda con el doctor Mañalich que Maipú no está en cuarentena?
Habrá que escuchar a los expertos, pero la lógica dice que no.
La alcaldesa Cathy Barriga ha repetido innumerables veces en televisión que Maipú es la comuna con más contagiados en Chile.
Pero omite un dato importante.
No es lo mismo tener 400 contagiados en un ciudad como Maipú con 500.000 habitantes, que tener la misma cifra en una ciudad como Punta Arenas con 120.000 habitantes.
Si se analizan las comunas a nivel nacional, comparando los contagiados que hay por cada 100 mil habitantes, la situación cambia totalmente.
Eso al menos muestran los datos del visualizador de la Facultad de Matemáticas de la UC, donde Maipú aparece con una tasa inferior al resto.
Puede que los profesores de la Facultad de Matemáticas no sepan mucho de Instagram, pero sí saben harto de números.
Por otra parte, poner una ciudad en cuarentena del tamaño de Maipú tiene otras complicaciones: los contratos de trabajo se suspenden automáticamente, los pocos negocios que funcionan se verían obligados a cerrar, la violencia en los hogares crece y la falta de trabajo sin subsidios empobrece.
Es decir, aplicar cuarentena en la segunda comuna más poblada de Chile es algo un poco más complicado que la mala onda entre un ministro y una alcaldesa.
«Nosotros como municipio hemos entregado los oficios de manera correcta, obviamente formal y necesitamos la respuesta«, dijo la alcaldesa al enterarse de que Maipú no entraba en cuarentena.
Una frase muy similar a la que muchos dirigentes de Maipú vienen repitiendo hace meses cuando piden hablar con ella.
Quizás es el momento de que las autoridades entiendan que es necesario aprender a trabajar con todos y no sólo con quienes les dan un «me gusta».
Todavía es tiempo de reflexionar, aún se pueden corregir errores, y entender que si Cathy Barriga es ignorada a pesar de toda su fama, qué queda entonces para los dirigentes de Maipú que por años esperan una respuesta a sus peticiones.