A quien escribe este artículo el terremoto del pasado 27 de febrero le tocó pasarlo en su domicilio en Maipú y al igual que miles de vecinos además de varias cosas menores en el suelo, el movimiento telúrico no le trajo consigo grandes cambios en su vida. Es más, de manera inicial no fui capaz de dimensionar la tragedia. Pero con el correr de los minutos, y las informaciones que a esa hora llegaban, en mi caso, a través de Radio Bio Bio, pude comenzar a palpar, a mediar la tragedia en su real magnitud.
A “Don Tristán” llegué a las 6:02 AM de ese día y la imagen que aprecié estaba más cerca de un cuadro surrealista de Dalí, que de un edificio construido en pleno siglo XXI. Ahí conversé con Mirko Boskovik, vecino del cuarto piso que miraba impotente como uno de los sueños de su vida -literalmente- se había venido al suelo. Al verme con mi cámara de fotos y preguntarme de dónde venía, los vecinos me consultaron por los demás medios de comunicación. Necesitaban hacer público el caso para comenzar a obtener respuestas. Recuerdo que les dije que no se preocuparan, que era cuestión de horas para que toda la prensa comenzara a llegar. Este edificio será el niño símbolo del terremoto en la Región Metropolitana, pensé. Al cabo de unas horas descubrí que no me había equivocado.
Desde ese primer encuentro pasaron muchos meses para volver a vernos. Sucedió el sábado 24 de julio en momentos que los vecinos cerraban una etapa. Y tras hacer un par de entrevistas hubo un nombre que se repetía para bien: Alfredo Ávila.
UN SIMPLE FAVOR
Alfredo Ávila sobrepasa los cuarenta años y tiene domicilio en Puente Alto, aunque nos aclara que su jurisdicción territorial involucra cualquier sitio en que haya una montaña. ¿Entonces qué hace en Maipú un tipo amante de las montañas, cuando acá lo más grande que tenemos es el Cerro 15 o Primo de Rivera?
La respuesta a la pregunta es un simple favor. Resulta que un día Ávila recibe una llamada de un conocido que vivía en el malogrado edificio. Ahí le pide que le ayude a sacar sus pertenencias atrapadas, secuestras por la mole de hormigón. Y lo que sería un favor para uno, terminó siéndolo para todos.
TÉCNICAS DE MONTAÑA
Ese sábado 24 de julio se terminaban de rescatar los enseres gracias a la conformación de un equipo de lujo. Por un lado los Carabineros aislaban la zona, los bomberos prestaban ayuda desde el exterior y recibían lo que Ávila y cuatro hombres de su equipo, le arrebatan de las mismas fauces al endeble Don Tristán.
Ávila nos confiesa que “tenía confianza en que las técnicas de montaña se pueden aplicar a este tipo de actividades y afortunadamente nos resultó un exitazo y ahora queremos dejarlo plasmado en un protocolo de ejecución porque si alguna vez se volviera a dar algo así, las autoridades tengan un recurso al cual echar mano”.
Sin embargo antes de poder ingresar a “Don Tristán”, hubo que redactar un plan que fue aprobado por el Alcalde, Bomberos, Carabineros y Ministerio Público. “Hubo que ir a presentarlo personalmente y los resultados son gigantescos”, cuenta el experimentado montañista. Y tiene toda la razón; más de ochenta mil kilos en especies lograron ser rescatadas. Más del 90% de todo lo que había en la construcción. Usando, por ejemplo, tirolesa, que no es más que una cuerda que se amarraba a los balcones del edificio y a un poste bajo éste para, usando la fuerza de la gravedad ir rescatando enseres.
RÉPLICAS Y MIEDO
Y mientras Ávila, Mario Hormazábal, Sergio Chinchón, Cristóbal Salazar y Domingo Melillín ingresaban al edificio para rescatar las cosas, más de alguna réplica les tocó vivenciar. Le pregunto a Ávila si sentía miedo en esos momentos y se apura en aclararme que “Sí, aunque el concepto miedo y temor son diferentes. El miedo es un temor fuera de control que te paraliza. Y eso es lo que debemos evitar. El temor te lleva a tomar los resguardos necesarios, te lleva a pensar de forma racional. Desde ese punto de vista todos arriba sentimos temor, pues de no haberlo sentido seríamos locos y los locos son peligrosos”.