En el mundo se vive un estado de crisis, desde mi ventana en Maipú y con una lluvia en plena pandemia, pasamos el invierno del año 20 del siglo XXI con mucha gente anegada y muchas personas sin los suficientes derechos sociales, la salud se ha convertido en una necesidad perentoria en estos días, la educación privilegiada por la tecnología y el mercantilismo de esta, el problema de trabajar con el riesgo de morir por el contagio o por la delincuencia de las calles.
Por su lado el cambio climático se ve alterado de alguna manera por la desaceleración de la población mundial, produciéndose una especie de restauración del clima, retornando al estado original y haciendo ese silencio natural que acerca a la fauna nativa de los alrededores hacia los núcleos poblados. Un claro ejemplo del deterioro de su hábitat y la intervención humana, a la cual se suma nuestra contaminación, que últimamente nos ha jugado en contra, trayéndonos pobreza, hambruna y luego la muerte, siendo las víctimas los mismos seres humanos.
Esto absolutamente corresponde a una debacle del sistema capitalista económico y social, el histórico extractivismo que no discrimina su crecimiento ante la destrucción de los territorios, poseyendo ese estigma llamado progreso, una forma de pensar que destruye la naturaleza y viola la cultura de los pueblos que yacen ahí. Una especie de virus llamado propiedad privada.
Acompañado de esto, el desarrollo de grandes ciudades que se levantan como cárceles de almas, que absorben las energías de las personas para entregárselas a otras y que ni siquiera son de su país, el dominio de la moneda y la acumulación de las riquezas. La histórica manipulación de los gobiernos para someter a las masas a favor de las riquezas del imperio de papel.
Sin embargo desde el año 2019, la ola de estallidos sociales puso al mundo en plena controversia. El crecimiento de la brecha de desigualdades de los derechos fundamentales de las personas y la vida, quedaron al descubierto, no por el estallido, sino más bien por décadas de sometimiento y abuso sistemático a los pueblos, considerado de carácter “legal”.
Lo que despertó la conquista de la ciudadanía por la búsqueda de justicia para contender a grandes grupos económicos que controlan gobiernos y destacan por su poder adquisitivo, como por ejemplo los oligopolios que quedaron desenmascarados por la caída del naipe, producto de los trastornos financieros producidos por el cambio climático, el exponencial crecimiento de la población y el estado de pandemia que actualmente deja en evidencia la necesidad de erradicar el modelo neoliberal y su famosa mano invisible.
La misión será proponer una alternativa contemporánea que haga frente a los tiempos modernos, donde el pensamiento avance a sostenernos mediante el respeto hacia la madre tierra y en donde el cuidado del planeta y de sus seres vivos sea una condición necesaria para la supervivencia de los asentamientos humanos del futuro, utilizando la tecnología y aprendiendo de las lecciones del pasado.
Consolidando una sociedad de estado ecológico solidario, donde el centro no sea el desarrollo, sino un nuevo paradigma en la evolución de la humanidad. Una civilización forjada por el trabajo colaborativo de los grupos de afinidad, una gama de expresiones sin distinción, volviendo al origen para crear nuevos códigos, dan sentido a un nuevo concepto de estado, siendo la masa productiva el cerebro en la toma de decisiones de una nación, donde las sinergias fluyan en base al conocimiento para lograr obtener una sociedad plural y más equilibrada con su entorno, independiente de la realidad en la que se encuentre.
Partiendo en producir los anticuerpos necesarios para sanar en el tiempo, la mentalidad de la conciencia social, el estrés histórico y todo lo negativo que podríamos revertir y que hoy día nos lleva a tener este mundo en el que vivimos.