18-0, un año después:
Cualquier cosa que podamos meditar sobre lo que ocurrió hace un año atrás sin duda va a estar cruzado por sentimientos de intentar saber el por qué, muchos ya lo podíamos presentir, pero sería pretencioso y de mal gusto jugar al político profético.
Esta carta tiene otra lógica y más bien es pensar: ¿Para qué nos ocurrió? preguntémonos qué distintos somos y qué hemos aprendidos 365 días después.
Antes de ser diputado era un concejal de una comuna de la zona poniente de Santiago, el Supermercado cerca de mi casa en Las Rejas fue saqueado, un poco más allá solo vestigios de que alguna vez existió un semáforo y peor aún, el metro de toda una vida cerrado y quemado.
¡Vaya catarsis nacional!
¿Y qué hacíamos los políticos? Muchos intentaron adjudicarse el ”valor moral” de este estallido, otros en sus castillos dogmáticos incapaces de pensar que esto era un reventón definitivo después de años de injusticias y abusos. Muchos cayeron en el romanticismo perverso de adorar la violencia y el odio. Pero ante eso, la voz de millones de compatriotas nos demostraron que en paz y alegría se reivindicó la alegría de la manifestación.
Y nuevamente me pregunto: ¿Qué estábamos dispuestos a hacer los políticos? El país se movió entre la fuerza de las reivindicaciones justas y también en una ola de violencia desatada, donde nos encontramos con ese fantasma que creíamos olvidados como es el de las violaciones a los DD.HH y el abuso de algunos.
Todos recordamos la sensación de agobio y de alivio que se vivió en la madrugada del 15 de noviembre. Gracias a la buena voluntad y liderazgo de muchos se logró avanzar hacia una oportunidad única de poner la mesa para dialogar, disentir cívicamente y construir en una futura Convención Constitucional.
Pero para eso, todos debemos aprender dos lecciones. La primera que lo ocurrido el 18-O no pone a ningún grupo o coalición política en superioridad moral sobre el resto, en la centroderecha gracias a Mario Desbordes tomamos esto como una prueba de humildad y asumir que nuestro mantra emanado de Chicago ya no alcanza para interpretar este Chile, como ojo, pestaña y ceja, que a la izquierda tampoco le iría muy bien si pretende sacar sus viejas recetas mágicas que solo han resultado en pobreza y descalabro.
La segunda lección, es que sin la posibilidad de tener la voluntad de crear mínimos comunes de comunicación no se va a llegar a ninguna parte, como somos una élite, solemos creer que la sociedad se mueve bajo la misma lógica combativa que muchos propugnan y no, los y las chilenas son moderados, desprejuiciados y muy poco dogmáticos. Hoy en Chile la revolución que se necesita es aquella que dé soluciones y no meras buenas intenciones.
Lo peor que le puede pasar a una sociedad, no es que nos diferenciemos y discrepemos, lo que enferma a las democracias es que no reconozcas la existencia del otro al distinto a ti.
Un año después seríamos unos frescos si pretendiéramos sentirnos triunfadores o herederos de lo que ocurrió. El 18 de octubre de 2020 nos encontrará aún con pensiones miserables para nuestros abuelos, nuestro Sistema de Salud si bien ha dado muestra de fortaleza combatiendo la pandemia más feroz en siglos, sigue distinguiendo entre quienes pueden pagar y no, la educación de nuestros niños sigue siendo para ricos y otra para pobres. Y así podríamos seguir.
Tal vez nunca nos ganemos el corazón de la gente y debemos asumir eso, pero tenemos la opción de pasar a los libros de historia- a pesar de todos nuestros defectos- como un grupo variopinto de políticos que intentó sanar el alma de una nación y poner por delante lo que yo creo que es lo más sagrado de una democracia: asegurarle a una futura generación el goce de ésta.
Seamos más humildes, asumamos que somos parte del problema, pero también de la solución.
Camilo Morán Bahamondes
Diputado RN por el distrito 8 de la Región Metropolitana
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