Cathy Barriga, la reina de los corazones en Maipú

Cada vez que me subo a un colectivo en Maipú, aprovecho a preguntar al conductor o conductora qué piensa de lo que está pasando en la comuna. Cuando pregunto por la alcaldesa, recibo críticas de un lado y de otro.

Resumiendo al máximo, las respuestas son del tipo: “sí, me gusta porque organiza actividades para toda la gente”; y “no, no me gusta porque tiene el despelote”.

O sea, que incluso frente a las críticas nadie es indiferente a su figura. Se la podrá amar u odiar, pero no pasa desapercibida.

Porque, a pesar de las diferencias, nadie en su sano juicio puede negar que la alcaldesa de Maipú es popular.

Sí, es popular, digámoslo con todas sus letras, aunque a la centroizquierda le duela aceptarlo (nos duele). Porque lo que más anhela este sector político, en especial los más de izquierda, es tener el respaldo del “pueblo”, su cariño, su afecto.

Lamentablemente, lo que muchos entienden por “pueblo” es una idea bastante apartada de la realidad actual, pues vivimos en una cultura del consumo, donde es más importante tener acceso a bienes y riqueza, que reivindicar una condición de clase.

Una cultura donde la popularidad se gana en la televisión haciendo farándula y no en los pasillos del congreso o las reuniones del sindicato. Lo primero entretiene, lo segundo aburre.

Triste, pero cierto.

Quién quiera ser popular en esta época de la telepolítica deberá jugar las cartas del juego. Un terreno donde la alcaldesa, aceptémoslo, es experta.

Nuestra alcaldesa viene de la televisión, donde sudó con mucho esfuerzo su popularidad. Siguió las reglas del juego y fue exitosa. Prueba de esto es que son pocas las personas que no conocían a Cathy Barriga, incluso antes de su aventura política. No hay mamá de nuestro querido Chile C3 que no la haya visto en algún reality o programa de la T.V.

Por eso, conocen su historia y la llaman por su nombre. Para muchos, ella siempre será «la Cathy».

Digamos entonces que no hay nada de malo en su popularidad. Por lo demás, no será la primera ni la última política que llega al poder por la fama y la televisión.

Perón en Argentina fue popular en gran parte gracias a su esposa Eva, actriz. Ronald Reagan fue un conocido actor antes de ser presidente. Lo mismo Arnold Schwarzenegger, Donald Trump, Erto Pantoja, Ramón Farías y una larga lista en distintos países . Personajes tanto de izquierda como de derecha.

Pero no, señores, el problema no es la popularidad de Barriga, ni el origen de su fama.  El problema es cómo entiende y ejerce su autoridad política . Sí, escuchó bien, PO-LÍ-TI-CA.  Porque independiente de su pasado, Cathy Barriga actualmente ejerce un cargo político al servicio de todo Maipú.

Perdón, pero yo no soy política

Como ya dijimos en una columna anterior, nadie puede pedir peras al olmos. Barriga no tenía formación política, y eso no es algo para celebrar. Es un problema a mejorar.

La alcaldesa necesita ayuda de gente con más experiencia y todo parece indicar que su tozudez le impide pedirla como corresponde. La alta rotación de cargos y las críticas de su propio partido tampoco ayudan.

Su falta de experiencia política es tan negativa en su cargo, como lo sería para cualquiera de nosotros que postule a trabajo frente a las cámaras de televisión. Para tener un cargo es necesario tener competencias. Si cualquiera de nosotros quisiera ser locutor de radio o presentador de T.V., deberíamos estudiar, prepararnos, postular al cargo.

Sería raro que alguien que se esfuerce tanto por estar en televisión y luego diga: “yo no soy un personaje de televisión”.

En resumen, es más fácil decir que uno no es político que aceptarlo y hacerlo bien.

Pero todo esto sería una graciosa anécdota si no se tratara de la alcaldesa de una de las comunas más grandes, ricas y pobladas de Chile.

Entre muchos otros problemas, la falta de experiencia política y de cultura democrática trae consigo el autoritarismo. O sea, creer que todo se puede resolver solo “mandando”. Una autoridad que se ofende ante cualquiera que le lleve la contra.

El escritor Lewis Carroll, que era un ciudadano inglés en un país con reyes, sabía muy bien esto. Por eso, se dio el gusto de crear un personaje que ridiculiza a quienes creen que por gritar más fuerte, o tener una corona dan órdenes esperando lealtad sin cuestionamientos.

Nos referimos a la reina de corazones, uno de los personajes del mundo de Alicia en el país de las maravilla. Una monarca que enfurece cuando desobedecen sus órdenes.

Este personaje fantástico nos enseña lo ridículo e impracticable de ejercer el poder de manera autoritaria.

Ser líder es mucho más que solamente mandar. Es sobre todo convencer con el ejemplo y las cualidades humanas, es sacar adelante tareas de manera colectiva, compartiendo responsabilidad, delegando tareas.  Es lograr que todos se sientan partes útiles en un gran engranaje de trabajo.

Por otra parte, el personalismo es otro de los males a erradicar tanto en las instituciones públicas como en la empresa privada.  Es decir, creer que la autoridad recae solo en una persona, que concentra el poder en vez de distribuirlo horizontalmente en equipos de trabajos.

El problema con estas malas prácticas es que no funcionan.  Incluso el management moderno entiende esto. Porque para gobernar hace falta equipos.

Y equipos es justamente algo que no tienes cuando mandas a cortar la cabeza de quiénes te llevan la contra.

Miedo no siempre es respeto

Hemos comprobado en múltiples oportunidades el temor reverencial de muchos funcionarios a expresarse con nombre y apellido por miedo a represalias.

Incluso el encargado de prensa de la municipalidad, Pedro Orellana, declina hacer comentarios sobre cualquier materia.

La orden parece clara, nadie puede hablar sin antes consultar a quien dicta los destinos de las y los trabajadores de una municipalidad con mayor planta en Chile.

Lo paradójico de todo es que muchas de los argumentos de la alcaldesa en contra de la administración anterior son correctos.

En Maipú ha habido corrupción y el anterior alcalde enfrenta un juicio por el caso basura, donde hay cientos de horas de grabación con las más insólitas conversaciones.

Pero incluso entre «un ladrón con carisma» y «un autoritario mal genio» es difícil decidir.

Si la alcaldesa quiere que la escuchen en serio debe dejar atrás sus excusas y aceptar lo que es: una política al servicio de toda la comunidad.

Debe pasar de la popularidad televisiva al respeto ciudadano, y para eso necesita dar garantías de gobernabilidad, partiendo por dejar de ubicarse al centro de todos los problemas.

Entre otras cosas, porque es nuestra primera autoridad y necesitamos que sirva a todos los vecinos.

Incluso poniéndose al servicio de aquellos que la critican. Porque de eso se trata el servicio público: servir y no ser servido.

https://lvdm.cl/2018/07/30/en-defensa-de-cathy-barriga-en-contra-de-la-hipocresia-politica/

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Ex Editor

Editor por oficio, pulso y ojeras; eterno tesista de un magíster en periodismo. Orgulloso de ser maipucino y ñoño de corazón.

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