Para leer la segunda parte: https://lvdm.cl/columna-opinion-el-legado-de-elicura-segunda-parte/
La posta de la causa mapuche en las nuevas generaciones
En el camino que ha ayudado a pavimentar Elicura encontraremos a otros poetas e intelectuales mapuche, que han reivindicaron la causa y, también, nos mostraron su visión de lo que entienden como Chile: Leonel Lienlaf, Jaime Huenún, David Añiñir, Graciela Huinao, Adriana Paredes Pinda, Roxana Miranda Rupailaf, Maribel Mora Curriao, por mencionar algunos.
Todos estos intelectuales, con Elicura a la cabeza, han aportado en darnos a entender que nuestro problema, como sociedad chilena, radica en no ser capaces de darles el valor, ni el sitio, que los pueblos indígenas merecen en nuestra cultura. Por ello, el legado de Elicura va más allá del reconocimiento de un gobierno, sino de la posibilidad de proyección de aquel mensaje de integración y diálogo que debe establecerse entre Chile y el Pueblo Mapuche, saltándose inclusive a la clase política, que sin duda es parte del problema.
Aquel legado, hoy en día, vemos que ha traspasado definitivamente las fronteras generacionales: mientras un gobierno de derecha premia al trabajo de Elicura, observamos que existe un fuerte movimiento de reivindicación de la causa mapuche a través de sus agrupaciones y otras instancias, como el Hip-Hop.
Desde ya pido disculpas a los lectores por mi poco manejo sobre dicho movimiento, pero fue, en el contexto de la pandemia, que uno de mis alumnos, debatiendo sobre la situación del mapuche urbano, me enseñó al respecto, citando textual un párrafo de la canción-poema «Witrapaiñ» (Estamos de Pie), interpretada por dos connotados hiphoperos de origen mapuche: Gonzalo Luanko Castro y Andy Ferrer Millanao, más conocido como Portavoz.
Es desde este movimiento que se está dando la creación de un sentido de identidad y pertenencia a miles de mapuche urbanos, que durante décadas sufrieron el dilema de desconexión con su cultura y discriminación, al no pertenecer a comunidades indígenas, al vivir en la ciudad. Así, asumen propia la causa mapuche y el trabajo de reconectarse con la cultura a través del rescate de su lengua.
En este contexto, la trascendencia del legado de intelectuales como Elicura, ha pasado la posta a nuevos poetas que reflexionan críticamente sobre el trato brindado por chilenas y chilenos a su cultura. Su calidad de oralitores la vemos a través de su música y poesía crítica, expresada a través del Hiphop. Sin embargo, este debate abandona el contexto regional rural, trasladándose abiertamente a la ciudad, espacio donde se reelabora el debate y sentido de su identidad en el contexto contemporáneo.
Sobre este último punto, el hiphopero Portavoz establece claramente que el conflicto chileno-mapuche se instala en la ciudad, no solo como reivindicación ancestral, sino también como proceso de reconexión con aquella identidad postergada y degradada en la ciudad, que ahora se reivindica como una forma de lucha válida, no sólo por la recuperación de la identidad, sino por el conflicto mapuche en sí mismo.
Desde una posición más política, Gonzalo Luanko Castro, también profesor de Historia, plantea el conflicto latente del mapuche nacido en la ciudad: “Nací sordo mudo de mi mapudungun”, refiriéndose al proceso de no transmisión de la cultura del mapuche migrante hacia su descendencia, debido a la estigmatización. Luanko nos muestra una visión crítica respecto de la escuela y su silencio cómplice al no transmitir esa historia: “Educación chilena nos negó… Historia de Kilapang, Kallfukura, exterminio desplegó”.
En este contexto, el legado de Elicura ha trascendido a las generaciones, tanto de mapuche urbanos como de wingkas, conscientes de la necesidad de solucionar este conflicto ancestral chileno-mapuche.
Este legado ha entregado las bases para reelaborar el mensaje y actualizarlo: De qué otro modo se puede entender que, en el estallido social, miles de chilenas y chilenos, de manera inorgánica, asumieran la bandera mapuche como símbolo aglutinador, que conjugara la opresión de un sistema y la reivindicación de una lucha social.
Es tarea nuestra como ciudadanía, maipucinas y maipucinos, no sólo buscar solucionar nuestros dilemas más urgentes, sino, también, ser empáticos y permitir las condiciones para que reconozcamos el sitio que merecen los pueblos indígenas en esta nueva sociedad que deseamos construir.
Por ello, vecina y vecino, cuando tenga el tiempo le invito a dialogar con Elicura. Para él y nuestros pueblo hermano mapuche, este proceso constituyente comenzó hace varios siglos atrás y aún no ha culminado.