Cordón Industrial Cerrillos-Maipú: Recordando la movilización popular en el territorio a 50 años del golpe

En el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile, recordamos la valiosa historia de los Cordones Industriales, una expresión de la organización obrera durante el gobierno de la Unidad Popular (UP).

En 1972, en pleno auge de los cambios impulsados por la Unidad Popular en Chile, se formó el Cordón Industrial de Cerrillos-Maipú, una iniciativa pionera de los trabajadores que buscaban una solución coordinada para las crecientes dificultades locales que se vivían en ese momento.

Tal como rescata el texto “Sociabilidad y organización política popular: Cordón Industrial Maipú-Cerrillos (Santiago 1972)”, de Sandra Castillo, el gobierno de Salvador Allende marcó un hito en la historia chilena al promover transformaciones significativas, incluyendo la creación de un Área de Propiedad Social en la economía, donde los trabajadores desempeñaron un papel clave en la administración de estas empresas y se generaron tensiones con empresarios, planteando desafíos para el movimiento sindical.

Esta etapa de la historia chilena fue testigo de una intensa movilización social y un creciente compromiso popular con la transformación del país desde la base, donde el Cordón Industrial de Cerrillos-Maipú se erige como un ejemplo emblemático de la sociabilidad y la organización política de los trabajadores en un momento crucial de la historia de Chile.

Y es que este sector tenía características únicas, ya que albergaba grandes establecimientos fabriles que producían bienes de capital, lo que lo convertía en un epicentro industrial clave en Santiago. 

La movilización culminó en un Cabildo abierto, organizado en gran medida por miembros del Partido Socialista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, donde se discutieron problemas y se planteó la necesidad de un poder paralelo al municipio, un órgano dirigido por los trabajadores: el Comando Comunal.

Aunque esta agitación logró abordar algunas deficiencias, los problemas persistieron y las demandas se centraron en la gestión de las industrias por parte de los trabajadores. A partir de mediados de 1972, la agitación se intensificó, con los trabajadores de Cerrillos-Maipú liderando acciones más radicales.

Luchas obreras y choques políticos

Según relata la autora, aproximadamente un mes después del Cabildo abierto, los trabajadores de tres empresas en Cerrillos-Maipú – Perlak (industria de alimentos enlatados), Polycron (química industrial) y Aluminios El Mono – iniciaron una movilización en demanda de que estas empresas fueran transferidas al Área de Propiedad Social. Estas acciones marcaban un cambio significativo en la orientación de las luchas obreras y eran una respuesta a la burocracia gubernamental y a las negociaciones en curso entre la Unidad Popular y el Partido Demócrata Cristiano (PDC).

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Cordón Industrial Cerrillos-Maipú

Como respuesta a estas movilizaciones, se creó el «Comando Coordinador de las Luchas de los Trabajadores del Cordón Cerrillos-Maipú,» que más tarde se simplificaría a «Cordón Industrial Cerrillos-Maipú», ¿y qué hizo que este conflicto se destacara entre otros similares? Un factor clave fue la coordinación previa existente, que permitió el apoyo de otras industrias en el sector, dándole más visibilidad al movimiento.

Durante la primera quincena de junio de 1972, se desataron huelgas en diversas empresas del sector, la mayoría de ellas debido a la falta de satisfacción de los pliegos de peticiones presentados por los trabajadores. Dos casos notables fueron FENSA y Perlak. En FENSA, surgieron conflictos entre los líderes sindicales y los ejecutivos sobre los mecanismos legales utilizados para recuperar la empresa. En Perlak, además de las demandas en el pliego, hubo acusaciones de sabotaje a la producción y venta en el mercado negro. Los trabajadores declararon una huelga el 19 de junio exigiendo que la empresa pasara al área social.

Un antecedente relevante es que el movimiento obrero coincidió con una movilización de pobladores, lo que fortaleció sus acciones. Los habitantes ocuparon las calles y bloquearon el tráfico en Av. Los Pajaritos para demandar soluciones a los mismos problemas que habían causado las manifestaciones meses antes. Sin embargo, algunos etiquetaron estas acciones como «ultraizquierdistas,» aunque gran parte de los promotores eran miembros del Partido Socialista (PS), que buscaban soluciones locales fuera del aparato estatal.

La situación escaló cuando un grupo de trabajadores ocupó el Ministerio del Trabajo en el centro de Santiago, llevando el conflicto al ámbito político institucional. La ministra de ese entonces, Mireya Baltra, intervino y escuchó las demandas de los trabajadores, que consideró legítimas y justas. A pesar de no lograr una solución inmediata, esta acción resultó favorable para los trabajadores, quienes de todas fromas continuaron con las paralizaciones.

El 30 de junio, barricadas bloquearon los caminos de acceso a la comuna, con la participación de trabajadores de numerosas industrias y el apoyo de campesinos y pobladores locales, lo que marcó una escalada en las acciones de protesta y un desafío abierto a la política de conciliación promovida por el Partido Comunista y Salvador Allende.

La movilización masiva de los trabajadores en Cerrillos-Maipú desafió a los dirigentes políticos del Partido Socialista (PS) que intentaron disuadir a los manifestantes sin éxito. Solo cuando el Ministro de Economía, Carlos Matus, y el Director de DIRINCO, Patricio Palma, llegaron al lugar con un decreto de requisición para Perlak y la decisión de intervenir Polycron y Aluminios El Mono durante la misma semana, los trabajadores se sintieron satisfechos. Habían superado la burocracia gubernamental y se habían convertido en actores cruciales en el proceso en curso.

La organización de estas tres industrias y la convergencia de los conflictos laborales en ellas, que no estaban inicialmente incluidas en el proyecto de Área de Propiedad Social (APS), comenzaron a forjar la unidad en la acción. Este proceso no solo involucró a los trabajadores, sino que también se extendió al campesinado del área.

Sin embargo, a pesar del compromiso del gobierno de intervenir las otras dos industrias, esto no sucedió, prolongando los conflictos. Además, los tribunales ordenaron la detención del interventor de Fensa y el desalojo de los trabajadores que habían ocupado Polycron para devolver la fábrica a sus dueños. Estos eventos llevaron a la convocatoria de asambleas que reunieron a trabajadores de varias empresas del sector, así como a pobladores y campesinos, acordando una marcha de protesta el 12 de julio hacia el centro de Santiago. La manifestación apuntó a los Tribunales de Justicia, el Congreso Nacional y el periódico El Mercurio, considerados los pilares de la derecha chilena. Los manifestantes denunciaron al Parlamento, la justicia y la Contraloría, afirmando que estos poderes no representaban sus intereses y obstaculizaban las reformas propuestas por el gobierno.

Esta manifestación dejó claro que los trabajadores estaban buscando una independencia de acción con respecto a los mecanismos institucionales, aunque aún apoyaban al gobierno. Esta posición crítica no solo atrajo la oposición de la derecha, sino también de sectores dentro de la propia Unidad Popular, especialmente el Partido Comunista (PC), que veía al Cordón como una alternativa peligrosa a la política oficial. A pesar de las tensiones, este tipo de luchas continuaron produciéndose, lo que fortaleció la unidad de los trabajadores y su capacidad para presionar al gobierno y tomar el control de empresas.

A partir de estos acontecimientos, el Cordón Industrial Cerrillos-Maipú se convirtió en un modelo para la formación de otros Cordones Industriales en Chile. A pesar de la disminución de su actividad después de julio de 1972 y el cambio hacia una orientación más obrera y política, el Cordón ya había emergido como una nueva organización popular con su propia dinámica interna.

Tejidos de solidaridad 

Cada Cordón Industrial tenía sus propias particularidades según el sector y las empresas involucradas, lo que también influía en las relaciones de sociabilidad que se establecían, tanto entre las propias industrias como con la comunidad circundante.

El Cordón Industrial Cerrillos-Maipú, por ejemplo, agrupaba una serie de industrias clave y contaba con el apoyo ocasional de pobladores y campesinos de la zona. Durante el «Paro Patronal» y «El Tanquetazo» de 1973, este sector reactivó sus organizaciones y ocupó industrias en defensa del proceso.

Aunque estas organizaciones eran principalmente una respuesta defensiva a los ataques de la derecha y una presión sobre el gobierno para profundizar las reformas, sus dirigentes insistieron en que no estaban en contra del gobierno, sino que sus acciones eran necesarias para proteger el proceso.

Los Cordones también se involucraron en actividades beneficiosas para la comunidad en tiempos menos turbulentos, contribuyendo así al fortalecimiento de nuevas formas de relaciones sociales en la base. Estas acciones se llevaron a cabo en el contexto de movilizaciones más amplias, ya fuera en apoyo a las luchas de los trabajadores o en respuesta a problemas específicos de pobladores y campesinos en el área.

Los Cordones, como el Cordón Industrial Cerrillos-Maipú, buscaron la coordinación con otros segmentos del movimiento popular, como pobladores y campesinos, para asegurar el abastecimiento y acelerar la expropiación de tierras, alianzas que tenían un propósito a largo plazo: profundizar la reforma agraria y el control campesino en las decisiones del sector agrícola.

Castillo concluye que se convirtieron en un espacio de sociabilidad donde los valores fundamentales, como la solidaridad y la justicia, se pusieron en práctica para la construcción de una nueva sociedad, a través de sus nuevas organizaciones y propuestas, con trabajadores que buscaban impulsar un proceso desde abajo, democratizando las estructuras políticas, económicas y sociales. Aunque ya sabemos todo lo que vino después, hay que destacar que su legado perdura y sigue siendo relevante en la historia del país.

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Barbara Espinoza

Directora y Editora en La Voz de Maipú . Periodista UC. Fiel creyente del derecho a la información y el rol social y fiscalizador del periodismo.

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