Coronavirus y la vuelta clases: nuestros estudiantes no son conejillos de indias

Hace más de un mes, los centros educativos de todo Chile se encuentran sin clases presenciales a raíz del coronavirus.

Desde un principio tanto el Ministerio de Educación como el de Salud estuvieron contra la suspensión de las clases presenciales, ya que Jaime Mañalich y Raúl Figueroa hacían referencia a la necesidad de que los colegios estuvieran abiertos para la entrega de alimentos, vacunas y, desde un afán productivista, que los contenidos se abordaran en su totalidad.

Para que el lector lo tenga claro, manifiesto en forma abierta y transparente las razones por las cuales estoy en contra de la vuelta a clases en el corto plazo, lo cual desarrollaré en las siguientes líneas.

Contextualizando, cuando llegó el coronavirus a nuestro país, los municipios presionaron para cerrar los colegios durante la pandemia para así reducir el tránsito de personas y, por tanto, los posibles contagiados.

Además, se sostuvo como antecedentes que los niños son un vector de contagio, ya que la mayoría de ellos serían asintomáticos a este nuevo virus y podrían llevarlo a sus hogares, donde sí existen personas de riesgo, lo cual generaría una crisis de salubridad difícil de manejar. Por tanto, partiendo de aquella premisa, fue necesario y acertado el dejar de impartir clases presenciales.

Cuando la medida ya fue tomada, los docentes nos enfrentamos a otro desafío: la educación a distancia. Chile es un país profundamente desigual, donde una parte importante de la población no posee una conexión a internet estable, hay carencia de computadores en los hogares y un analfabetismo digital mayor a lo pensado. Considerando lo mencionado anteriormente, ¿cómo hacer clases en este contexto? ¿es posible y éticamente correcto el exigir aprendizajes del currículum formal a nuestros/as estudiantes?

Claramente se ha optado por mandar guías, hacer clases virtuales en los contextos que es posible y utilizar medios como WhatsApp o Instagram; pero obviamente, esto responde a los caprichos del Ministro de Educación Raúl Figueroa, quien comprende el proceso educativo como una fábrica de contenidos conceptuales.

Es decir, donde la materia es lo más importante, no considerando que dentro de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje también abordamos elementos actitudinales y procedimentales, donde es necesario un clima óptimo para que este proceso sea llevado con éxito.

Chile es un país profundamente desigual, donde una parte importante de la población no posee una conexión a internet estable, hay carencia de computadores en los hogares y un analfabetismo digital mayor a lo pensado.

Pero difícilmente él sepa de esto, porque no es profesor, no sabe de procesos pedagógicos y aún menos sabe cómo funcionan las cosas en la periferia, la ruralidad y cualquier provincia de Chile que no sea acomodada.

Cuando recién nos estábamos habituando a esta modalidad educativa –con todas las falencias mencionadas–, desde el Ministerio de Educación se decidió adelantar las vacaciones de invierno para abril, proponiendo la vuelta a clases presenciales para el 27 del mismo mes, fecha que fue postergada para algún momento del mes de mayo.

¿Volver o no volver?

Ahora bien, se hace necesario preguntarnos si es pertinente o no volver a las clases presenciales durante las siguientes semanas. Para esto, desde el ejecutivo, respaldado por un consejo asesor –que no tiene nadie ligado al mundo de la educación–, se anuncian un conjunto de medidas que deben cumplirse para la vuelta a clases presenciales, lo que nos deja más preguntas que certezas.

Sin mencionar todos criterios que deben cumplirse para volver a clases, me haré cargo de lo exclusivamente escolar. La primera medida que es necesario mencionar, hace referencia a que los estudiantes deben mantener una distancia de 2 metros unos de los otros, lo cual permitiría como mucho que en una sala ingresen 6 alumnos más el docente, dejando la duda qué pasará con el resto del curso –recordemos que las aulas en Chile tienen entre 30 y 48 personas en una sala–.

Otra medida sería la toma de temperatura al ingreso del colegio, para así apartar a los estudiantes que tengan fiebre, pero debemos recordar que la mayoría de los/as menores son asintomáticos, por lo cual la medida sería deficiente para detectar posibles casos positivos de Covid-19.

En esta misma línea, el Ministro de Educación planteaba que los niños no corren ningún peligro para el ingreso clases, obviando el hecho de que las comunidades educativas también está compuesta por adultos, ¿qué pasará con los profesores, asistentes de la educación, directivos, auxiliares y otros profesionales que trabajan en el área educativa? ¿acaso ahí no existen personas de riesgo?

Asimismo, recordemos que muchos de nuestros estudiantes son criados por sus abuelos/as, el grupo de mayor riesgo, ¿qué pasará en aquellos casos?

En respuesta a esto, desde el consejo asesor se pide flexibilizar la asistencia, pero yendo más allá, estos últimos días hemos visto como personas presuntamente sanas han fallecido, lo cual se explica en que este virus se comporta distinto según el huésped en el cual se aloje, por lo que no se puede asumir que existen grupos libres de peligro.

¿qué pasará con los profesores, asistentes de la educación, directivos, auxiliares y otros profesionales que trabajan en el área educativa? ¿acaso ahí no existen personas de riesgo?

Otro tema consiste en que, al menos en mi experiencia, los colegios públicos muchas veces carecen de materiales de higiene básicos. Desde el Ministerio de Educación se anuncia que en los colegios tendrán todas las medidas de higiene para evitar contagios, como por ejemplo jabón, alcohol gel, mascarillas, etc.

Dentro de todo lo mencionado, hay cuestiones básicas como el jabón y el alcohol gel, lo cual debería estar presente en un colegio en cualquier contexto y no sólo cuando existe una pandemia; segundo, en el caso de las mascarillas, lo complejo será asegurar que los estudiantes reciban entre dos y tres de estos implementos al día, ya que después de un tiempo determinado se pierde la efectividad de éstas.

¿De verdad el Gobierno de Chile asegurará todos estos implementos o simplemente lo anunciarán con bombos y platillos para olvidarse de estos después de un par de semanas?

Por otro lado, se anunció que se partiría con los colegios rurales, bajo el argumento de que los estudiantes viven cerca de sus lugares de estudio, obviando que muchos de ellos toman transporte o micros interurbanas para llegar a las escuelas y liceos, generando otro punto de exposición al virus.

Lo mismo ocurre en las zonas urbanas, donde los estudiantes se ven expuestos al transporte público, donde se pueden contagiar ellos o ser vectores para otras personas, lo que nuevamente acrecentaría la crisis sanitaria que estamos viviendo.

Por último, el ministro Raúl Figueroa dijo que los profesores deben volver a sus labores habituales, desconociendo abiertamente el esfuerzo de los docentes por realizar clases a distancia, preparar material de estudio, contestar dudas por redes sociales, etc., lo cual demuestra su menosprecio por el profesorado, negando nuestro compromiso y labor con los estudiantes.

En conclusión, sólo considerando lo mencionado queda de manifiesto que la vuelta a clases presenciales no es viable en el corto plazo, ya que esto podría acrecentar la crisis sanitaria, poniendo en peligro la vida de todos los integrantes de las diversas comunidades educativas de nuestro país. De hecho, se ha hecho hincapié en que los niños no corren peligro, pero no podemos desconocer que hay casos en el mundo donde menores de edad han muerto a raíz de este virus, lo cual es un antecedente a tener en cuenta.

Por tanto, el llamado de los docentes de este país es a no volver a clases presenciales y centrarse en la contención emocional e informativa de nuestros estudiantes y sus familias, dejando en un lugar secundario el avance curricular, ya que es menester asumir que este año no será regular.

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