No hay mucho que relatar sobre el origen. El denominador común es un ruido que nos despertó y causó un pánico general, ello acompañado de un movimiento que hizo que a todos se nos cayera algo. La tierra se movía, tal vez recordándonos que somos seres pequeños dentro de este mundo. Y la noche no nos dejó ver la real magnitud de la catástrofe.
Cortes de luz y agua inmediatos. Velas que muchos no encontraban y el preguntarle a los vecinos por su situación. Miedo y resignación ante las réplicas. Salvar lo que se salvó y una noche en vela.
Y ahí, mientras la prensa no puede comunicar lo que está pasando, aparece la radio. Majestuosa y bella, participativa. Una radio a pilas basta para comenzar a saber lo que está pasando. Hay muertos y edificios que caen. Hay gente durmiendo en las calles.
Salgo a recorrer Maipú y llego al edificio Centenario. Ha caído parte de la estructura de acceso de la torre que alberga al Banco Santander. El nochero está bien aunque muy nervioso. Hay un ascensor destruido.
Me dirijo al Edificio Don Tristán y la imagen es dantesca. Pido permiso para tomar fotos. No ha llegado ningún medio de comunicación y converso con los vecinos. Comparto su dolor, su rabia. Más de 30 millones en el tacho de la basura. La construcción parece más un cuadro de Dalí. Una obra surrealista. Nadie ha llegado salvo los bomberos, que ya se han ido.