La manipulación de la percepción que sufrimos en Chile nos hace creer, frecuentemente, que vivimos en condiciones que no se ajustan con la realidad; al menos si nos comparamos con el resto del continente o del mundo.
Durante el actual período de estallido social, los medios y las autoridades de gobierno se han encargado de dibujar un imaginario respecto a la violencia que escapa de la realidad objetiva; teniendo como máxima expresión la afirmación presidencial de estar en una guerra. Se hace necesario “pararle el carro” al discurso que señala que acá hay violencia. Porque no lo hay y podría llevarnos por un mal camino.
En el caracazo de Venezuela, la cifra oficial de muertos fue de 276 personas y la extraoficial más 3.000. En las protestas en Nicaragua el año pasado, al tercer mes sumaban más de 350 muertos. Entre el 12 y 16 de mayo de 2006, en brasil, murieron 133 personas en unos ataques a comisarías y motines en cárceles. Entre el 18 y 19 de junio de 1986, 250 personas perdieron la vida en motines del Sendero Luminos y Tupac Amaru en tres prisiones de Lima. En este contexto, un estallido con este nivel de movilización como el que estamos viviendo, resulta ser un verdadero “Oasis”.
Por otro lado, de la ciudad de Santiago se puede entrar y salir sin mayores dificultades, es decir que nuestra infraestructura de transporte carretero, ferroviario y aéreo están casi intactos; al igual que los puertos, los sistemas de comunicaciones y los centros de datos. Básicamente, el daño lo carga el metro de Santiago.
Las operaciones de las industrias minera, pesquera-acuícola, forestal y vitivinícola siguen funcionando con relativa normalidad. En ningún caso tenemos destrucción de instalaciones productivas, ni se han quemado plantaciones forestales.
No estamos teniendo guerrillas urbanas ni combates armados por el control territorial entre grupos extremistas o del narcotráfico. Como tampoco hemos tenido estallidos de bombas que afecten la red eléctrica o de agua.
Es cierto que el comercio ha sufrido una parte importante de la destrucción, pero creo que si llevamos a un mes las pérdidas y quiebras que 30 años de retail han generado sobre el comercio minorista, de seguro el efecto supera en mucho las pérdidas causadas por los saqueos de estos días. Desabastecimiento no hay, eso está claro.
¿De qué violencia me hablan? ¿De la destrucción de algunos símbolos del Estado, como un par de comisarías y 8 oficinas del Registro Civil, de un par de iglesias, algunas oficinas de la banca? Para casi un mes de manifestaciones con el nivel de represión que ha ejercido el gobierno, las instituciones la han sacado bastante barato.
Como referencia de costos de bienes de capital, un camión de la gran minería cuesta entre 4 y 7 millones de dólares y una mina puede tener más de 40 en su proceso de carguío y transporte. Ni uno sólo de ellos ha sido víctima de la violencia social.
En serio. No hay violencia ni guerra civil. Hay una exacerbación de los destrozos y enfrentamientos con carabineros, pero nada. Es una estrategia mediática. El país sigue funcionando pese a las dificultades de transporte en algunas ciudades y las transnacionales siguen acá, las inversiones aún no se han ido.
Sin duda resulta fundamental evitar que se configure una real situación de violencia en el país, debemos estar atentos, para lo cual se hace necesario evaluar y comunicar objetivamente lo que está pasando. Lo que está pasando es que el país sigue funcionando aunque el gobierno y el Presidente tienen menos del 10% de apoyo ciudadano; ni su sector le presta ropa. ¿No les parece asombroso? y nos tratan de violentos.
La única violencia desatada y fuera de todo marco democrático es la que viene desde Carabineros.
NOTA: En La Voz de Maipú no siempre estamos de acuerdo con las opiniones de nuestros columnistas. Y nos gusta que sea así. Si quieres colaborar con una carta al director o una columna de opinión, escríbenos a contacto@lvdm.cl