El año 2021 tiene menos de 3 meses de vida y ya hemos vivido de los ataques más violentos que podríamos presenciar. Las personas afectadas: mujeres y disidencias sexo-genéricas.
El 26 de enero del presente año, una mujer lesbiana sufrió un brutal ataque de lesbo-odio, le gritaron “maricona” y “sucia”. El 29 de enero asesinaron a Sebastián Abarca en Valparaíso, solo por ser homosexual. El 17 de febrero una mujer mapuche y trans, Emilia Milén Herrera, fue asesinada a sangre fría por un “guardia privado” en Panguipulli.
El 18 de febrero, en Coronel, una pareja de lesbianas fue atacada por un menor de edad y una de ellas resultó asesinada. Las atacaron por mantener una relación entre ellas. Todo esto sumado a los 10 femicidios registrados por la Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres hasta el día de hoy (20 de febrero).
Como señalaba al principio, el factor en común de todos estos violentos ataques es que tienen razón de género. ¿Qué significa esto? Que los perpetradores de estos crímenes se sintieron con la potestad de atacar a estas personas sólo porque eran mujeres y/o disidencias sexo-genéricas (LGBTIQ+).
Estando en pleno 2021, siglo XXI, las disidencias y mujeres vivimos en un mundo y país sumamente peligroso que nos encierra en un círculo de violencia y miedo constante solo por existir y desear seguir existiendo.
Hace muchos años que esta realidad es cada vez más evidente y aunque para muchos el feminismo y el rechazo a la violencia de género pareciera ser “sentido común”, claramente no lo es. Para eso nos faltan muchos kilómetros por recorrer y es que no hay nada, hoy en día, que nos proteja.
Ad-portas de la escritura de la nueva Constitución y las elecciones de este 11 de abril se torna imperante exigir a nuestros representantes que consagren en la nueva carta fundamental, en nuestras comunas y en la calle la autonomía de la identidad y la protección de esta.
Pero, además, necesitamos que el Estado reconozca la violencia que sufrimos y trabaje constantemente por la reparación del daño causado. Quizás es hora de fortalecer las penas de estos delitos, pero lejos, lo más importante, es que nuestra cultura comience a aspirar a una educación integral que siembre un futuro donde no nos ataquen por nuestra identidad de género, nuestro género, nuestra biología y/o nuestra sexualidad. Se hacen urgentes políticas públicas de protección, educación y reparación de esta cruda vida, y realidad, que nos toca vivir para, eventualmente, caminar sin miedo por nuestras vidas y calles.