Un equipo internacional de astrónomos ha revelado la existencia del cuásar J0529-4351, el cuerpo celeste más luminoso detectado hasta la fecha, que emite luz desde hace más de 12.000 millones de años, un periodo que nos remonta a los albores del universo. Esta investigación, liderada por Christian Wolf de la Universidad Nacional de Australia y publicada en Nature Astronomy, destaca que este cuásar no es solo una fuente de luz astronómica extremadamente brillante, sino que además crece a un ritmo sin precedentes, devorando una masa equivalente a la de nuestro Sol cada día.
Los cuásares, conocidos en inglés como «quasi stellar objects» (objetos casi estelares), recibieron este nombre debido a su inicial confusión con estrellas comunes al ser observados por primera vez con radiotelescopios a finales de la década de 1950. En aquel entonces, los astrónomos descubrieron que estos lejanos y enérgicos cuerpos celestes presentaban una apariencia similar a las estrellas cercanas al observarlos a través del telescopio. Desde su descubrimiento, se ha identificado más de un millón de cuásares. No obstante, a menudo pasan desapercibidos a la vista sin la ayuda de instrumentos avanzados, tal y como señalan los autores del artículo.
Inicialmente confundido con una estrella por su intensa luz, el cuásar J0529-4351 ha sido objeto de estudio en diversas ocasiones desde 1980, siendo malinterpretado debido a su brillo excepcional. No obstante, investigaciones recientes, incluyendo observaciones desde el Observatorio Siding Spring de la Universidad Nacional de Australia y análisis detallados con el espectrógrafo X-shooter del Telescopio Muy Grande en Chile, han permitido identificar correctamente a este gigantesco disco de gas y polvo, que gira alrededor de un agujero negro con una masa superior a 17.000 millones de soles.
Este descubrimiento subraya la importancia de la capacidad de análisis de datos en la astronomía moderna. Mar Mezcua, del Instituto de Ciencias del Espacio en Barcelona, y otros expertos destacan cómo el manejo adecuado de grandes volúmenes de datos puede revelar fenómenos celestes que de otro modo pasarían desapercibidos. La distinción entre cuásares y estrellas, un desafío constante en la astronomía, se complica aún más por las limitaciones de los modelos informáticos actuales, que se basan en lo ya conocido y clasificado, dificultando el descubrimiento de anomalías.
La importancia del cuásar J0529-4351
La relevancia de J0529-4351 va más allá de su mera luminosidad. Según contó a El País, Isabel Márquez, del Instituto de Astrofísica de Andalucía, este cuásar proporcionará una oportunidad invaluable para probar las teorías existentes sobre la relación entre la masa y la luminosidad de los agujeros negros distantes, especialmente con la próxima puesta en marcha del Telescopio Extremadamente Grande en Chile. Este tipo de observaciones son cruciales para afinar nuestras estimaciones sobre las dimensiones y otras características fundamentales de los agujeros negros.
Además, el hallazgo de J0529-4351 refuerza teorías sobre la formación temprana de objetos masivos en el universo, sugiriendo una predilección por la creación de estructuras de gran masa en regiones densamente pobladas por galaxias. Este y otros descubrimientos similares proporcionan evidencia a favor de la teoría de los agujeros semilla, que busca explicar la formación acelerada de agujeros negros masivos en el joven universo. A medida que el telescopio espacial James Webb continúa explorando el cosmos, revelando agujeros negros aún más antiguos, los científicos están cada vez más cerca de comprender los misterios de nuestros orígenes cósmicos y la evolución del universo que habitamos.
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Imágenes del cuásar fueron generadas por IA