Encontrarse con Elizabeth Parada Baracatt en medio de un campamento, es toda una experiencia. Ella se mueve con soltura y energía, impartiendo instrucciones, liderando equipos de voluntarios solidarios y conversando -en este caso- con varios haitianos que perdieron las habitaciones donde dormían en medio de un incendio. Y así como da instrucciones y conversa, también trabaja. Porque carga cosas, reparte ropa y se asegura que todos almuercen.
Pero no siempre fue así. Hay un momento en que Elizabeth Parada decide abandonar la comodidad que nos da el tener un hogar. Y de pronto algo le hizo clic, y salió a ayudar. Porque para el que busca ayudar, siempre habrá terreno fértil.
Y lo hizo en varias organizaciones, hasta que un día conversando con su hija mayor, decidió partir una cruzada por Facebook. La llamó “voluntario solidario” y hoy se mueve en bicicleta por Maipú, pero también por Lampa, ayudando en varios campamentos.
Esta sed por ayudar tuvo consecuencias en la vida de Elizabeth, pero nada es suficiente para apagarle el brillo de sus ojos. Y por eso siguió y sumó gente. Porque cuando alguien hace del trabajo bien hecho el centro de su accionar, las palabras sobran. Y basta con que Elizabeth diga que en tal o cual lado hay que hacer un operativo, y una suma de voluntades se congregan para que se haga posible.
Y así fue como la conocí. En medio de un campamento de Haitianos en Maipú, que hace pocos días había sufrido un incendio. Era domingo, y varias personas renunciaban a su jornada de descanso físico, y decidían ir a limpiar, mover escombros, cocinar tallarines para comer todos juntos en una mesa. Los artistas también dijeron presente, y fueron a cantar y “ciclitrash”, organización conformada por ciclistas, les hizo mecánicas a las bicicletas de esos hermanos de piel oscura, que muchas veces no hablan español, pero que agradecen con su mirada, cada gesto de cariño hecho por estos chilenos que se alejan de la xenofobia y los discursos nacionalistas que abundan en redes sociales.
Y llega el momento de despedirse y Elizabeth Parada toma el micrófono para agradecer. Y se emociona. La que minutos antes era “puro power”, se deja ver en una faceta más sensible. Porque cuando se convive con la precariedad todas las manos son pocas. Siempre queda algo por hacer y no se puede resolver todo de un sopetón.
La tarde cae y es momento de ordenar las cosas. Elizabeth accede a darme una entrevista. Aunque no quería, pues a su juicio todo pasa porque existen voluntarios solidarios. Ellos mismos la instan a conversar. Y ella marca diferencias. Acá no hay cuenta para transferir dinero. Acá de lo que se trata es que la gente entregue tiempo, trabajo y amor.
Y salimos todos del campamento de los haitianos. A ellos les queda un entorno más ordenado, ropas con que vestirse. Al resto, a los voluntarios, les queda la tranquilidad de hacer aquello que es correcto. Y Elizabeth se lleva algunas cosas que sobraron. “Estas se van para Lampa”, sentencia.
Porque los voluntarios solidarios tienen poco descanso, pero viven llenos de otras cosas. Acumulan sonrisas, miradas y experiencias.
Puedes ver las fotos de la actividad acá