Tatiana Urrutia, candidata constituyente: “Justicia para las mujeres no es una demanda minoritaria, es de más de la mitad de la población”

Tatiana Urrutia tiene 38 años y es madre de dos adolescentes. Vive en Maipú y hace 10 años es activista en distintas causas territoriales; tiene estudios de periodismo y administración pública, pero que debió postergar por la maternidad. Desde esa trinchera y el feminismo, se declara en búsqueda de una plena igualdad entre mujeres y hombres, asumiendo el compromiso que la Convención Constitucional sea el lugar donde esto se pueda consagrar, junto con que el pueblo pueda asumir un rol protagónico en este proceso y en el destino del país.

¿Cuáles son los temas que no pueden faltar en la Convención Constituyente?

Si bien Chile ha sido claro en que necesitamos urgentemente un sistema de salud, de educación y pensiones más digno, hay que tener una voz firme también para empujar ideas que realmente nos hagan justicia a las mujeres. Eso lo vamos a lograr, como mínimo, reconociendo el valor del trabajo del que históricamente hacemos las mujeres. ¿Por qué dicen que no trabajamos cuando nos quedamos en casa cuidando niños, enfermos y adultos mayores? o cuando nos quedamos encargadas de las tareas de la casa ¿eso no es trabajo? somos las que sostenemos la vida. Nos dejan sin pensiones por “no trabajar”, entre muchas consecuencias que vivimos más de la mitad del país, solo por el hecho de ser mujeres.

Más allá de tus sensibilidades, ¿por qué consideras tan indiscutible esta demanda?

Madres de hijos accidentados y no pudieron trabajar remuneradamente nunca más, hoy no tienen imposiciones y viven de la solidaridad familiar ¿nos suena conocida la historia? Esa es la situación de muchas mujeres con familiares adultos mayores, en situación de discapacidad o enfermedades; porque somos nosotras quienes debemos asumir la responsabilidad inapelablemente y las actuales reglas dictan que esa pega sea invisibilizada.

Estoy convencida que esta conversación debe llevarse a la Constitución, porque cuando hablamos con miles de mujeres, de todas las generaciones, coincidimos en que no tenemos derechos, en que trabajamos el doble o triple, a veces incluso ni enumeramos las injusticias, porque todas entendemos de qué estamos hablando. Creo que esta es una discusión constitucional relevante sobre cómo vamos a entendernos como sociedad, pues está en la raíz de la identidad de quienes han tirado para arriba este país: nosotras.

¿Y no crees que puede ser un tema considerada de nicho?

Cuando hablamos con una mujer de 70 años que crió a dos generaciones y nos reímos de los que dicen que no trabajó, cuando esa misma conversación la tenemos con mamás que van con sus hijas adolescentes, a ambas les hace sentido y nos piden que luchemos porque se acabe tanta desigualdad, nos da certeza de que pedir justicia para las mujeres no es una demanda minoritaria, es de más de la mitad de la población.

De la mano de esta conversación, además, aparece otra conversación de la que todas sabemos: el Estado debe asegurar una vida libre de violencia y, para ello, debe hacerse cargo de educar, de eliminar prácticas discriminadoras, de acoger a las mujeres que hoy se atreven a romper el silencio y salir del círculo de la violencia; sin embargo, seguimos viendo que las instituciones no funcionan, que no hacen campañas.

De todos modos, creo que la responsabilidad que tenemos al ser constituyentes es traducir esto al lenguaje común.

¿Cómo así?

Hablando desde el feminismo, no es que vaya convenciendo a la gente de por qué necesitamos el feminismo, ni tratando que entiendan qué es una Constitución Feminista o cómo es la vida, sino que es hablar en los mismos códigos. Cuando hablamos de nuestro día a día, caminando por las ferias, sobre cómo cambiamos las cosas, esa conversación es constitucional, porque nos atraviesa a todas las personas y es necesario traducirlo al lenguaje común.

Y muchas mujeres con las que he hablado siento que se van con la esperanza de que es posible que se les reconozca todo su trabajo. Al entregar un volante, converso cada uno de esos de ellos y así me terminé de convencer que este tema es una revolución para la vida en sociedad que conocemos.

De esto se trata cuando decimos que el proceso constituyente tenga identidad con las mayorías, tiene que ser participativo.

¿A qué te refieres con que el proceso constituyente sea participativo y tenga identidad con las mayorías?

Debemos llevar la Constitución a los barrios o a la mesa familiar, a los amigos, ponerla en lenguaje común, dejar de sentirla lejana, yo le llamo hablar de la realidad. Por ejemplo, cuando me preguntan qué es una Constitución Feminista, a veces se espera un check list de demandas y creo que es mucho más profundo que eso. Cuando hablamos de consagrar el cuidado estamos pensando en cambiarle la vida a toda la población, en poner nuevos horizontes en las mentes de millones de niñas, para que les pese menos ser mujer. Esa conversación es revolucionaria.

Una expectativa no menor…

Debemos tener el talento de transformar la Constitución en algo que sintamos, que soñemos, los anhelos de las y los trabajadores. Hay que hacer justicia a las expectativas que hay sobre proceso, ese es el deber de la política.

Yo creo que es super entendible que la gente esté enojada con la política, que nos digan que vamos con promesas y que no volvemos, todos, porque la política no ha dado el ancho. Y la invitación que hacemos hoy es que, a través de la Constitución, se generen mecanismos de participación, como plebiscitos para las grandes decisiones del país, iniciativas populares de ley y mandatos revocatorios, para que cuando quien fue electo no haga la pega que le mandatamos, tendrán que irse para la casa, esa demanda también es mayoritaria.

Ahí recién la política va a cambiar. Hay que elegir rostros nuevos, proyectos transformadores, votar por ideas, estar alerta. Y, si cambian esas reglas, la política va a empezar a cambiar y va a mejorar la vida de todos, porque la política define la vida de todos y todas, la hora del toque de queda, el 10%, las medidas para enfrentar la pandemia… todo eso se decide en la política y la pandemia lo dejó al descubierto. Hoy la gente entiende esas claves, está más abierta a dar esas discusiones y a reflexionar sobre cómo vamos a asegurar que mejoremos la forma de hacer las cosas.

Así hicimos esta campaña, sembrando ideas.

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Nicole Sepúlveda

Soy feminista, también compañera. Maipucina desde los 7 años, hija de María y Julio, únicos en sus familias en terminar el colegio y apostar por la educación. Fui la matea de la casa, inquieta a más no poder; entré el 2009 a estudiar Sociología en la Universidad de Chile.

En ese camino me involucré en diferentes medios de comunicación, organizaciones sociales y activismo, que hoy decanto incursionando en la política, el periodismo, las artes y el espíritu; aprendiendo, siempre aprendiendo.

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