A los 20 años, Valeria Añasco empezó a vivir uno de sus sueños: fundar la academia de danza Free Movement, ubicada en Maipú. Hoy, a sus 33, asegura que esta escuela es casi como una hija para ella, y prontamente representará a Chile en el Dance World Cup que se disputará en Argentina.
Valeria cuenta que estaba en su primer año de estudios de danza en el Centro de Formación Técnica Valero cuando «necesitaba hacerse lucas». «Entonces comencé a hacer clases en una sede. Mi primer grupo de alumnas fueron mis hermanas y sus amigas, que en ese tiempo tenían entre 6 y 8 años», recuerda.
Tiempo después, la maipucina quedó embarazada de su única hija, Florencia, que hoy tiene 5 años, es TEA y una alumna más de la academia. «Ahí empezó mi sueño de tener un lugar propio, así que nos vinimos a vivir acá, y era una casa muy grande para tres», detalla, «así que decidí tener aquí mismo mi espacio de clases».
Además de ser la fundadora, Valeria hoy es la directora y una de las 8 profesoras y profesores que hay en Free Movement, un lugar que, entre lunes y sábados, se convierte en un segundo hogar para sus alumnos y familias.
La pandemia: una oportunidad para el crecimiento de Free Movement
Al principio eran 30 alumnas en Free Movement, y entrenaban en el que hoy es el living comedor de Valeria y su famila. Hoy tiene ya cerca de 155 pupilos y pupilas que se desenvuelven en los distintos estilos que ofrece la academia, donde encontramos Hip hop, Zumbakids, Contemporáneo, Girly style, Urban kids, Tap dance, Acrobacia, Flexibilidad, K-pop, Ballroom, Jazz y Ballet.
«Ahora al fin puedo tener ese espacio en mi casa. Aunque ocurrieron cosas malas en pandemia, a mí me permitió ampliar atrás y ahora tengo un espacio más grande y con mejores condiciones para mis alumnas», relata la mujer.
Según recuerda Valeria, pasaron cerca de cinco días de pandemia cuando ella decidió hacer sus clases de forma online. «No lo dudé. Aprendí, como todos, sobre la nueva modalidad, me cambié de compañía porque no me podía fallar el internet, hice hartas cosas pero no me rendí», asegura.
Y es que, justo en ese tiempo, su marido se había quedado cesante. «Era mi trabajo el que estaba manteniendo la casa, mi hija, entonces no me podía rendir. Yo debía seguir sí o sí, y tenía profesores a mi cargo, que también tienen su familia o tienen hijos o estaban en esa formación de su hogar y decía ‘no puedo abandonarlos, no puedo abandonarlos’ y ‘no puedo abandonar a mis alumnas, porque en verdad quizás este ratito a esta hora es un momento de desconectarse y conectarse a otra cosa dentro de la realidad que estábamos viviendo, pero fue un proceso difícil».
Proceso que, según Valeria, la ayudó a crecer internamente también, ya que fue un periodo lleno de desafíos.
«Mi casa pasa llena de niños, llena de gente, llena de vida, de energía y verla vacía de un momento para otro al terminar la clase era triste… Yo lloraba porque es muy triste», recuerda.
Florencia: el motor más grande de Valeria
Si bien la pandemia fue un momento que ayudó a impulsar la academia, su fundadora destaca el apoyo que ha tenido en el camino. «Todo este crecimiento fue posible con ayuda de apoderadas, apoderados y mi marido. Y bueno Florencia, que es mi hija y ha sido mi motor desde el día uno», asegura Valeria con una sonrisa en su rostro.
Florencia tuvo algunas complicaciones al nacer. Estuvo hospitalizada durante sus primeras semanas de vida, presentó hipotonía y alergia alimentaria. «Yo ahora me tiro para arriba y saco fuerzas para salir adelante con ella», afirma su madre.
«Ella fue mi impulso», recalca Valeria, añadiendo que «ella se crio dentro de una sala de clases porque cuando estaba chiquitita yo la llevaba conmigo al trabajo, porque yo no solo hacía clases en la academia sino también en otras partes».
A sus 5 años y 8 meses, Florencia es una alumna más de la academia, y aunque a veces su propia madre sea quien guíe la clase, ella bien sabe que debe llamarla como el resto: profesora.
«Ha sido complicado. Al principio fue difícil dar con su diagnóstico de TEA, pero mi instinto maternal sabía que algo tenía la Floppy y empecé a buscar respuestas hasta que nos dieron si diagnóstico», explica su madre.
Al principio, a la pequeña no le llamaba la atención la danza, a pesar de estar casi 24/7 en ese ambiente. «En pandemia ella me veía haciendo clases online y ahí empezó a interesarse de a poco hasta que enganchó con la danza y con las niñas. Sociabilizar con otros niños a veces es difícil para los niños TEA y ella lo logró», destaca emocionada su madre.
Valeria cuenta incluso que, cuando a Flo le dan crisis, son sus mismas compañeras las que la ayudan a contenerla. «También las apoderas la alientan a subirse al escenario, por ejemplo. La primera vez ella no se quiso subir y bailó a bajo, pero igual se sintió parte de todo», detalla Valeria.
Espacio de desconexión con el mundo y conexión con la academia
Y es ese espíritu de contención, de aliento y solidaridad lo que ha generado que Free Movement se convierta en la familia que es hoy. Más que una escuela, es un lugar al que las alumnas y alumnos se desconectan del mundo y se conectan con la danza y la academia. Así lo ve Valeria.
«Hay una lealtad y un cariño enorme hacia este lugar, hacia mi persona, hacia el trabajo que uno hace con ellos y uno aquí no se hace rico, pero sí hay una riqueza gigante que uno hace como persona y unos lazos hermosos que uno va creando», reflexiona la maipucina.
Valeria adora su academia y todo lo que se ha generado gracias a la misma, ya que se respira en el lugar la sensación de «espacio seguro» que genera para sus asistentes.
«Siempre quise tener mi espacio y esta academia es otro hijo, es un hijo que al cual todos los días les doy el mismo cuidado y preocupación de que esté ordenado, esté limpio, de ir mejorando, de qué puedo hacer para que sea mejor que puedo implementar. Uno lo cuida y uno sufre cuando pasan cosas aquí o le pasa algo algún alumno o alguna familia está pasando por un momento difícil. Sufro por mi academia por mi gente es un hijo más. No sé si yo me me puedo ver sin hacer clase aquí, me cuesta», explica su fundadora.
Logros y futuras metas de Free Movement
La academia ha tenido varios logros. De hecho, a la entrada se pueden ver varios premios que han ganado en distintas competencias. Pero para las integrantes de la academia, ninguno es más importante que otro.
«Para mí son súper importantes y más allá de obtener un lugar, que creo que en verdad, los lugares de repente no lo valen todo hay procesos muy hermosos detrás de todo esos lugares, que para mí valen muchísimo más. Siempre lo he tratado de explicar a mis alumnas que sin importar si es un certamen chico o un escenario pequeño o el mejor escenario del mundo, uno tiene que bailar y respetar el escenario como tal», comenta Valeria.
En cuanto al futuro de Valeria como profesora, asegura que le gustaría bajar su ritmo de vida sin dejar de estar presente en este segundo hogar. «Llevo 13 años haciendo clases sin parar, pero no me veo alejada de esto», explica, asegurando que está muy feliz de saber que podrá confiar en sus alumnas actuales como futuras docentes en Free Movement.
En cuanto a la academia como tal, espera que pueda seguir creciendo en cuanto a infraestructura e implementación.
«Los implementos de danza en todas partes son muy caros y aquí dentro de las cosas que quiero tratar de mantener es un valor accesible para todos, o sea, nosotros en Maipú o la gran mayoría de los maipucinos somos clase media de esfuerzo, nos cuestan generalmente estas cosas».
Por ahora, 52 alumnas de Free Movement están a días de partir una experiencia increíble en Argentina, donde competirán en la final latinoamericana del Dance World Cup para clasificar a Portugal 2023.
Dentro de los participantes hay tres hombres que van dentro del grupo de hip hop a cargo de Fernando Vargas, y Florencia Lanas, alumna dentro del espectro autista, también se hará presente en el país trasandino.
Revisa aquí algunas de las coreografías en las que están trabajando:
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