En La Voz de Maipú conversamos con Verónica Villegas, funcionaria que lleva 42 años trabajando en la Municipalidad de Maipú y perteneciente a la Asociación de Funcionarios, quien nos contó el lamentable drama que está viviendo por la búsqueda de trasplante para su hija Carolina Herrera.
Carolina tiene 38 años y hace 14 que se dializa debido a que le dio infarto renal cuya causa nunca pudo ser determinada por los médicos. En mayo de este año, perdió la última fístula, y a pesar de que una opción para este problema es la instalación de un catéter femoral, se trata de un sistema complejo que si se llega a tapar no podría dializarse y envenenaría el resto de sus órganos.
La otra opción, y la más esperada, es que se realice al fin el trasplante de riñón que Carolina necesita, y por lo cual se encuentran contra el tiempo y se sigue postergando a pesar de tener lista a la persona donante.
Historial médico de Carolina
Su búsqueda por un trasplante comenzó cuando en 2010 se le ofreció la posibilidad en el Hospital San Borja Arriarán para que ingresara a la lista nacional para órganos de donantes fallecidos. Para ello, el Instituto de Salud Pública exige que todos los meses la persona debe llevar sus muestras de sangre para que se mantenga en esta nómina.
En el caso de Carolina, se hizo una excepción por algún tiempo porque le costaba movilizarse y llegar al instituto, sobre todo el contexto de pandemia, por lo que le permitían que las muestras se le sacarán del centro de diálisis según el protocolo.
«Durante los últimos seis meses se estuvo haciendo de esta forma, hasta que después detectamos que el hospital la había desactivado por un error administrativo, por lo tanto, ella no había figurado los últimos seis meses en el listado nacional», relata Verónica.
Debido a esto, la mujer decidió optar por un plan B y entrar ella misma en el estudio para poder donar su riñón. Se hizo los exámenes correspondientes y después de una reunión con los médicos, la enfermera a cargo le dio el visto bueno: era apta y estaría capacitada para donar.
Sin embargo, luego de esta confirmación, se dieron cuenta de que la enfermera nunca le realizó el examen de sangre, algo mínimo en este tipo de procedimiento. Así que Verónica optó por realizarlo por su cuenta y se dieron cuenta de que realmente no era compatible con su hija.
Así, llegaron hasta donde la hija menor por, Brígida Acevedo (35), media hermana de Carolina, quien también se ofreció a donar el órgano de forma voluntaria, pero, según comentaron, a ella se le cuestionó mucho por parte del equipo médico ya que no podía por ser muy joven ni estar en edad fértil.
Tras esto, Brígida no lo dudó y luego de tener a su segundo hijo, se esterilizó para no tener más familia y que no la pudieran cuestionar por el tema de ser donante vivo. Con esta decisión, se han mantenido los exámenes y todo indica que es una donante compatible.
Pero las trabas no cesan. Dos semanas antes de la supuesta y esperada operación en el Hospital Barros Luco (ya que tuvo que cambiar de hospital porque San Borja Arriarán no hace trasplantes) Carolina comenzó a presentar cuadros febriles y se le detectó que para poder llevar a cabo la intervención tenía que tener un peso óptimo.
Anteriormente, le habían practicado una cirugía bariátrica donde se le produjo una fístula, es decir, se rompió lo que quedó del estómago, por lo que estuvo muy mal en la UCI, pero luego se quedó con alimentación externa. Esto conllevó a que se le produjera un absceso en el pulmón izquierdo, y esto se da cuenta mientras estaban en estudio del procedimiento.
Así, se llegó a paralizar totalmente el trasplante y Carolina tuvo que ser hospitalizada en el Instituto del Tórax. Dos veces la suspendieron del pabellón porque le iban a colocar drenaje.
Fue recién hace dos años que después de cada uno de los inconvenientes se logró se pudo retomar el tema de la operación en el San Borja Arriarán, con la parte previa de preparación, lo que significó nuevamente entrar a todos los estudios y hacerse todos los exámenes.
Ya cuando las hermanas estaban en la última etapa para completar el protocolo necesario, ocurrió que se incendia el Hospital San Borja Arriarán, lo que otra vez significó quedar congeladas en el procedimiento y en medio de la pandemia del COVID-19.
Y así llegó mayo. Carolina pierde su última fístula y le instalan en la Clínica Dávila un catéter femoral cómo la única posibilidad para mantenerse, pero con el problema de que si se tapa por cualquier motivo, se queda sin vías de acceso porque su cuerpo está agotado y no podría dializarse y como no lo hace su propio cuerpo, se envenenan sus órganos y podría fallecer.
Verónica ha enviado numerosas cartas y ha conversado con diferentes autoridades políticas para poder presionar por el drama en el que se encuentra su hija y que necesita una pronta solución. Incluso trató de comunicarse con el director del hospital para poder acelerar el proceso, pero todavía no le dan respuesta.
«Yo entiendo que el hospital a lo mejor tiene problemas y no los pueda tomar, a lo mejor están mandándoles afuera, yo eso lo entiendo perfectamente bien, pero por último que me entreguen esas órdenes pendientes para poderlas tomar en forma particular», expresó Veronica.
«Con el sueldo que yo gano, al llevar a mi hija a una clínica particular y que le hagan el trasplante ahí cuánto saldrá, 60 o 70 millones. Aunque vendiera la casa, igual no me daría para poder hacerle un trasplante de forma particular», sentencia su relato.