El Templo Votivo de Maipú fue la primera obra de características faraónicas a la que se comprometió la Dictadura Militar en Chile, la que fue justificada bajo la necesidad de cumplir la promesa que hizo O’higgins al triunfar en la Batalla de Maipú, para honrar a la patrona de Chile, la Virgen del Carmen, o la Chinita como se le dice con cariño.
El Régimen, en su afán a la adoración militar, tenían la idea de que el Templo sirviese como sepultura para los “grandes héroes de la patria”: desde Bernardo O’higgins y los que vienen después de él, se infiere que Pinochet pensaba que sería sepultado allí. SIn embargo, el cardenal Raúl Silva Henríquez, en su sabiduría, se opuso a esta ingeniosa idea de la Dictadura, entregando su beneplácito solo para la construcción del Templo.
En otro arranque de creatividad, Pinochet y la Junta Militar quisieron imprimir a la ceremonia de inauguración del Templo Votivo de Maipú (24 de octubre de 1974) la connotación de honrar “las dos independencias de Chile: la de 1818 y la 1973”, cuando recién se estaba cumpliendo un año del Golpe de Estado, lo que hace ver la postura mesiánica que tenía Pinochet, su familia y el Ejército.
Sin sombreros no hay show
La inauguración del Templo, en honor a la Virgen del Carmen, se realizó el 24 de octubre de 1974, cuando recién se había terminado la obra gruesa de la monumental obra arquitectónica de Juan Martínez Gutiérrez.
Como ya se había hecho una costumbre en este último año, Doña Lucía, la primera dama de la Dictadura Militar, hizo llegar a todas las invitadas el protocolo de vestimenta para misa inaugural, la que prometía ser la actividad social del año.
Para Lucía Hiriart el dress code de las actividades sociales era casi un sacramento, tanto así que enviaba circulares para indicar cuál sería su vestimenta y para que nadie osara siquiera pensar en vestirse similar a la primera dama. En una ocasión, cuenta Lucía Rivas Vial modista en aquellos tiempos, que la esposa de un secretario de Estado llegó vestida igual que Doña Lucía, quien se acercó a ella, le tomó los cachetes y le dijo “te perdono nada más porque eres jovencita”.
Para la inauguración del Templo Votivo el dress code era ir con sombrero, como se usaba en ese tiempo en Europa, sin embargo, en Santiago de Chile era casi ridículo usar este accesorio, además, de tener que tener acceso económico para comprarse uno. Muchas de las invitadas no llegaron con los famosos sombreros, sin embargo, Doña Lucía se posaba con uno grande y vistoso, rosa o beige, según cuentan las asistente de ese tiempo.
Fuente: Libro Doña Lucía, biografía no autorizada – Autora Alejandra Matus.