Dos años y 3 meses han transcurrido del asalto protagonizado por 10 menores de edad, quienes con suma cobardía dejaron en estado de coma, a nuestro vecino, Nicolás Riquelme (27), quien días después falleció en la Posta Central.
Fue en la madrugada del 7 de noviembre del 2015, en el Parque Tres Poniente con la calle Campanario, en el famoso anfiteatro, cuando Titi o Nico -como le decían sus familiares y amigos- estaba sentado en el parque conversando con un amigo. En ese momento fue abordado por 10 menores de edad quienes asaltaron a Nicolás y lo golpearon hasta dejarlo inconciente. Su amigo logró escapar.
Producto del ataque, nuestro vecino quedó con un edema cerebral severo que lo mantuvo en coma durante 6 días en la Posta Central, a pesar de su lucha y de los esfuerzos de los médicos Nicolás murió el 12 de noviembre, a causa de la gravedad de sus lesiones.
El duelo
Está atardeciendo, pero aún hace el calor sofocante, característico de éste verano. No hay gente dentro del Café Cahve, tal vez por lo mismo. Con el sol cayendo en sus hombros, es que entra Ricardo Riquelme: padre de Nicolás.
Sin pensar mucho, nos ponemos en la mesa que más recibe el sol en ese momento: al lado de la ventana más grande de la sala principal. Ricardo pide un expresso doble, se nota en su semblante que sabe que lo que va a conversar no será fácil. Se nota que pensó mucho antes de juntarse conmigo.
«Con ésta entrevista voy a romper un periodo de silencio hacia la prensa, en el que estado inmerso desde el año 2015 cuando sucedió la partida del Nico», me dice.
Ricardo Riquelme ha realizado periódicamente escritos en su Facebook personal, referente al hecho y lo que le ha tocado vivir posterior a ello. Reflexiones o experiencias que le han permitido de alguna forma dar desahogo a su pena. Sin embargo, no se ha referido a la situación judicial del caso.
Mi rey, Nicolás
Le pregunto a Ricardo, «¿cómo era Nicolás?». Gira su cara, mira a través de la ventana tratando de buscar un punto en el atardecer en el cual fijar la mirada, sus ojos vidriosos, un suspiro profundo y se vuelve a integrar a la entrevista.
“Él tenía una perspectiva de vida distinta a los chicos de su edad. Él era muy maduro para pensar, desde temprana edad, él pensaba como grande. Nico irradiaba una energía pura, era un ser de luz. Desde pequeño que fue especial”, me dice con notable nostalgia Ricardo, con notable esfuerzo por no quebrarse.
Nico aprendió a leer a los 4 años de edad, de forma casi autodidáctica. En su etapa de secundario en el Instituto Nacional no quería que su padre le comprara zapatos nuevos, porque sus compañeros no tenían para comprarse los suyos. Le gustaba conversar con personas de tercera edad que conocía en la calle. En la universidad se devolvía de clases para cocinarle a su hermana menor. El día del asalto, acompañó a un amigo, que por algún motivo iba a pasar su cumpleaños solo, esa noche estuvo con él dándole apoyo, “él motivo no fue pasarla bien, sino que estar junto a su amigo en esa fecha importante”, me aclara el papá, mientras me relata un sin número de historias, con el fin de retratar quién era Nicolás.
«Con todas las personas que hablas, que conocieron a Nicolás, todos dicen ser su mejor amigo-amiga. Conocí a una persona que no se definió como su amigo exactamente, pero que se conocieron en la micro, que se llevaron bien, tenían los mismos gustos. Me dijo que la segunda vez que se encontró con Nicolás, en la micro, le llevaba compilados de música, fotos y revistas, para compartir. Así era Nico, daba todo sin esperar nada de vuelta”.
El Nico, tres años, antes del asalto, le había doblado la mano al destino, venció un cáncer, que su doctor de toda la vida -Doctor Caca, como le dice Ricardo con cariño- lo había desahuciado. Sin embargo, Nicolás les dejó claro que eso era solo cosas de estadísticas, que él iba a salir adelante. Se sometió a dos operaciones y tal como lo había pronosticado Nico, salió vencedor.
Esa enfermedad fue la tregua entre Ricardo y Nicolás, puesto que diferencias previas habían generado una relación más distante. “Son tres años que el todopoderoso nos regaló. Son tres años en que pude reencontrarme y disfrutar a mi hijo, quizás nos quiso dar la oportunidad para despedirnos correctamente”.
«Nosotros no logramos justicia. En Chile no se hace justicia»
«Sabemos que en Chile podemos tener los vídeos, podemos tener la evidencia, podemos tener los testigos y eso no necesariamente va ser sinónimo de justicia». En el caso de Nicolás, en los primeros días de ocurrido los hechos no existía ni vídeos, ni testigos presenciales, aparte de su amigo, ni evidencia concluyente. Se tuvo que comenzar a armar el caso desde cero
Ricardo toma el anillo que está en su mano izquierda, lo gira, lo saca y lo vuelve a poner en su dedo, se nota que no es un tema fácil para él. Su semblante es triste, no se ha terminado su expresso doble, y de vez en cuando su mirada se fija fuera de la ventana; vuelve a suspirar, como tomando fuerzas desde adentro, para volver a integrarse a la entrevista.
Ricardo Riquelme fue quien tomó las riendas de los ribetes de la justicia. Dice que su primera conversación con la fiscal del caso le manifestó que si las víctimas no muestran real interés en los casos, Fiscalía no puede avanzar de manera óptima y menos conseguir resultados positivos.
Por lo que su primera cercanía con la justicia fue hostil, sin embargo, tras una sensible conversación con la fiscal, ella logró empatizar. «Cuando ella cruzó hacia mi vereda, hubo un quiebre. En ese punto nos abrazamos y sentí a la persona humana que había al otro lado». Desde ese momento Ricardo sintió que las cosas comenzaron a fluir.
Finalmente, solo hubo dos personas -que en el momento del crimen eran menores de edad- de los cuales se lograron obtener un patrón con el cual asociarlos con el asesinato.
«A pesar de la inercia, logramos, contra el sistema, que la menor de los atacantes, que al parecer era la líder, porque era la que gritaba con fuerza que golpearan a Nico estuviera 10 meses recluida. Sabíamos que algún momento la iban a soltar. El segundo delincuente fue declarado culpable con condena privativa de libertad por 6 años. Él tenía 17 años cuando pasó esto, pero al cumplir los 18 años lo detuvieron por porte ilegal de armas y a esto se suma la condena por el asalto con resultado de muerte por nuestro Nico», me explica Ricardo.
«Nosotros no logramos justicia, solo aplicación de leyes pues en Chile no se hace justicia. Por ser menores de edad, tienen un resorte en Chile. Si los logran detener, como un resorte van a salir fuera, por las razones que sean, siempre hay un artilugio por el cual los van a dejar libre. El mecanismo está hecho para que los menores entre 14 y 16 años sean liberados”, relata con indignación, con enojo, Ricardo.
Ricardo reflexiona que lo conseguido no es la justicia que ellos esperaban, pero ante todas las murallas con las que se encontraron sabe que fue bastante. «Si vamos a la justicia, indudablemente no es justicia. Si yo miro la realidad con la que nos enfrentamos, logramos harto, logramos lo imposible», dice Ricardo.
Que la partida de Nicolás no sea en vano
Cuando ocurrió el asalto hacia Nicolás, la comunidad se comenzó a articular en torno al hecho, a exigir justicia y además, seguridad en el sector. Se realizaron marchas, protestas, velatones, reuniones con el alcalde -en ese tiempo Chiristian Vittori-, con el fin de cumplir sus objetivos. También, en el día del accidente, en las redes sociales el hashtag #JusticiaParaNico fue tendencia nacional.
“Desde mi perspectiva de poblador, de familia NN, como digo yo, no veo que se ha hecho nada concluyente, veo que las cosas siguen igual. No sé si al menos en el sector habrán tomado medidas básicas, como colocar más cámaras de seguridad, más luminarias, mas casetas de Paz Ciudadana o reforzamiento de las policías. La verdad me perdí de la batalla, de hacer una lucha social, porque me vi inmerso en el proceso judicial y la energía que la tragedia te consume ”, me dice Ricardo.
En enero del 2016 fue que los vecinos lograron bautizar una área verde cercana a su villa (calle Víctor Domingo Silva 670, Maipú) como «Plaza Nicolás Riquelme». Un paso para no olvidar y honrar a un joven que dejó huellas en cuanta persona se cruzó en su vida, familiares, amigos, compañeros y vecinos maipucinos.