Así como los niños están hechos de cien y siempre cien manos, cien pensamientos, cien maneras de jugar, de pensar, de sorprenderse y de amar, la Educación Parvularia también está hecha de cien.
El poema de Loris Malaguzzi sobre las diferentes maneras de expresión de los niños y niñas en algo se asemeja a lo que actualmente la educación inicial está adoptando: la flexibilidad y multiplicidad de respuestas a expresar en un contexto que, como el de hoy, nos conmina a innovar en nuevas estrategias.
Los 50 años que la JUNJI cumple este mes de abril lo vivimos de una manera diferente, pues cada año trae aparejado una nueva experiencia, un nuevo aprendizaje y un nuevo desafío que concretar.
En este caso, la respuesta ante la diseminación mundial del Covid-19 y frente a la demanda ciudadana en nuestro país por una educación de mayor calidad, constituyen un imperativo del cual la educación inicial es parte, por dos caminos.
El primero consiste en cómo educadores y educadoras iniciales reconocen los aprendizajes que niños y niñas necesitan para desenvolverse en este siglo XXI y que permiten la formación de hombres y mujeres integrales, autónomos, capaces de diseñar diversos proyectos de vida y transferir sus aprendizajes a diferentes contextos.
En palabras de la Unesco, hay que formar a “ciudadanos del mundo”, vale decir, a personas socialmente conectadas, comunicadas, comprometidas, con un amplio despliegue de su inteligencia emocional.
Se trata, en definitiva, de formar desde el inicio en nuevas competencias y habilidades transversales al currículo y flexibles al cambio, cambio que no sólo vendrá por la diversidad social a la que debemos responder con igualdad de oportunidades, sino por la globalización, cuyas consecuencias no sólo son económicas, también políticas, culturales, sociales, ecológicas, educacionales.
Dado que la educación de calidad es causa de progreso, en segundo término, en el nivel inicial trabajamos para disminuir las diferencias sociales que muchas vienen dadas desde el nacimiento: estudios señalan que hasta los cuatro años el impacto de asistir a la educación inicial es clave, especialmente en párvulos que provienen de hogares vulnerables.
Pese a ello, en Chile sólo uno de cada dos niños asiste a un jardín infantil, estadística por debajo del promedio OCDE y que aumenta en sectores de menores recursos.
Fortalecer la educación inicial para lograr igualdad social y mejores oportunidades de crecimiento y desarrollo tanto individual como de país es un imperativo. La educación comienza en el jardín infantil, y marca la diferencia para superar brechas sociales en un Chile cada vez más diverso que nos conmina a preparar a las generaciones en igualdad desde la cuna.
La Junta Nacional de Jardines Infantiles es una institución de cinco décadas y hoy más que nunca debe aprovechar su experiencia en vistas a 50 años más. Los 82 mil niños y niñas que atiende en 1.316 establecimientos a lo largo y ancho de Chile, continuarán siendo el motor que la impulse a entregar mayor igualdad desde la cuna a través de una educación inicial pertinente, capaz de adecuarse a los contextos y siendo cien, siempre cien.