Cuando partí en 2014 como profesora de Matemática en el Colegio Cardenal José María Caro de La Pintana, mi mayor desafío era lograr que mis cursos –en ese entonces primeros medios– perdieran la frustración con la asignatura y ganaran confianza en sí mismos.
Lo más significativo en ese proceso, sin duda, fue observarme a mí misma haciendo clases interactuando con los estudiantes y el recoger su retroalimentación a través de una encuesta.
Fue gracias a este tipo de evidencia distinta, que fui capaz de comprender realmente el desafío y generar un plan de acción concreto: rediseñar las clases para dar espacio al error y para la experimentación del logro y trabajar en mi propia seguridad y autoconfianza.
Esa experiencia marcó mi camino profesional y es parte del motivo que hoy trabajo junto al equipo del Programa Colegios que Aprenden, un proyecto de Enseña Chile a través del cual acompañamos a equipos directivos y docentes a lo largo del país, apoyándoles con la aplicación de instrumentos que permitan recoger la voz de los estudiantes y las comunidades educativas para potenciar sus habilidades de liderazgo y gestión pedagógica y la toma de decisiones basada en evidencia.
Con todos los desafíos que tenemos actualmente en términos académicos, de convivencia escolar y aprendizaje socioemocional, es fundamental que en la evidencia que se observe en los establecimientos se considere la voz de los estudiantes.
Qué mejor que los mismos estudiantes nos puedan ayudar a comprender qué necesitan y de qué manera mejoramos. Hoy necesitamos colegios que construyan una cultura de aprendizaje, donde no sólo los estudiantes aprenden de los docentes, sino que sean las y los docentes, las comunidades y las familias quienes también aprendan día a día de los estudiantes.