Los antiguos vecinos de Maipú y muchos de los nuevos habitantes de la comuna han visto, seguramente, los imponentes toros de hierro en lo alto de la ex medialuna, actualmente pista de patinaje.
Durante 81 años, esas esculturas han estado presentes en el imaginario maipucino, llegando a ser parte de la identidad local, con un alto valor simbólico y patrimonial. Sin embargo, esas figuras tienen una antigüedad mayor al tiempo que han permanecido en ese lugar. Forman parte de un conjunto de objetos de ornamentación pública creados en Francia y traídos a Chile a fines del siglo XIX.
La procedencia de esos objetos escultóricos se encuentra en Francia, en la Fundición Val d’Osne, la más importante del siglo XIX en Europa. Fueron creados, en 1873, por el escultor francés Isidore Jules Bonheur (1827 -1901), moldeados en los hornos galos y exhibidos en la Exposición Universal de Viena de ese año. A Chile llegaron en 1875 para ser mostradas en el Pabellón de Francia, en la Exposición Internacional realizada en la Quinta Normal.
Después del término de ese evento internacional, esas figuras fueron adquiridas por una feria ganadera, donde estuvieron hasta 1940. Ese año las compra don José Luis Infante Larraín, alcalde de entonces, para adornar la recién terminada medialuna de la comuna.
Los toros, al llegar a Chile, pasaron a formar parte del conjunto de obras venidas de Francia, desde la fundición Val d’Osne. Los “aires franceses” que impregnaban la mayoría de las actividades del país de esa época impulsaron estas adquisiciones para ornamentar parques, paseos, jardines y otros espacios públicos de Santiago y de otras ciudades.
Matías Cousiño adquirió muchas obras para el Campo de Marte, actual Parque O’Higgins. Lo mismo hace Benjamín Vicuña Mackenna, para ornamentar el Cerro Santa Lucía. Asimismo, objetos del mismo origen ocuparon la Alameda de las Delicias, los jardines del ex Congreso Nacional y otros lugares de la capital. La imagen de la Virgen María en el Cerro San Cristóbal es, tal vez, la obra de mayor tamaño proveniente de la fundición francesa.
Otras imágenes religiosas producidas por esa fundición están en el Cementerio General de Santiago. Una de ellas es la Virgen Doliente, que fue instalada como homenaje a las víctimas del incendio del templo de Compañía de Jesús, en 1873.
Los toros de nuestra comuna, de esta forma, pasan a formar parte de un amplio proyecto de ornamentación y estatuaria pública, impulsado fines del siglo 19 en Chile.
Para los nuevos y antiguos habitantes de Maipú, esos animales de hierro han estado “desde siempre” en el centro del pueblo. Han admirado su gran tamaño, la fuerza que expresan y el movimiento de sus formas.
Durante estos últimos 81 años, esas figuras han estado presentes en rodeos, fiestas musicales, competencias deportivas y en actuales momentos de esperanza, cuando el recinto se ha transformado en vacunatorio. También, desgraciadamente, acompañaron a quienes estuvieron detenidos cuando la ex medialuna se transformó en un lugar de detención, en los inicios de la dictadura cívico-militar.
Frente a intentos por ornamentar el centro de la comuna con objetos carentes de sentido local, las esculturas de los toros son obras que sí son apreciadas y recordadas por los maipucinos. Aunque no corresponden a una estatuaria conmemorativa, sino ornamental, estas obras han llegado a ser elementos significativos en la identidad de Maipú.
Muchas de las piezas de la ornamentación pública de Santiago, creadas en la Fundación Val d’Osne han desaparecido por el deterioro natural, por los robos o por las destrucciones intencionales. Sin embargo, todavía quedan algunas para admirar. Un par de ellas son los toros de la ex medialuna de Maipú, hoy transformada en pista de patinaje.