Un total de 5 días estuvo atrapada Camila Moraga y tres chilenas más en Perú. Lo que comenzó como unas vacaciones turísticas en el país vecino, terminó como una pesadilla donde se vieron estancadas en un lugar sin suficiente comida, agua ni útiles de aseo, además de ciudadanos peruanos burlándose de su compleja situación.
Sin embargo, lo que más recalca Camila dentro de la mala experiencia, fue la casi nula ayuda que obtuvo por parte del cónsul chileno en Perú.
Camila es maipucina, tiene 24 años y hace poco recibió su título de enfermera. Vive por el sector de El Descanso, y después de estar varios días a la deriva en Perú, conversó desde su hogar con La Voz para relatar lo sucedido.
El viaje soñado y su frustrante desenlace
«Llevábamos un año planeando este viaje junto a dos amigas«, relató Camila a La Voz, detallando que los pasajes los habían dejado comprados en el mes de septiembre, sin sospechar lo que se venía en lo político y social en Perú.
El viaje comenzó el viernes 9 de diciembre, con el país vecino siendo portada en la mayoría de los medios internacionales, pero todavía con la incertidumbre de las repercusiones que tendría.
El regreso a Santiago estaba estipulado para el jueves 15. Las tres viajaron hasta Arica, de ahí a Tacna y luego a Arequipa para llegar a Cuzco.
El sábado 10 tomaron iniciaron con un tour, el domingo 11 estuvieron en Machu Picchu y el lunes querían dejarlo como un día para descansar. «Nos pusimos a pasear por Cuzco, pero cuando llegamos al hostal, el encargado nos advirtió que al día siguiente iba a estar todo cerrado y que no saldrían buses, y que si queríamos salir tenía que ser ya mismo», explicó la joven.
Lo anterior, en el contexto de las manifestaciones que ya para ese día se llevaban a cabo en Perú tras el fallido autogolpe del expresidente Pedro Castillo.
Luego de agarrar sus cosas y llegar al terminal, las agencias de viajes les aseguraron que solo habían buses que se dirigían a Puno, y que desde ahí podrían tomar otro bus directo a Arica.
Camila y sus amigas creyeron en lo que les aseguraban y emprendieron viaje a Puno, pero en el trayecto se dieron cuenta de que el bus no estaba avanzando. «Eran como las 2 de la mañana, llevábamos 4 horas en el bus y no nos movimos más», detalló la joven.
«Íbamos pasando por Checacupe […] en primera instancia el chofer nos dijo que había un derrumbe, pero eso nunca fue. A las 6 de la mañana nos bajamos del bus y nos dimos cuenta que la calle llevaba horas cerrada. La agencia no fue capaz de decirnos eso y nos vendió los pasajes igual«, aseguró la maipucina.
«Habían seis buses en esa carretera y a todos los pasajeros nos dijeron lo mismo», afirmó.
Según el relato de Camila, los peruanos presentes en las manifestaciones les decían que pronto abrirían las calles y los dejarían pasar. «Nos tuvieron con esa mentira los 5 días«, recalcó la joven.
5 días de pesadilla
La primera vez que Camila y sus amigas fueron a preguntarle a los manifestantes al razón de la protesta, ellos apuntaron a que estaban pidiendo que «salga esa usurpadora del Gobierno y que suelten a Castillo», aludiendo a la vicepresidenta Dina Boluarte que había tomado el mando del país.
Pero la demanda de las manifestaciones cambiaban con el pasar de las horas. «Cada vez iban agregando más cosas a sus demandas», explicó Camila, quien además de las dos amigas con las que había planeado el viaje se habían encontrado con una cuarta chilena a las que «adoptaron», pero asegura que habían decenas de turistas de varios países, como Francia, Alemania, Italia, Brasil y hasta de Japón, tal como lo confirmaban medios peruanos.
Los manifestantes les pedían a los visitantes que llamaran a sus respectivas embajadas para que apoyaran las protestas, pero los turistas aseguraban que si lograban comunicarse con sus embajadas iba a ser para que los sacaran de ahí.
Con el pasar de los días, los negocios comenzaron a cerrarle las puertas a los turistas. Habían solo dos locales que les vendían mercadería pero tenía que ser a escondidas y por un precio muy elevado.
«Empezamos a hacer ollas comunes y teníamos una comida al día. Elegimos comprar fideos porque era lo más fácil y barato. En una oportunidad fuimos a comprar y vimos los fideos al frente nuestro, pero aún así nos dijeron que no tenían y que no nos podían vender nada. Hasta nos sacaron del lugar», recuerda la joven.
Al parecer, los manifestantes desconfiaban de los turistas y los habían acusado de querer saquear los negocios. Por lo mismo, la tensión entre ellos comenzó a crecer.
«Se burlaban en nuestra cara porque no teníamos comida, no teníamos agua… Y nosotras tratábamos de ser lo más pacíficas posibles», relató con frustración.
Hasta que lograron contactarse con el cónsul de Chile en Perú. Después de que rápidamente le comentaran lo que estaba ocurriendo, Camila aseguró que el hombre les dijo que habían más chilenos en esa misma situación y que no podían hacer mucho.
Antes de cortarles la llamada, Camila asegura que la persona les dijo «cuídense y espero que los soles (13 mil pesos chilenos) que les mandamos les sean de ayuda». Dinero que les costó mucho poder usar, ya que en el lugar no había cajeros ni bancos.
Los primeros auxilios brindados por las chilenas a un peruano
Dentro de los días en que estuvieron atrapadas, Camila y una de sus amigas que también es enfermera tuvieron la oportunidad de entregarle primeros auxilios a un ciudadano peruano.
El hombre estaba bajo los efectos del alcohol y se había accidentado mientras manejaba su moto. Si bien las enfermeras chilenas intentaron salvarle la vida, los pocos recursos que tenían en el lugar no fueron suficientes, por lo que la policía peruana lo trasladó a otro pueblo, donde al otro día se constataría su muerte.
Las jóvenes pensaron que haber intentado ayudar al hombre les serviría como punto a favor para que las dejaran salir de ahí, pero no fue así. Siguieron en la misma situación: atrapadas, sin agua, sin comida, sin dinero.
La clave gestión de otras embajadas para el regreso
Los primeros días, las embajadas de Alemania y Japón enviaron vans con escoltas para ir a buscar a sus ciudadanos. Las de Francia e Italia demoraron un poco más, pero hicieron las gestiones para que el viernes pudiesen salir de ahí con el mismo modus operandi que las embajadas anteriores.
En esa misma van se trasladarían argentinos, a quienes llevarían hasta Cuzco para que después pudiesen volver a sus respectivos países.
Los franceses, italianos y argentinos le comunicaron esto a Camila, al resto de las chilenas y a otros ciudadanos que tampoco habían recibido mucho apoyo por parte de sus embajadas, como la de Brasil y Costa Rica.
Tras la desesperación de quedarse más días atrapadas en el lugar, comenzaron a ver todas las posibilidades. «Estaban todos reacios a ayudarnos, pero un peruano que iba con nosotros en los buses nos ayudó», explicó.
Así, lograron pagarle al chofer de un transfer peruano para irse en caravana junto a las vans enviadas por Francia e Italia y sus escoltas. Así fue como lograron finalmente salir de Checacupe y llegar hasta Cuzco.
Al llegar a Cuzco, Camila recuerda haber visto todo funcionando con normalidad. Se quedaron una noche en esa ciudad y compraron un pasaje de avión para el día siguiente.
Llegamos a Chile el domingo 18 en la madrugada, y «hasta ahora ni el cónsul ni la embajada se han comunicado con nosotras».
«Seguimos con pesadillas»
Camila relata que al hablar con una de sus amigas que estuvo con ella en esta terrible situación, ambas coincidían en que llevan varios días despertando con pesadillas por lo ocurrido.
«Despertamos como con ataques, como si siguiéramos allá… O los ruidos fuertes también nos han afectado. Ayer salí a caminar con mi mamá y entré en modo alerta, como si hubiese que protegerse, porque cuando dormíamos en el bus, los manifestantes pasaban golpeando las ventanas y gritando cosas«, señaló la joven maipucina.
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