Opinión: Al Papa se le olvidó la clave del Wifi

Es complicado opinar o esbozar algún análisis, cuando el que escribe no cree en el personaje principal del relato. A saber: no soy creyente. Sin embargo la visita del Papa Francisco a Maipú, hizo que ese día realizara una larga fila en el Templo Votivo de nuestra comuna, con el fin de escuchar -a fin de cuentas- a alguien que, por el tamaño de lo que dirige, tiene ascendencia mundial.

El encuentro era con jóvenes menores de 29 años, pero ante el bajo interés del público objetivo, finalmente cualquiera pudo pedir una entrada, previo trámite por internet. La idea, al parecer era dar orden. Sin embargo, también pudo haber actuado como una barrera de entrada, para aquellos que, quizás, más necesitaban escuchar el mensaje del sumo pontífice: los pobres.

Tras 5 horas de espera a pleno sol, en el sector A1 (el más cercano al escenario junto al A2), logré ver que aquellos más interesados en escuchar al papa, eran jóvenes de sectores acomodados del país. Más allá de pequeñas delegaciones de Brasileños, Uruguayos, Paraguayos, Ecuatorianos, Peruanos, y delegaciones más grandes de argentinos, lo que predominaba en el Santuario Nacional eran chilenos ABC1.

Así fue el ingreso del Papa al Templo Votivo de Maipú

Y no se trata de clasicismo, ni nada que se le parezca. Pero en Chile es fácil distinguir a las clases sociales. Y ahí estaban ellos, de voluntarios, o en grupos de colegios católicos sobre la cota 1000, esperando el mensaje que Francisco entregaría.

De todas formas hay que aclarar que, en términos de convocatoria, la actividad fue un fracaso. Una foto capturada desde un dron, muestra que -a diferencia de la visita de Juan Pablo II el año 87 a Maipú- esta vez el fervor era menor. Son otros tiempos. De dictadura pasamos a democracia, y el catolicismo se ha desplomado ante la irrupción de otras religiones. Sobretodo la evangélica.

Así estaba el templo votivo al llegar el Papa Francisco

El Discurso del Papa

Para un Papa cuyo idioma nativo es el español, la construcción de un discurso no debería significar mayores problemas. Sin embargo, es menester reconocer, que durante el tiempo que le habló a los jóvenes desde Maipú, Francisco logró enarbolar una prédica que captó la atención de la audiencia, y que tuvo guiños precisos, al lugar donde estaba parado.

Me alegra que este encuentro se realice en Maipú. En esta tierra donde con este abrazo de fraternidad se fundó la historia de Chile”, dijo en alusión al abrazo que se dieron en lo que hoy es Maipú, los libertadores Bernardo O’Higgins y José de San Martín.

Usando un lenguaje coloquial, que le permitió conectar de mejor forma con los jóvenes, Francisco buscó llamarlos a bajar del sofá y salir a vivir sus vidas. Asimismo les señaló que  “La Virgen los acompaña a ser los protagonistas del Chile que sus corazones sueña (…) Yo sé que sueña y a lo grande. No sólo cuando están un poco curaditos

Haciendo un llamado a querer la patria y destacando la energía que los jóvenes demuestran en Chile ante las catástrofes naturales, el Papa encontró un punto ideal para hacer una analogía: el teléfono celular.

El Papa buscó conectar con su audiencia narrando que alguna vez le preguntó a un joven qué era lo que más le molestaba. La respuesta del joven fue:  “Cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet (…) porque me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar’.

Francisco usó la anécdota a su favor, señalando que: “Hay momentos en que empieza a bajar el ancho de banda, el entusiasmo en estar conectado con Jesús se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería. Entonces nos gana el mal humor, nos volvemos tristes, sin fuerzas, y todo lo empezamos a ver mal. Al quedarnos sin esta conexión, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse sin batería”.

Usando al Padre Hurtado como ejemplo, el Papa señaló:  “Ustedes tienen un gran santo que les puedes servir de guía: ‘Contento, Señor, contento’. Hurtado tenía una regla de oro para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús tiene ese fuego”.

Y añadió: “La contraseña de Hurtado para mantener la señal es muy simple, me gustaría que la anotaran en el teléfono si se animan. Yo se las dicto”.

El Papa relató que “Hurtado se pregunta, ¿Qué haría Cristo en mi lugar? ¿Qué haría Cristo en mi lugar en la universidad, en la calle, frente al que hace bullying? ¿Qué haría Cristo en mi lugar, cuando van a bailar, cuando hacen deporte, en el estadio (…)?

Esa es la contraseña, la batería para encender en mi corazón, encender la fe, y la chispa en los ojos. Eso es la contraseña”. A lo largo de su intervención fingió olvidar varias veces la contraseña, preguntándosela a los presentes, quienes la gritaban con fuerzas.

Sin duda una forma bastante inteligente de entregar un mensaje profundo a la juventud que se siente identificada con la religión católica.

El Papa perdió la contraseña del Wifi

Más allá de la escasa convocatoria y que su presencia en el país no generó la expectativa de Juan Pablo II, Francisco entregó varios mensajes que deben ser valorados. De hecho no puede ser casualidad que en su primer discurso, haya asegurado sentir «dolor y vergüenza» por los abusos cometidos por varios sacerdotes de la iglesia católica chilena.

Sin embargo y ya en Iquique, dio una desafortunada declaración a la prensa. Consultado respecto a si respaldaba al Obispo de Osorno: Juan Barros Madrid, quien es sindicado por las víctimas de Fernando Karadima como un encubridor de los abusos sexuales y sicológicos, efectuados por quien fuera párroco de El Bosque, sostuvo que: “El día que traigan una prueba contra él ahí voy a hablar (…) Todo es calumnia”, dijo en tono severo.

Con esa frase, Francisco demostró que a corto andar perdió la clave del Wifi que animosamente ofreció en Maipú: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

Y es que -siempre en el terreno de los supuestos- probablemente Cristo hubiera partido por conversar con las víctimas, buscando encontrar antecedentes. Porque lo que denunció José Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz, terminó siendo cierto.

Y porque poner en entredicho lo que dicen personas que fueron abusadas por el pastor de su iglesia, también es una forma de dañar.

¿Qué haría Cristo en mi lugar? podría haber pensado el Santo Padre, antes de empañar un viaje que, pese a la falta de fervor, pudo haber terminado de otra manera.

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Nicolás Aravena

Fundé La Voz a los 21 años. Dicen que escribo bien, me apasiona la política, fotografía y entender el mundo que habitamos. Dejé de fumar hace poco, hago chistes malos y bailo pésimo

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