Cathy Barriga, la exAlcaldesa de Maipú es una máquina de fabricar noticias falsas. Por regla general evitó siempre a la prensa. Decían algunas, que era innovadora. Que inventaba un nuevo modelo, en que el político se salta a los medios y ocupa sus propias redes para comunicar.
La verdad era otra. Arrancaba de todo aquél periodista que tuviera la decencia de contrapreguntar. Los que menos le gustaban, eran los más informados. Las pocas veces que accedió a conversar, terminó casi siempre haciendo berrinches, acusando persecución por ser mujer o insultando al entrevistador de turno.
Los que vimos la audiencia de formalización completa, pudimos apreciar el trabajo de las fiscalías. Tanto la fiscal Constanza Encina, como Lorena Parra, ofrecieron un relato que dejó poco espacios para la dudas.
Será en otra instancia que el juzgado tendrá que valorar el fondo. Ver si la serie de acciones que ejecutó como alcaldesa constituyen algún tipo de delito y si esos delitos acarrean penas de cárcel. Lo que no está en juego ni en duda, es su incompetencia.
Lo que no está en entredicho es su capacidad de rodearse de equipos profesionales en que la tónica era la sumisión y la ordinariez. Camila Cornejo, su jefa de comunicaciones, era cercana a los movimientos de extrema derecha de este país. A Barriga, no le importaba. Le bastaba que le fuera fiel.
Fiel, en el sentido que entiende Barriga. Por ello no sorprendió, a los que reporteamos en esos años que los matinales le hacían fiesta sin preguntas, que mandatara a los demás cercanos a hacerse cuentas falsas y actuar como «haters».
Hoy la televisión se sorprende de lo que fue Barriga. Desde esta tribuna, nada nos sorprende. Luis Japaz, su otrora amanuense y orejero, era violento y tránsfuga. Lo tuvo que despedir luego que publicáramos unos audios de la CODEDUC, donde un grupo UDI acordaba ir a vandalizar jardines infantiles municipales, para asegurarle a una empresa de guardias el contrato.
El problema de Barriga es que tenía un estilo en que obtenía lealtad a través del miedo. No había un proyecto político común y no manejaba mínimos códigos. Se taimaba y trataba de tontos en reuniones a profesionales que sabían lo que hacían. Engendraba rabias.
Por ello es que verla sentada en el banquillo de los acusados, causaba sana alegría. No por tenerle mala, sino porque sentíamos que comenzaba a hacerse justicia.
En ese sentido el fallo del magistrado Hugo Salgado, cayó como un balde de agua fría en la opinión pública. La gente quería cárcel.
Y Barriga hacía lo suyo. Fiel a su estilo. Nada más salir se le veía sonriente recibiendo el apoyo de una señora. Para el que no vio el caso, podría inferirse que la habían declarado inocente. Nada de ello.
Y en su porfía sigue. Sube fotos disfrutando su encierro. La opinión pública siente que la burla es doble. Hay una justicia para ricos, y otra para pobres. No es necesario meterle más picante a la ecuación. Pero Barriga sube la apuesta.
El juez dio por acreditados ilícitos. Simplemente no estimó que Barriga, en sus condiciones actuales, sea un peligro para la sociedad, ni para la investigación. Las fiscales piensan distinto y llevarán el caso a la Corte de Apelaciones. Volverán a intentar que espere en prisión el avance de la investigación.
El problema es la señal que se entrega y las argucias de Barriga y su esposo no aportan al tema de fondo. El entregar papeles para declararse «madre cuidadora» fue leído por la gente como un intento -desesperado- de evitar la cárcel. El debate de fondo es otro: ¿Cuántas embarazadas cumplen cautelares en prisión?
Y es que lo que dice el alcalde Vodanovic en el sentido que hay una justicia para ricos y pobres es triste, pero no por triste menos cierto.
El caso está recién comenzando y la corte de apelaciones tendrá que definir su futuro más inmediato. Un encierro en la comodidad de su casa en Peñaflor o la cárcel efectiva. La primera vez el magistrado fue indulgente, pero la temperatura está cambiando.
En algunos días veremos si la suerte la sigue acompañando o si se comienza a hacer justicia.