Opinión: Por una constitución sin trampas y con la Cultura como motor de desarrollo

Pronto tendremos la oportunidad histórica de conversar y definir una nueva Constitución para Chile. Muches aspiramos a que sea más democrática, paritaria, inclusiva y transformadora, para así superar finalmente el nefasto legado de un dictador que una minoría intenta desesperadamente mantener. Esa Mesa Constituyente tendrá  la posibilidad de volver a mirar y discutir el rol del Estado, su estructura y los derechos, libertades, deberes y responsabilidades que nos competen a todes.

Como ciudadana trabajadora de la cultura he vivido en carne propia lo que significa el abuso laboral, la precariedad cultural, la discriminación, las exigencias e injusticias del libre mercado que impactan violentamente al cuerpo, a la mente y al espíritu.

He reparado esos impactos a través de un trabajo muy personal, pero también reconociendo el valor de lo colectivo, de la solidaridad y la consciencia de que somos parte de una comunidad que hoy ante una de las peores crisis, tiene la posibilidad de tomar el protagonismo para decidir cómo quiere vivir.

Y como mujer, trabajadora y parte de esta comunidad, es que he decidido levantar una candidatura independiente, erigida desde mi quehacer, para aportar, co-crear y coproducir una nueva constitución que siente las bases de un nuevo trato que ponga en el centro del desarrollo de la vida, las personas y sus territorios.

 En dicho escenario, la Cultura y su Economía Creativa deben ser parte importante de la discusión, no sólo por el derecho inalienable a la cultura y su impacto económico, social y humano, sino como un pilar fundamental de la vida  territorial y un motor de desarrollo de alto impacto.

Mi compromiso será impulsar una carta fundamental que declare la naturaleza multicultural y multiétnica de Chile. Una constitución que garantice el derecho al agua, al medioambiente, a la plena igualdad de las mujeres, a las disidencias, a los pueblos originarios, a una economía sostenible y sustentable para todes, no solo para algunos pocos, que valore las manifestaciones populares de las culturas y promueva diálogos interculturales respetuosos.

Una constitución que facilite el encuentro y la ejecución de políticas culturales con educación, deporte, medio ambiente, vivienda, economía, salud, migración, pueblos originarios, adultos mayores, es decir, como un articulador aportando ideas, reflexiones, identidad y sentir de nuestro pueblo, y no como un mero “adorno” utilitario a las autoridades locales o nacionales de turno.

Necesitamos un Estado que entienda la Cultura como un bien esencial de primera necesidad, que no puede estar al arbitrio del mercado ni seguir en las lógicas de la concursabilidad y la subsidiaridad. Los países que lo han entendido así hoy son un referente de sociedades más democráticas, estables y con mayores oportunidades de futuro.

En este sentido, priorizar la Cultura como factor clave del desarrollo está completamente en sintonía con otras ideas que desde el mundo de las organizaciones y ciudadanía consciente vienen planteando en este proceso de cambio social, como restablecer la significación de lo público, generando un Estado social y democrático de ejercicio de derechos, poniendo la prioridad en los  derechos sociales en un modelo económico acorde.

No puede faltar, en un momento tan crucial para la humanidad, una profunda definición respecto de la igualdad de género, la dignidad de los pueblos originarios y el impulso definitivo que asegure la descentralización y desconcentración del Estado.

En este proceso de campaña me he reencontrado con vecinas, vecinos, vecines de los distintos barrios del Distrito 8. He conocido y me he vinculado con diferentes realidades del verdadero Chile. Maipú, Cerrillos, Quilicura, Estación Central, Pudahuel, Lampa, Til Til y mi querida Colina, en donde vivo. Me he dado cuenta de la falta de información que el propio Estado tiene con uno de los procesos de elecciones más importantes y vitales para la transformación de las últimas décadas.

El pueblo que despertó, es verdad y está esperanzado. Pero, a mi juicio, no lo suficientemente informado.  Por eso es vital que, en este alargado y confuso período de campaña que vivimos, con una muy probable postergación de las elecciones, que agotemos todos los espacios de intercambio y diálogo posibles para que despejemos prejuicios, conozcamos realidades y, sobre todo, conozcamos cómo funciona este proceso del que ojalá nadie quede fuera.

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Patricia López

Candidata a constituyente Distrito 8.

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