Desde la Revolución Francesa, donde se eliminó la relación servil entre las personas y la idea de que el Rey es todo, pasando por la Revolución Industrial y la cuestión social, para llegar a la crisis actual del Neoliberalismo y los proyectos fallidos de países en vías de desarrollo, la lección sigue sin ser aprehendida. Pasamos por derechos de primera generación que tienen que ver con la libertad de no ser esclavo y que no se imponga la ley del más fuerte, creándose los Estados, se pasa a los derechos de segunda generación, donde se brinda acceso “igualitario” a ciertos derechos fundamentales como educación, salud entre otros, y finalmente, los derechos de tercera generación que guardan relación con lo socioambiental, las diversidades y minorías sociales, entre otros que no están explicitados en la historiografía constitucional chilena.
Nuestras constituciones tienen exclusivamente relación con las dos primeras generaciones de derechos, la constitución de 1833, con raigambre portaliana de excesivo respeto a la institucionalidad y autoridades, se cimienta sobre los derechos de primera generación, con un Estado garante de seguridad. En 1925 la cuestión social obligó a escribir una nueva carta magna que pensara al Estado como una institución con políticas públicas universales, algo que sería muy impactado con la crisis del 1929 y la creación de partidos políticos de izquierda que traen un desorden gubernamental hasta 1933.
Finalmente la constitución del 1980, mezcla ambas generaciones de derechos, diseñándose desde canales institucionales, es decir dentro de los marcos del Estado, y en esta en particular, a partir de una Comisión de Expertos, todos hombres y conservadores, algo que casuísticamente, se repite en las otras constituciones. Todo lo anterior permite afirmar muchas cosas, pero lo que interesa en esta columna, es precisar que todas las constituciones se han diseñado en situaciones de crisis, en contextos sociales altamente convulsionados y polarizados pero que no obstante, quienes terminan escribiéndola, son un grupo reducido de hombres pertenecientes a las oligarquías y elites que fueron parte del problema. No se han escrito en causes democráticos ni participativos, muy por el contrario, en círculos de expertos y conservadores escasamente próximos al día a día del pueblo.
Hoy la lección, sigue sin aprehenderse, la frase “parte del problema” se escucha en casi todos los círculos de conversación, donde se apunta a la falta de credibilidad, legitimidad y representatividad de los partidos políticos y las autoridades electas (otra coincidencia en la casuística de cambio constitucional). La mesa técnica constitucional está cuoteada desde los mismos partidos “parte del problema” y en las asambleas territoriales y vecinales, se sigue criticando legítimamente la “cocina constitucional”. Hay una política de hechos consumados ya en curso, el proceso constitucional ya está sesionando, aún no han entrado los proyectos de reforma de constitución y el pueblo ya está volcado entregando propuestas de mejoras para el proceso (paridad de género, escaños reservados para pueblos originarios, voto de chilenos en el exterior, ampliar participación juvenil desde los 16 años, voto obligatorio, integración de independientes por lista y programa constitucional, doblar escaños distritales a 310 y cabildos y asambleas simultáneos a modo de consulta y consejería a delegados/as). En materia constitucional la mesa sigue en manos de los partidos, el acuerdo de pensiones fue entre gobierno y el senado, sin duda vendrán más acuerdos y anuncios del gobierno para mostrarse preocupado por la agenda social, sin embargo las protestas a pesar de que han bajado en masividad, continúan, de igual forma que la violencia.
En la comuna los partidos de oposición tienen su propia polarización, basta con mirar a la DC que no tiene ni mesa directiva, los de la ex nueva mayoría están reaccionando llamando a la Unidad con los partidos del Frente Amplio, y mientras esto pasa, los secundarios paralizan la plaza, se toman la CODEDUC, botan uno de los cañones de la plaza de los cañones, y se siguen realizando cabildos y asambleas que avanzan en temáticas sensibles como SONACOL, el Agua, la constitución, AFP, entre otros. No es que los partidos locales de oposición reaccionen lento, sino que aunque lo hicieran rápido, el poder de decisión está en las altas esferas de los mismos partidos y en consecuencia, lo municipal y local, sigue siendo pormenorizado, algo que responde al excesivo centralismo del Estado chileno y la partidocracia.
Por tanto, la crisis sigue sin ser aprehendida, en términos sociológicos, no estamos al frente de una revolución, ya que los pilares estructurales de la nación no se han visto transformados, ni en lo económico, político ni sociocultural, pero el estallido social nos muestra que sí somos animales políticos, que no estábamos tan dormidos como se pensaba, vuelve la palabra pueblo, los cabildos se multiplican, pero también es visible el cansancio, la desmovilización y en especial, el divisionismo de la izquierda, algo que tributa positiva e históricamente a la derecha.
En términos locales, la derecha no pierde el foco, su objetivo no cambiar la constitución, no ceder ningún privilegio y por sobre todas las cosas, defender a como dé lugar, el modelo de crecimiento económico que tantos beneficios ha traído al país (según ellos), por lo mismo ya están pensando en las campañas, en cómo modificar el acuerdo constitucional o como ganar con subterfugios, todas las negociaciones políticas que hayan, incluyendo las que se realizan con los Secundarios de Maipú.
En términos locales, la derecha no pierde el foco, su objetivo no cambiar la constitución, no ceder ningún privilegio y por sobre todas las cosas, defender a como dé lugar, el modelo de crecimiento económico que tantos beneficios ha traído al país (según ellos), por lo mismo ya están pensando en las campañas, en cómo modificar el acuerdo constitucional o como ganar con subterfugios, todas las negociaciones políticas que hayan, incluyendo las que se realizan con los Secundarios de Maipú.
Mientras los partidos políticos de oposición están en la encrucijada, de tratar de liderar un proceso con todos los problemas que tienen a nivel interno o sumarse y ceder los espacios a una nueva ciudadanía-pueblo que politiza la agenda social. En lo personal, creo que la unidad no pasa por hacer un llamado, sino por hacer una autocrítica sincera y realista, insumando como partidos todas las herramientas democráticas para aquello, dando un paso al costado para apoyar nuevos liderazgos y vanguardias en la comuna, en especial de los territorios y comunidades vecinales que se han movilizado.
En conclusión, los partidos tampoco aprehenden las lecciones, pero hoy, a pesar de todo, tienen la oportunidad histórica de mejorar la democracia y contribuir a la transformación de la realidad sociopolítica del país, afrontando la crisis de legitimidad, cediendo espacios a nuevos líderes y lideresas y apoyando a sectores independientes del pueblo con políticas sin exclusión, participativas y locales.