A la segunda versión del “Festival de la Diversidad”, organizado por el Municipio de Maipú, llegué tarde. Sin embargo dentro de la parrilla de artistas, los que más me interesaban ver era (me llamo) Sebastián, Denise Rosenthal y, por sobre todos, Nano Stern.
Cuando llegué a la explanada de la Plaza de Maipú el reloj coqueteaba con la 1 AM. En el escenario estaban las Supernova, quienes eran aplaudidas por un público variopinto. Parejas heterosexuales, lesbianas y gays, convivían de forma armónica. Da gusto saber que buena parte de la juventud, comienza a dejar atrás los resabios de la homofobia, y se muestra abierta a otras formas de convivencias, afectivas y sexuales.
El Festival había comenzado alrededor de las 18:00 hrs, y varios músicos ya habían pasado por el escenario. De Saloon, Upa, Sexual Democracia y un puñado de bandas locales, que el Municipio no especificó en sus comunicados oficiales, ya se habían subido al inmenso escenario instalado.
Denise Rosenthal salió al escenario a la 1:30 AM y su show duró exactamente media hora. El público no sobrepasaba las 300 personas, pues una vez concluido el show de la Supernova, varios abandonaron el lugar. En el lugar se veía mucho consumo de alcohol por parte de la juventud asistente, sin embargo la idea de este texto, no es pontificar. Más aún, una gran mayoría de jóvenes, a pesar de la ingesta de trago, no se veía en estado de ebriedad. Salvo casos aislados, de curados “jugosos”, que el público mantenía a raya, todo iba bien… hasta que mirabas el suelo.
La explanada de la Plaza Maipú se veía llena de basura. Latas y botellas de cerveza, cajas de vino y más, eran dejadas en el suelo por montones, por un grupo grande de jóvenes a favor de la diversidad. Tanto era el tema, que las cantantes de SuperNova reclamaron al público y le dijeron que desde el escenario se veía toda la mugre.
Los animadores, también hacían lo suyo, invitando a la gente a botar las cosas en basureros. ¿El problema? La organización no dispuso de contenedores para dejar la basura. Quizás como una mueca del destino, el único basurero que divisé, estaba unos metros dentro del área que no puede entrar el público general.
Sin embargo, el que el Municipio no ponga basureros, no es excusa para que estos jóvenes, que gustan de los festivales, transformen la plaza, un espacio común, de todos los vecinos, en un basural. Es un contrasentido, a mi juicio, estar a favor de la diversidad, pero a la hora de cuidar los espacios públicos, convertirnos en una masa que no piensa, sin sentido de sociedad. Sin pensar que luego de la música, se apagarán las luces y un puñado de funcionarios municipales, con sueldos «de mercado», deberán quedarse hasta muy tarde, limpiando lo que no fueron capaces de, en este caso, llevarse a sus casas o buscar en otro sitio algún basurero.
Son las 2 de la mañana y las poco más de 100 personas que siguen ahí, esperan impacientes a Nano Stern. Se comienzan a instalar los micrófonos, pero todo va más lento de lo esperado. Los equipos técnicos tardan 40 minutos en tener todo listo y así, cuando faltan 20 minutos para las tres de la mañana, Stern sale al escenario, con un frio importante y ante poco más de 100 personas.
Agradece la espera y agradece a ese puñado ínfimo de fanáticos que se quedaron a verle. El Festival claramente se atrasó y, a pesar de los 40 minutos, la voz se escucha acoplada y pasa por varios apuros en sonido. En síntesis: se escucha mal.
Para colmo de faltas de respeto, la cámara grúa que el Municipio usaba para el Streaming, se comienza a desmontar en medio del show de Stern. No sólo es una falta de respeto al artista, sino que también para aquellos que querían ver el show, y eran tapados por el funcionario que, a paso lento, iba guardando los cables, los pesos y la cámara.
Pero volvamos al suelo. No todo está perdido. Algunos jóvenes comienzan a juntar latas, para ir dejando un poco más presentable el espacio. Sin embargo son una minoría (que al menos sirve para esperanzarse).
En medio de ese espacio público vejado por estos jóvenes que abrazan la tolerancia, pero no le hacen asco a la inmundicia. En medio de este festival, que no puedo dejar de pensar que es una especie de Woodstock, pero para tipos cochinos
Y ahí, en medio de ese chiquero. En medio de ese espacio público vejado por estos jóvenes que abrazan la tolerancia, pero no le hacen asco a la inmundicia. En medio de este festival, que no puedo dejar de pensar que es una especie de Woodstock, pero para tipos cochinos, decido emprender el regreso a casa. Son las 3:15 AM y Nano sigue en el escenario. Yo me alejo con mi mujer y mi hija. El cansancio nos ganó la pelea.
De pronto mi hija me sorprende. Con sus 12 años me lanza una pregunta de esas de niños, que por obvias, muchas veces no tienen respuesta. Me dice que la música estaba buena, pero “¿Por qué mejor no se gasta la plata en algo que le enseñe a esa gente a entender que deben cuidar mejor la comuna?”. La miro, la abrazo y le digo que tiene razón. Pero no tengo la respuesta. Apuramos el tranco. Es tarde y tenemos que dormir.
Galería de Fotos (Por Luna Aravena)