De pronto parece que no hay nada más que ver. Un zapping por la televisión basta y sobra para darse cuenta del encono que tienen los medios con un tipo calvo, que era panelista habitual en varios de ellos, y que enseñaba sobre economía y, que a la postre, terminó timando en varios millones de pesos, a un selecto grupo de compatriotas. Se llama Rafael Garay.
Las redes sociales estallan y se dividen: unos lo quieren ver preso, pero desconfían de la justicia; otros reclaman “indignados” pues encuentran que la cobertura de la televisión es excesiva y que hay noticias más importantes como, por ejemplo, exhibir a otros poderosos que en vez de estafar a un puñado, lo hacen con todo un país. Estos últimos tienen razón en su enojo, pero merecen que los timen a diario.
Para muestra un botón: el día de ayer la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (CONADECUS) junto a otras organizaciones de defensa de los consumidores, hicieron un llamado a no estacionar en aquellos lugares donde los precios subieron sobremanera, tras la aprobación de una ley que buscaba -inicialmente- salvaguardar los intereses de los consumidores, pero que tras la visita a los parlamentarios de varios lobbystas, terminó siendo un traje a la medida para los poderosos de siempre.
El llamado era simple: 24 horas sin estacionar donde aquellos que hicieron de la usura una forma de vida. Un castigo para mostrarle a la fronda aristocrática de este país que podemos unirnos, que somos capaces de castigarlos y que somos una ciudadania empoderada e informada.
Sin embargo el objetivo inicial no se cumplió. Tras días leyendo la rabia de la gente en Facebook y Twitter, me ilusioné con la idea de que seríamos capaces de pegarles -al menos- un rasguño. Quise creer que el nuevo chileno podría dejar atrás años de oscuridad, donde el reclamo se pagaba con una paliza, o el desaparecimiento.
Pero todo se fue a la mierda. Internet está llena de revolucionarios de facebook, guerrilleros de twitter, que se contentan con un “retweet” o ver sus publicaciones con hartos “likes”.
Pedirles que levanten las nalgas de sus asientos y salgan a marchar es una quimera. Menos aún que se bajen de sus autos, tomen el metro o por último un UBER, sólo con el fin de no estacionar. De decir que están cansados, que la usura tiene un límite y que queremos otro Chile.
Anoche me acosté convencido de escribir esta columna. Como una forma de desahogo, también como una manera de decirles (y de decirnos) que nos merecemos todo lo malo que nos pasa; que somos un grupo de ovejas mansas y que mientras sigamos viendo la tele, haciendo lo que hacemos, nada cambiará.
Sólo queda sacarse el sombrero ante CONADECUS; una Corporación de Usuarios que frena fusiones, hace que nos devuelvan las lucas del papel higiénico y realiza demandas colectivas. Que está donde el SERNAC no llega, por simple interés, o por oscuras tramas. Que no tiene miedo de apuntar con el dedo a aquellos que nos traicionan a diario.
Si nosotros como ciudadanía no somos capaces de estar a la altura, cosas peores vendrán. Nuevas alzas, más colusiones y un empresariado, como dijo Hernán Calderón presidente de CONADECUS: “con un apetito insaciable”, seguirán haciendo lo que les plazca. Después de todos somos ovejas, y estamos rodeados de lobos. Y lo peor es que parece que eso nos gusta.