Cuando, desde la filosofía, nos enfrentamos al concepto de responsabilidad y todo lo que ello implica, debemos asumir como punto de partida, a lo menos, tres elementos fundamentales, a saber: a) ¿todo existente puede ser responsable?, b) ¿qué relación existen entre ser responsable y ser libre?, c) ¿qué implicancias sociales traería ser responsable?
Si observamos con detención, notaremos que esencialmente las tres preguntas comparten el mismo suelo. Cuando intentamos establecer qué existencia puede considerarse como responsable o no, necesariamente debemos entender que, de ser el caso, esta existencia será responsable respecto de algo, ya sea de una decisión, una acción, un sufragio o una muerte. No obstante, esto supone otro elemento necesario a tener presente.
Toda decisión, acción, sufragio o muerte es producto de una determinada acción que es ejercida desde un sujeto que posee las características necesarias para decidir, accionar, sufragar o matar. Es decir, cuando hablamos de responsabilidad, no solo hablamos de una relación causa-efecto, sino, antes que todo, nos referimos al origen de una determinada acción, en tanto es animada por un sujeto que está constituido por determinadas características.
Ahora, si colocamos esta situación desde una perspectiva filosófica, podemos advertir que estas tres interrogantes, pueden ser interpeladas desde el pensamiento de un destacado filósofo que, sin duda alguna, marcó el pensamiento durante la segunda mitad del siglo XX: Jean-Paul Sartre (1905-1980).
Un lunes 29 de octubre de 1945, el padre del existencialismo francés brindó una conferencia que se conoce bajo el nombre de El existencialismo es un humanismo. Allí, una de las principales problemáticas que intentó abordar Sartre se relaciona, precisamente, con todo aquello que implica el concepto de responsabilidad.
En esta conferencia se sostiene que, para considerar un existente como responsable, es preciso antes, dirá Sartre, entender a este existente como un ser libre, originariamente libre (2009: 71). Dicho de otro modo, toda existencia que pretendamos considerar como responsable de alguna acción o decisión, necesariamente, a la vez, debemos definirla como una existencia libre.
Esto se debe a que para realizar una acción, la existencia que la ejecuta es libre, precisamente porque tiene la posibilidad de ejecutar esta acción. Veámoslo con un par de ejemplos extremos. Podemos considerar al humano como una existencia libre, puesto que, independiente de su situación social, política, económica o religiosa, el humano tiene la posibilidad de optar, incluso, por aquello que atentaría contra su bienestar.
Si soy obligado a pagar un impuesto que no es de mi opción, elección y/o preferencia, puede negarme, siendo responsable de todo aquello que conlleva. Si soy obligado por el Estado a defender la patria en una guerra, puedo negarme, asumiendo todos los cargos que implicaría.
Como se observa, en ambos casos se muestra que el humano está, de cierto modo, condenado a ser libre, puesto que toda acción que realice en su vida, a ojos de Sartre, sería su propia decisión. De allí que el filósofo francés sostenga que somos libres porque una vez arrojados al mundo, somos responsables de todo lo que hagamos (2009: 43). Efectivamente, la humanidad es libre porque es responsable.
En este contexto, las palabras de Jaime Mañalich, Ministro de Salud, exigen a lo menos un cuestionamiento sobre su validez. Esta semana, ante la pregunta si la responsabilidad del aumento de contagios y muertes producto del coronavirus correspondía a la ciudadanía o las medidas adoptadas por el Estado, Mañalich señaló que “la responsabilidad fundamental es de un virus llamado coronavirus”. Pero ¿es el coronavirus responsable de algo?
Si consideramos el planteamiento de Sartre, notaremos que el virus del coronavirus no solo no es responsable del aumento en contagios y muertes, sino que no puede ni podría ser responsable.
Un virus es definido como un agente infeccioso imperceptible, que necesita de un medio para existir y propagarse. En este caso, podemos sostener que todo virus no es libre, ya que su “vida” depende de un organismo que lo incube y le permita existir. Es decir, todo virus es parasitario, en el sentido de que se mantiene y transporta gracias a otros seres (animados o inanimados) y, aún más, en determinados medios ni siquiera puede mantenerse como existencia infecciosa.
Ahora, si ningún virus es libre, siguiendo la lógica de Sartre, ningún virus puede ser responsable de algo. Puesto que, como hemos señalado, la responsabilidad siempre es relativa respecto de algo, justamente porque se tiene la posibilidad de actuar en el mundo, en este caso, contagiando y dando muerte a miles de personas a nivel global.
Notemos que el virus, en tanto existencia parasitaria, imperceptible e inconsciente no está capacitado para actuar en el mundo, solo a transportarse, plegarse y transmitirse gracias a otras existencias (mesa, manos, saliva, aire, etc.), pero desde sí mismo, el virus no puede contagiar, solo parasitar a la espera de alcanzar un organismo en el cual proyectarse.
Por tanto, es evidente que el virus no es, ni podría llegar a ser responsable de ninguna acción. Entonces, si volvemos a la pregunta que interpeló a Mañalich, es decir, si preguntamos donde radica la responsabilidad del desenfreno de la pandemia, no solo nos interpelamos a nosotros mismos: humanidad consciente de su actuar; sino también a las decisiones políticas y, naturalmente, a quienes deciden políticamente.
Puesto que, en tanto seres humanos conscientes, quienes deciden políticamente son sujetos libres, es decir, accionan eligiendo, discriminando, seleccionando y decidiendo sobre el mundo responsablemente. Por tanto, si el coronavirus no puede ser responsable de la pandemia, ni de las medidas para prevenirla, ¿entonces quién?
Referencias
Sartre, Jean-Paul. (2009). El existencialismo es un humanismo. Barcelona: Edhasa.