Hablaba con un amigo sobre los chalecos amarillos y todo esto de la autodefensa de los bienes privados. A él no le gusta, dice que es una cosa media fascista, de policías frustrados.
Así de primeras, le compro su crítica. Más cuando veo a Joaquín Lavín y otros alcaldes con el chalequito amarillo en la tele, haciendo marketing político sin ningún pudor .
Pero ojo. Las cosas no son tan simples. Acá en Maipú quemaron un supermercado. No se sabe quién fue. La ultra derecha dice que son mapuches traídos de la CAM (eso lo sugirió Fernando Villegas en su canal de Youtube). La conspiranóica izquierda dice que son agentes de inteligencia camuflados, que están desestabilizando el país. En medio de eso Piñera dice que estamos en guerra, pero no dice contra quien, con lo cual termina justificando a los dos extremos.
Una paradoja que quizás algún día la historia pueda resolver.
Dejando de lado el chileno con vocación de policía, aquí en Maipú he conocido grupos de vecinos con razones honestas para defender «sus» supermercados.
Los hemos reporteado y hemos hablado con ellos. Son vecinos, algunos amigos de la infancia. Son nuestros papás y «tíos» del pasaje. Sus razones no tienen nada que ver con caricaturas políticas progre.
No pasan la noche entumidos de frío para cuidarle el bolsillo al dueño del súper. Lo hacen porque saben que si los saquean, se quedan sin un lugar donde comprar comprar mercadería a un paso de su casa. Y sí, hay almacenes locales, la gente compra ahí, pero los supermercados abastecen a otra escala (sí, también podrían haber supermercados estatales, compras a granel con aplicaciones desde el celular. Pero no ahora).
Lo hacen porque incluso en algunas villas han conseguido convenios con el supermercado del barrio, donde se les permite a los vecinos trabajar allí donde viven y no tener que cruzar la ciudad dos horas al día para ganarse un sueldo.
Se quedan ahí porque ya quemaron un supermercado a cinco cuadras, y los terrenos de este local colindan con sus casas. No saben quién está detrás de los incendios ni tienen tiempo para averiguarlo, solo buscan impedir que desconocidos les quemen el barrio.
Es más, villas tradicionalmente de izquierda han salido a corretear a punta de palos y patás a verdaderas caravanas de saqueadores (una vecina contó 40 autos). La policía y los militares se ven sobrepasados en muchos lugares, y si no son ellos quienes ponen el cuerpo no es nadie.
Gente sin complejos ideológicos, con consciencia del valor de su barrio, sus hogares. Vecinos que no se escandalizan porque salen los milicos a la calle; por el contrario, exigen que los milicos dejen de pasear sus fusiles por Las Condes y vengan donde queman las papas.
Si la mitad de los políticos de la nueva izquierda viviera en nuestras comunas, entenderían por qué cientos de vecinos pasan una noche haciendo guardia fuera de un supermercado. ¿Me pregunto cómo reaccionaría una Camila Vallejos o un Giorgio Jackson si les vinieran a quemar el negocio de la esquina y no hubiera Carabineros a quienes recurrir?
Y aún así, este pueblo no ha recurrido a las armas. Se defienden con las manos de saqueadores y también de los abusos de la fuerza policial, que no han sido pocos.
Y es que esta revuelta social está llena de matices. No es una revolución bolchevique como a algunos les gustaría. Es una revuelta a la chilena, con «domésticos», consumidores, ciudadanos más o menos conscientes, dirigentes sociales, trabajadores & empleados. Una revuelta con puños en alto pero también con chaquetas amarillas. Todo mezclado en una olla que sigue hirviendo, y a juzgar por el mezquino anuncio del Piñera, seguirá hirviendo por bastante tiempo más.
Todo Maipú hoy gritó renuncia Piñera. Y probablemente la mitad haya votado por él. Pero eso no les impide rebelarse y organizarse barrialmente, como quizás nunca antes había pasado en democracia. Ni siquiera para el terremoto.
Cuesta creer que lo que partió con un grupo de estudiantes saltando torniquetes termine días después con una ciudad que explota en mil pedazos. Una explosión violenta y necesaria, tras años de domesticación y abusos.
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